Las formas del amor

Hace cinco años cuando la dibujante francesa Julie Maroh publicó Corps sonores las discusiones sobre el estado del amor romántico no eran tan presentes como lo advertimos ahora, y los pliegues de un amor más allá de la monogamia no tenían la fluidez en las conversaciones públicas de los últimos días. Maroh, autora de El azul es un color cálido (en francés: Le bleu est une couleur chaude) con el que ganó Premio del Público en el Festival de Angulema, de la cual se hizo la celebrada adaptación La vida de Adèle dirigida, escrita y producida por Abdellatif Kechiche, se sale del registro alcanzado en su popular libro, para ir a otras zonas afectivas, en un ejercicio vacilante de pequeñas capturas sobre lo que es el amor.

Detalle de «Cuerpos sonoros».

Cuerpos sonoros (Dib-buks, 2018), como se tradujo al español, es una selectiva muestra de las formas de amor que se han filtrado por todos los lugares. Una disección del amor puesto en capítulos, que a veces cierran y en otros casos quedan abiertos. No hay entonces una épica, ni el asomo de un arco narrativo, lo que aparece acá son los movimientos de los cuerpos y esas múltiples formas sexoafectivas que los determinan, todo esto mostrado con extrañeza y en sus habituales rutinas: Es decir, con sus dramas, angustias, dudas y maneras de construirse y derrumbarse.

Maroh no intenta con estas historias señalar una respuesta sobre el amor, todo lo contrario, abre capas y capas que se contraponen unas a otras: Bien sea por las voces de los personajes que tratan de entender lo que sienten, o cuando se ven obligados a expulsar las emociones a través del lenguaje, o por lo que se muestra y se sugiere, explícito o no, entre las páginas dibujadas. Tampoco hay una posición moral marcada: La infidelidad, la fluidez, la fragilidad, el desgaste, el deseo múltiple aparecen no como determinantes, sino como formas de ser en el amor. Y sus caras posibles conviven, unas con otras, más allá del género, las formas de los cuerpos y sus orígenes.

Una página de «Cuerpos sonoros».

La ciudad de Montreal, Canadá, sus calles, parques, edificios, restaurantes y camas son los escenarios que Maroh dibujó para instalar a sus personajes, en el adentro y el afuera, en la intimidad y lo público, de que se expresa sin contención. Algo que se advierte en el dibujo de la portada en el que aparecen unos jóvenes besándose al lado de otros, en una forma de comunión que se alza desde un monte cercano con parte de la ciudad al fondo.

Sin embargo, y a pesar de las intenciones vivas y diversas, el tono lúgubre de los lápices, las tonalidades de los grises y las sombras le restan energía a las representaciones encerrándolas en un aire asfixiante de escasas luces que se repite hasta el final, a pesar de los cambios de composición, la soltura en las formas y marcos de las viñetas, haciendo que la fluidez sexoafectiva y la diversidad quede sujeta a la textura y a la atmosfera usada en todas las páginas.  

Los bailes del amor en «Cuerpos sonoros».

A pesar de ese tono gélido y oscuro, el cuadro dibujado por Maroh se acerca, de forma honesta, a esas variables de amor, combinando hastío con deseo, transitando entre la incertidumbre y el abismo, el paso de la felicidad y la soledad, un amor más allá de los diverso como un collage, de pequeños instantes que caminan en tantas direcciones y sonoridades posibles.

En Cuerpos sonoros, como pasa con todas las obras de arte que intentan capturar el amor, es un acercamiento, una proximidad a las muchas ideas que tenemos del amor, sin embargo lo representado por Maroh, nos advierte que no importa su forma, o la diversidad que tenga, el amor, sin importar su idea nos puede hacer daño una y otra vez.

Mario Cárdenas
Mario Cárdenas
Estudió literatura en la Universidad del Quindío. Ha escrito en diferentes medios sobre cómic y literatura. En sus ratos libres se dedica a tomarle fotos a "Caldera" su Bull terrier.

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