«Sin pasear estaría muerto».
Robert Walser
Esa mañana cuando desperté leí de nuevo un poema de Raymond Carver donde están estas palabras: Me asomé entonces a la ventana y estaba lloviendo/ Y me rendí/ Me dediqué por entero al cuidado de esta mañana lluviosa. Y esa mañana mientras dejaba de llover me dediqué a leer, luego del poema de Carver, un libro que estaba ahí hace rato: Siempre queda lejos: recopilación de historias de caminatas de Shuni, un libro corto que compila historietas en varias direcciones, y compila caminos que uno recorre.
El libro es liviano y amplio y nos recuerda en ocasiones a la forma de una libreta. A pesar de contener el movimiento en sus representaciones no es un libro de historias dibujadas, es un libro más cercano a las poesías dibujadas, a pesar del viaje, a pesar del desplazamiento, aunque, ¿qué es acaso un poema sino una caminata, una manera de transitar?
Con una portada donde se aprecian los relieves de unas montañas al lado de un valle y los puntos que van de un lugar a otro, el libro de Shuni inicia con la proximidad rugosa que le da el cartón y las texturas de la portada, para saltar, luego, a una transparencia a la que le siguen las iluminadas hojas amarillas. Desde ahí y en adelante la movilidad es la norma. «La vida es un viaje» se lee al paso, o mejor aún, el significado del viaje es lo que se hace norma. Aunque con deliberadas pausas.
Lo que encontramos entonces nos es un diario de viajes o la recreación de unos paisajes, lo que encontramos en esas páginas amarillas es la irrupción, a veces despistada, a veces accidental y suelta, del detenimiento y el extravío ante la acelerada movilidad, o las cicatrices y transformaciones físicas que van quedando en cada partida y las maneras de observar unos paisajes y decantarlos en la imaginación. Suena extraño porque si bien el viaje es el determinante temático, lo que compila Shuni acá es otra forma de viaje, más íntimo y sin marcadas pretensiones. Porque estos viajes son una gambeta al registro turístico o a la muy desgatada fotografía de viajes que tanto abundan en dispositivos y plataformas.
En este recorrido, el diseño así como lo que se muestra va cambiando, Shuni no se ajusta a una composición que reitera sin más, al contrario, tanto en sus personajes como sus formas, viñetas demarcadas y las que no, florecen en las páginas para darle un registro particular a cada caminata. De modo que, los pensamientos y esa voz en off constante de palabras se adhieren a las imágenes que vemos y leemos cuando un cuerpo que parte se divide, se hace incompleto; cuando alguien que carga algo pesado reflexiona al caminar; cuando vemos, con cierto registro fantástico una trenza de caminos que facilitan encuentros que albergan texturas y diseños, o cuando alguien, de muy pocas líneas, se detiene frente al mar y ve que el punto de llegada se parece mucho al punto de partida.
Este también podría ser nombrado como un libro de vestigios, vestigios en el paisaje, vestigios en el cuerpo (que es una forma de paisaje personal) de los vestigios que quedan al caminar «que es lo más lento que se puede transitar». Una declaración de lo que pasa al caminar y también una declaración a la curiosidad, que siempre es algo que a pesar de lo que creemos no se manifiesta en lo cercano. La curiosidad es algo que está lejos, es algo que nos traza un camino a recorrer, así que la curiosidad es ver de otro modo, descubrir y movilizarse, reconocer el mundo al paso de la aventura personal, tal y como lo manifiesta Shuni en este libro que surca y se resbala para mostramos en sus dibujos lo que ha visto y lo que ha imaginado ver.