El domingo 26 de enero falleció la investigadora y editora Mariela Acevedo, una pieza fundamental en la exploración académica alrededor de la historieta argentina y latinoamericana. Una «lectora querida» que nuestro editor, Demian Urdin, recuerda en este texto.
Hace ya no sé cuántos años, habrá sido cerca de 2015, a metros del pino de Puan, en el patio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Buenos Aires, habían organizado una feria. En el marco de algún congreso que pretendía extenderse más allá de las aulas de esa fábrica de cigarrillos devenida en casa de estudios, se habían terminado por entremezclar puestos de publicaciones autogestivas con vendedoras de ropa de diseño y señoras vendiendo tortas invertidas de manzana. Con un café quemado en la mano, comprado en el bar del centro de estudiantes, me acerqué a una mesita donde tenían varias revistas. En una de las tapas, una mujer rubia de pelo largo y con el torso desnudo miraba amenazante hacia el frente. Reconocí el dibujo de Ignacio Minaverry y pregunté el precio. Acá el primer recuerdo: la chica de sonrisa en boca ancha, la voz cálida y la catarata de información sobre la importancia que tenía cada una de las páginas que venía hojeando. Me llevé dos números y un libro compilatorio que Hotel de las Ideas había editado en 2014. Esa tarde conocí Clítoris, una publicación que es hoy una referencia para toda la región. Para conocer quién era Mariela, la vendedora de sonrisa ancha, faltaba un poco más.

Un tiempo después, mientras esperaba que envuelvan para regalo una serigrafía de Rocambole comprada en Espacio Moebius, encontré perdidos en una de las bibliotecas los primeros dos números de Clítoris, ambos descatalogados, y completé la colección. Me acuerdo mucho de lo que pensaba sobre ese proyecto: «es como Fierro, pero feminista». Ese enorme movimiento que en aquellos años comenzaba a ocupar las calles, las asambleas y las casas, ahora también lo hacía en la historieta y la revista era uno de sus más importantes canales.
A mediados de 2017, mientras paseábamos con el director de cine y lector de historieta Nicolás Taramasco por la Crack Bang Boom, soñamos con crear un ciclo de entrevistas con las voces de les protagonistas de la Historieta Argentina. La idea era clara, aunque un poco pretenciosa: combinar la estructura del programa Inside the Actors Studio -que conducía James Lipton y nosotros habíamos visto en el canal de cable Film and Arts– con la del ciclo Continuará… -que transmitía Canal Encuentro y conducía el escritor, guionista y editor Juan Sasturain-. Así nació Guion y Dibujo: Diálogos de Historieta.
Empezamos a contactar autores con trayectorias kilométricas, editores de pequeñas casas editoriales, humoristas gráfiques nacides en las redes sociales y artistas que ocupaban lugares importantes en nuestras bibliotecas. Para el octavo capítulo de la primera temporada, busqué la fan page de Facebook de Clítoris y escribí por Messenger invitando a quien estuviera del otro lado a charlar del proyecto. Quien respondió era la chica de la feria de la tarde del café quemado y la torta invertida de manzana que vendía sus revistas a metros del pino de Puan. Supe ahí que se llamaba Mariela y que era bastante más que la editora de una revista. Vino un sábado a la tarde a la comiquería donde grabábamos el programa, acompañada por Javier Hildebrandt, uno de los editores a cargo de Hotel de las Ideas y guionista de una historieta corta publicada en Clítoris. La charla fue, y sigue siendo, una experiencia formativa increíble.

