Henry Díaz es un autor y dibujante de historietas bogotano que hace parte activa del Colectivo El Globoscopio, un proyecto que se dedica a la difusión la historieta en la ciudad de Bogotá. Díaz es uno de los dibujantes con mayor reconocimiento en la joven tradición de publicaciones de cómic en Colombia.
Uno de sus trabajos más representativos es la historieta:Dos Aldos, una historia de amor con traje de ciencia ficción, que realizó en conjunto con el guionista e investigador Pablo Guerra, libro que fue publicado en 2016 bajo el sello de Cohete Cómics de la editorial Laguna Libros. Con Dos Aldos, además de situar una buena historia, Henry Díaz ganó el undécimo Japan International Manga Award en diciembre de 2017, un reconocimiento que para ambos supuso la confirmación a su trabajo como autores de cómic.
Lo anterior, se suma a otros trabajos como su colaboración en el libro Caminos condenados, una novela gráfica que retrata el fenómeno del despojo cotidiano de tierras en Montes de María. Recientemente gano la beca Cómic / Cómic Novela del paquete de estímulos distritales y la FUGA, con el proyecto de novela gráfica El Señor P una historia donde explora qué sucede en un ambiente cotidiano del centro de Bogotá con matices fantásticos. Este autor colombiano ha publicado además, historietas cortas en El Espectador y en revistas como Étnica, Partículas, Semana, Larva y Limbo.
Usted ha dicho muchas veces que empezó a dibujar tarde ¿Cómo fue madurando un estilo que se hace identificable para el lector en tan poco tiempo?
Lo decía antes, porque no había entendido qué era dibujar o tener un estilo, y no sentía cómodo con lo que hacía. Siempre dibujé, desde niño. Siempre tenía imágenes en la cabeza, a veces quería dibujar, pero me frustraba hacerlo, por eso he dicho que aprendí a dibujar en mi adolescencia. Duré mucho tiempo estuve contaminado de muchos autores, y cuando uno lee se enamora del estilo de los dibujantes y empieza a imitar o emular estilos. En alguna ocasión escuché a powerpaola que decía: si dibujara de forma «correcta», por mi formación de artista plástica, todavía estaría dibujando Virus Tropical. Ella decía además que algo que le ayudó a moldear su estilo, fue la reinterpretación directa de las cosas a su manera, no dibujar correcto sino dibujar sus interpretaciones. Eso me hizo aprender de nuevo. En ese mismo momento que la escuché estaba haciendo un piloto para novela gráfica con una persona que trabaja con periodismo en Estados Unidos, y quería que dibujara la Bogotá de los años 80, reflejando los miedos de esa época, por los carros bombas, la violencia y las tensiones de la ciudad. Y me decía que mi trabajo era perfecto para ese trabajo. Empecé a hacer el trabajo referenciado en los cómics de Spiderman, de otros cómics de Estados Unidos, pero no era Bogotá, y las personas no eran las personas de esos años. Por eso, cuando terminé, me dijo: eso no se parece a Bogotá. Y entonces, tuve que aprender a hacer las soluciones propias, e hice un lavado y me quite toda esa infestación de tanta referencia. Todavía tengo rezagos, pero pude ir haciendo construcciones más personales.
¿Llegó primero a la historieta o la ilustración?
Estudié en la universidad diseño gráfico, y cuando salí, trabaje mucho en diseño, haciendo señalización y procesos industriales de imagen para empresas. Lo que sucedió fue que había dejado de dibujar. Cuando decidí volver, busqué trabajos en ilustración pero las editoriales como Santillana o Voluntad tenían un canon específico muy cerrado y mis ilustraciones no gustaban porque estaban influenciadas por cómics de dibujantes de Estados Unidos. Por eso dije que la ilustración no era lo mío, y debía buscar mi camino más cercano a las historietas.
Usted hizo muchos trabajos para revistas como Larva, y otras, pero hubo un espacio que fue importante para su formación que fue el Clan Nahualli ¿influyó esa experiencia en la formación?
Clan Nahualli fue un colectivo que nace de tres personas que se conocían a través de redes. No nos habíamos visto, y nos encontramos por primera vez en una conferencia de cómic de unos chicos que se llamaba: Dream Tales, que vendían sus cómics en cds. Ese día, nos saludamos, y nos dimos a la tarea de hacer algo nosotros, ya que nos gustan tanto los cómics. Mi inquietud en ese momento fue investigar una manera correcta de hacerlo- desde lo que para mí era correcto- a la manera estadounidense. Hacerlo en los formatos, lápices, hojas, para no hacer cualquier cosa.
Eso me ayudó a que empezará a entender qué era narrar, hacer historias en dibujos, haciendo ejercicios pequeños. Camilo Triana, que era uno de los del clan escribía las historias, y Giovanni Nieto a veces dibuja. Por mi lado, era apoyo en diseño, montaba textos, hacía logos, color. Aproveché para observar lo que ellos hacían, y revisar cómo Camilo escribía y Giovanni interpretaba. Todo eso para aprender, y ver donde estaban los fallos, donde no se podía leer bien, por qué se leía de manera forzada una página, las repeticiones en imágenes y texto. Para mí fue una escuela. Ahí empecé a estar pendiente de esos detalles.
Hay una preocupación en su caso por aprender de forma constante ¿Por qué un autor de cómics no debe dejar de aprender?
