No es para menos que durante estas primeras semanas de 2021, se registre una exposición noticiosa en el ámbito de la historieta sobre la aparición de Nuez de Brasil, el libro de Gidalti Jr. Son varios los elementos a resaltar, empezando por el hecho de que es la primera historieta de este autor brasilero; otro más, es que esta obra proviene de la inventiva de un artista plástico de oficio. No menos llamativo, es el realismo de las secuencias y los diálogos crudos acompañantes que retratan la lucha por sobrevivir de las clases marginadas en una sociedad excluyente. Algo muy propio del contexto de América Latina que el cine del gigante suramericano, ya plasmó en películas entrañables como la Ciudad de Dios de Fernando Meirelles.
A diferencia de otras oportunidades, esta vez empezaré por la descripción del soporte. Un libro que impacta no solo por su considerable tamaño, sino por la imagen impresa en la cubierta, la cual remata una escena que parte desde la contracubierta, ilustrando lo que el lector se encontrará en la trama: un extraño niño que siempre huye entre la gente. Las guardas y la portada conservan a modo de generoso obsequio, varios bocetos de los personajes en sus posturas más representativas, en los que Gidalti demuestra su destreza en el dibujo y permite asomarnos un poco a algo del material de su carpeta. Esta presentación se convierte en una puerta abierta para que el lector se introduzca en la perturbadora realidad de Nuez, dejando de lado la impresión de la bella postal inicial.
Tal cual, Nuez —quizá un juego de palabras aludiendo a la típica semilla comestible de la zona de apariencia rústica, pero suave por dentro—, es un niño nativo de la ciudad de Belem, al noreste de Brasil, puerto en la región amazónica que la convierte en un lugar de contrastes donde la actividad humana es vibrante. Su infancia es miserable, se advierte desde la primera página cuando se somete al maltrato de su padrastro, ante la mirada impotente de la madre y la abuela, con las que también convive y que igualmente, reciben una porción de odio por parte del violento sujeto. Nuez se nos presenta con cabeza de gallinazo, aquella ave intimidante que suele merodear los basureros y que los desprevenidos evitan tener cerca. Todos desprecian a los gallinazos, sinónimo de desgracias. Todos desprecian a Nuez, sinónimo de problemas; ese es el mensaje de fondo.
A duras penas, se relaciona con otros niños con la misma antropomorfización (gatos, perros, cerdos, micos), en algún encuentro futbolero barrial para saldar apuestas, porque conocen su habilidad con el balón. Sin embargo, una vez termina el juego debe huir de nuevo, ya que siempre termina peleándose bajo amenazas de una golpiza colectiva.
La historia transcurre en retrospectiva, contada de los labios de una vecina alarmada a un oficial de policía que acude a su llamado, luego de darse cuenta que Nuez se ha escapado de la casa tras un episodio de violencia doméstica, en el que el padrastro golpea a su madre y, por supuesto, el niño se ve obligado a intervenir. En su relato, aunque con algo de maldadosa tergiversación, hace una descripción adulterada del muchacho como alguien malo por naturaleza, sin tener en cuenta el origen real de su comportamiento. A medida que avanza la declaración, el lector hábil no dará crédito a esas palabras y comprenderá la suerte injusta que persigue a Nuez, pues luego de cumplir con el deber de defender a su progenitora, se arroja definitivamente a enfrentar las calles de su localidad. Duerme en cualquier acera, lo echan a patadas al descubrirlo. Toma comida de los mercados, lo vuelven a echar a patadas. Se rebusca dinero con trabajos esporádicos. Raya paredes a modo de desahogo. Cuando logra tener algo de paz interior, pone a volar su mente, imaginando que es un astro del futbol o un héroe de las series de televisión que lo marcaron, salvando indefensos en plenas avenidas de Belem. Queda demostrado que la ternura prevalece sobre la rudeza en su alma, por lo que, la figura del gallinazo que personifica, termina transformándose en el espejo de la sociedad en la que le tocó nacer y crecer. Cuando la vecina culmina la versión suministrada al oficial, clama piedad por Doña Nazaré, que sin duda ama de verdad a su nieto y del cual solo espera tener buenas noticias desde su ventana.
Nuez de Brasil, inspirada en el cuento Adolescendo solar de Luizan Pinheiro, es una mezcla de reflexión y fascinación que deja un sabor agridulce al apreciar el talento narrativo presente en la obra, pero al mismo tiempo, al percibir el «jalón de orejas» que el autor transmite en cada recuadro; en cierta medida al sistema, pero también a nosotros como ciudadanos inmersos en nuestro propio microcosmos, de espaldas a la realidad latinoamericana que nos condiciona.
Nada es gratuito en este entramado, todo tiene un propósito. Predominan al inicio y al final, las viñetas con distribución ortogonal, pero a través del nudo central, las encontramos cerradas de toda la página, abiertas, diagonales y estilo rompecabezas, creando un clima de tensión en cada aventura de Nuez. La técnica de acuarela y lápiz escogida por Gidalti es acertada, logrando un contraste entre la pesadez naranja-marrón del ajetreo urbano y el azul índigo claro del cielo, a modo de signo de esperanza. Acotando que el expresionismo figurativo de los personajes, le da un aire de fotonovela ilustrada en ciertos pasajes. Si bien el recurso de «animalizar», ya es recurrente en las gráficas, lo curioso acá es que no se emplea para ridiculizar al villano, sino para exaltar la índole del oprimido, tomando prestados componentes de la fábula para afianzar lazos sentimentales entre protagonista y lector. En lo particular, no estoy de acuerdo con el término «niño-gallinazo» para Nuez, resulta ofensivo después de compartir sus vivencias de cerca y corroborar que, en el medio del más fuerte, los gallinazos pueden ser cualquiera. A pesar de todo, se cumple la premisa de toda buena creación, como es, la de incentivar al público a la libre interpretación.
*Gidalti Oliveira Moura Junior (1983). Oriundo de la ciudad brasileña de Belo Horizonte. Ha combinado sus facetas de pintor, docente y publicista para dar a luz de manera oficial en 2021, a su primera historieta titulada Nuez de Brasil —Castanha do Pará como título original—, publicada por Planeta Comic y que ya fue condecorada en 2017 con el premio Jabuti cuando aún era una publicación independiente. Continúa trabajando en proyectos personales y prefiriendo mantener un bajo perfil mientras vuelve a brillar con alguna inspiración.
Qué bien, Raúl, esa reseña. Y las ilustraciones son realmente magníficas. Bueno poder leer el cuento en el que está basada la historieta.