En este relato de ficción histórica le seguimos el paso a Sally Heathcote, una auténtica sufragista que llegó de forma casi accidental a la lucha por los derechos civiles de las mujeres en Reino Unido. Es así como a través de Sally se narran los momentos más significativos de la reclamación por el voto femenino, específicamente en Londres, que encabezaban principalmente las mujeres emblemáticas de las sociedades del sufragio, a quienes Sally se afilió para pelear aun en medio de las penurias, propósito que para ella surge más tarde.
En Sally Heathcote. Sufragista (La Cúpula, 2015) se hace recuento de momentos que permiten reavivar el clima revolucionario con el que después nacerán muchas otras luchas por los derechos de las mujeres. Se destaca el infortunio prolongado de las militantes de antaño, el debate que no escapó a la violencia, el uso del poder para regular las exigencias y su deslegitimación por el discurso masculino sobre la inferioridad del sexo que propugnaba a favor del confinamiento de las mujeres al trabajo doméstico, por estar, decían, incapacitadas para participar en la esfera pública.
Mary Talbot, Kate Charlesworth y Bryan Talbot nos invitan a un revisionismo histórico por medio de la historia de Sally con una doble representación bien pensada. Por un lado, lo pictórico, con sus colores, símbolos y trazo favorece al clima efervescente natural de las revoluciones políticas; es la furia que se representa también en un segundo nivel, el textual, para revisitar las arterias del sufragio femenino del que muchas hoy tenemos varias preguntas. Por la cercanía de Sally a Emmeline Pankhurst e hijas, y la pareja de esposos Pethick-Lawrence, fundadores del movimiento, se conmemoran sucesos reales que hoy son insignias de la disputa política que levantó la agrupación de mujeres en torno a ese propósito que, sea dicho de paso, cobijaba a una pequeña parte de las mujeres inglesas, algo que afectaba directamente a nuestra protagonista, quien desde muy pequeña fue trabajadora doméstica de la señora Pankhurts.
Estos entrecruzamientos de la ficción con los sucesos reales van mostrando unas alianzas muy poderosas que, por la gracia de Sally, se fortalecen y a su paso lo hacen las dificultades en contra de la causa que provocaron un estallido tras otro. Estas dificultades, claramente protagonizadas por los líderes del gobierno, son significativamente indignantes y nos recuerdan que, desde lo que podría decirse fue el génesis del feminismo como expresión colectiva, el miedo del poder masculino a la lucha se equipara con la aplicación de terror.
Otro de los hechos representados es que la unión social y política de las mujeres (WSPU) incitó a la rebelión, y con esta consigna las mujeres se dejaban la piel en cada protesta, cada marcha, cada movilización. Sally testimonia también su participación en el grupo de lo que la Sra. Pankhurst llamaba «guerrilleras», las Young hot bloods (jóvenes de sangre caliente), miembros cruciales para la manifestación no pacífica que es otro de los ejes que se usaron para comunicar las disparidades entre las sociedades sufragistas que hacen de este asunto algo para entroncar con cuestiones más contemporáneas; es un poco lo que los creadores de este cómic dividido por capítulos hacen, intercalando diferentes temporalidades para mostrarnos a una Sally anciana rememorando su historia como joven sufragista.
Sin duda, esta es una historia que no solo encanta a primera vista, sino que exige volver a ella cuantas veces la curiosidad te lo indique, pues se puede extraer tal variedad de temas de discusión, hay tantos elementos visuales y formales por apreciar, que un solo encuentro no basta.