Es muy clave, porque cuando uno para o se siente cómodo se estanca. Eso me pasa a mí, cuando veo comodidad mi trabajo se puede estancar. Y todo se vuelve básico. Entonces empiezo a perder el factor sorpresa, y ahora más, cuando los lectores te pueden identificar por los trabajos hechos. Cuando ya hay una línea de trabajo. Entonces trato de agregar cosas. Es mejor estarse reinventado para no estancarse.
¿Sigue acudiendo a sus primeras influencias como Akira, Tank Girl, o Moebius?
Para mí son lugares a los cuales siempre vuelvo. Mis referencias primarias. Ahora con toda la globalización de la información hay más referentes desde otros sectores. Mi formación en diseñado me hace buscar referentes en ese campo, en artes plásticas, ver otras exploraciones. Pero siempre vuelvo a Otomo, a Jamie Hewlett de Tank Girl. Y vuelvo para conectar con lo mío y hacia a donde quiero mantener mi línea.
¿Cómo surgió la idea de trabajar con Pablo Guerra para el proyecto Dos Aldos?
Siempre busqué trabajar con gente que me ayudara aprender. De ahí nació el trabajo con Pablo, que era la persona con más experiencia que conocía, me encontré con él en un Calicomix y hablamos, le pasé unos guiones, que no me atrevía a dibujar en ese momento. Desde ahí, en una conversación de ida y vuelta empezamos a notar que habían gustos similares: por dibujantes, por historias. Él me invitó a trabajar, en guiones, en cosas muy corticas, en las que pudimos establecer un ritmo de trabajo.
A veces muchos autores prefieren trabajar de manera total en los proyectos. ¿Qué aspectos son importantes para trabajar con un guionista?
En Colombia hace mucho daño pensar que dibujar bien es narrar bien. Me pasó muchas veces, cuando hice el piloto para el cómic de los 80, pensaba que con mi dibujo bastaba. Hay que pensar que el cómic es un lenguaje que tiene sus dinámicas propias, hay que sentarse, y hablar con personas que escriban bien. Y si eso no está, hay que tratar de preparase lo mejor posible, documentándose, buscando estructuras. A veces pensamos que tenemos el dato, pero se necesita investigar para lograr un mejor desarrollo de la historia.
Caminos Condenados fue un trabajo distinto a todo lo que había hecho hasta el momento ¿Cómo fue trabajar en ese otro lado, hacer memoria desde el cómic?
No fue duro en principio, y por eso dije: eso es seguir haciendo cómics. Pero mientras iba avanzando, en esa interpretación del guion, empecé a ver que no era tan fácil, porque ya implica otros riesgos. En la ciencia ficción uno puede tomar las referencias de forma distinta. Pero en trabajos como el de Caminos, las referencias son otras, las palmas por ejemplo tienen que ser las palmas que están en el trabajo, en ese caso las palmas aceiteras. También estaba el espacio como protagonista, y pues más allá de las fotografías que habían sacado los investigadores no conocía el terreno, no entendía. Fue duro. Sentía mucha responsabilidad. Luego pude ir, conocer las palmas, el territorio y hacer un estudio más juicioso de la gráfica para el trabajo.
Uno de sus últimos libros es El señor P, un trabajo más personal ¿Cómo fue trabajar solo, en una historia en Bogotá, con tantos matices y con la fantasía de por medio?
Esa era una historia que tenía en la cabeza desde hace un tiempo. Alguna vez participé en un premio en Bogotá, para historietistas y caricaturistas, el cual se hacía a partir de un tema. Participé, y la premisa eran mitos bogotanos y fantasía. Empecé a pensar en mitos bogotanos, pero los mitos que se venían a la cabeza eran los mitos de la zona caribe, del Huila. Y entonces recordé a Leo Kopp, y además estaba obsesionado en ese momento con gente de saco y corbata, y eso los mezclé con las palomas. La propuesta era la de un tipo que estaba fusionado con una paloma. Cuando apareció la beca de la fundación, amplié la historia de ése hombre con cabeza de paloma hablándole a una estatua. Y pensado en eso me encontré con historias de personas en los parques. Ahí encontré la carne de lo que podía hacer. Me sentí muy cómodo y encontré mi manera de hacer las historias.
¿Cómo ve el panorama de cómic en Colombia, en comparación a hace diez años?
Todavía sigue afectando mucho lo difícil que es vivir de hacer cómic en Colombia. La falta de sustento. Hay otros campos de acción que pueden ayudarte, como la ilustración para sustentarse y trabajar así sea con poco tiempo en cómic. Yo veo el panorama muy bien, hay autores que pararon, hay gente que se cansa. Entiendo que hay autores que reniegan, porque trabajaron duro y no se les reconoció mucho.
¿Qué significó para usted obtener el MANGA Award?
Es algo que empieza a sentar precedentes positivos para el cómic colombiano. Luego de la retroalimentación del jurado, confirmamos que las cosas las estamos haciendo bien. Da confianza sobre el trabajo, sobre lo que uno está haciendo. Ahora que estoy haciendo un taller de narrativa, tengo mayor confianza para hablar de algo en lo que trabajo y aprendí de forma empírica.
¿Qué proyectos vienen a corto plazo?
Se está pensado en una secuela de Dos Aldos, es una idea que se tenía antes de terminar el libro. La idea es hacer secuelas dentro del mundo del libro. Por ahí hay dos historias que quiero mandar a concurso, una de ellas para concurso de ciudades, sobre una persona que viaja en una buseta por toda la séptima en Bogotá.