Me interesaba que Guion y Dibujo supiera responder a los movimientos sociales de la época, por lo que Clítoris fue un gran directorio de artistas mujeres y disidentes. De ahí salieron varias de las creadoras que entrevistamos a lo largo de los más de setenta capítulos que tuvo el ciclo. Mientras escribo este texto reviso las conversaciones con Mariela de aquellos años y descubro el sinfín de links, documentos descargables y publicaciones recomendadas por ella para dar a conocer el trabajo de artistas y proyectos de todo el país que se creaban desde los feminismos. Una cualidad que se repitió en muchas de nuestras charlas, la de ser un amplio radar, siempre activo y atento, para encontrar nuevas expresiones, estilos y nombres propios que engrosaran la lista de artistas nacionales haciendo historieta.
Después de esa primera entrevista y esas primeras conversaciones, compartimos varias cosas más. Recuerdo una cena en la pizzería La Americana de Callao y Mitre, donde se festejó la publicación de Dora: Malenki sukole, la tercera entrega de la serie creada por ese mismo Minaverry que había sido el anzuelo para llegar a la revista. Serie que, supe después, Mariela amaba. Recuerdo también una discusión agitada en el sótano de la comiquería Sector 2814 alrededor de la figura de Clara de Noche, el personaje de Carlos Trillo, Eduardo Maicas y Jordi Bernet, y sobre ciertas líneas editoriales de la Revista Fierro de aquellos años. Afinando la memoria, encuentro que varios de los recuerdos que siguieron pueden entrar en esta última categoría en la que el tono subía hasta niveles inesperados en pos de ganar una discusión.
Pero esas escenas de contienda teórica son inseparables de su generosidad. Fue Mariela quien, cuando supo que la historieta sería mi tema de investigación en Antropología Social, me invitó a RING, la Red de Investigadoras e Investigadores de Narrativa Gráfica de América Latina. De ahí salieron no solo intereses teóricos en los que aún sigo indagando, sino también amigues querides desparramades por toda la región. Los mismos afectos que todavía no pueden creer, como yo, que Mariela se haya ido.
A fines de 2018, armó grupo con Jules Mamone (Femimutancia) y Dani Ruggeri para llevar adelante una idea que venía creciendo entre sus búsquedas académicas. El proyecto era impresionante: crear una genealogía de autoras de historieta a lo largo de toda la historia gráfica nacional, buscando no solo en los libros y las revistas, sino también en lugares más recónditos de la cultura argentina del siglo XX y principios del XXI. Para la parte audiovisual, convocó al equipo de Guion y Dibujo. Fuimos testigues directes de esas charlas, todavía inéditas, con las artistas Patricia Breccia, Sole Otero y Martha Barnes. De ese encuentro nos quedó a ambes la espina de no llegar a entrevistar a Blanca Cotta, la enorme historietista y escritora que, machismo imperante de por medio, había saltado a la fama como cocinera de la televisión y de cuyo trabajo se hablaba poco y nada.
En 2019, en la redacción del medio de comunicación feminista LatFem, llegó la muestra y la presentación del catálogo de lo que finalmente se llamó Nosotras contamos: Un recorrido por la obra de autoras de Historieta y Humor Gráfico de ayer y hoy. Los dos pisos y la vereda del local que alquilaba el medio se llenaron de artistas y lectores de todas las edades que vieron otra historia de la historieta, distinta a la que se nos había contado. Ese trabajo fue, es y seguirá siendo revolucionario.

Los últimos años nos encontraron un poco más distanciades. Diría, hasta peleades. Creo saber por qué y tiene razón ella. Donde sea que esté, otra vez ganó la discusión.
Mariela es para mí una puerta abierta para pensar en nuevos horizontes hacia los cuales extender los estudios sobre historieta y narrativas gráficas. Es también la posibilidad de crear espacios de discusión teórica, práctica y metodológica alrededor de estas temáticas que nos saquen un poco del rol pasivo de la escritura. Una discusión con todas las letras, con todos los griteríos, con todas las peleas y todos los reencuentros que tiene que tener todo buen campo intelectual -sobre todo si es latinoamericano-. Mariela encarna una pasión única desde la cuál dar esas batallas.
El lunes la despedimos a poquitas cuadras de su casa. El velatorio fue lo más parecido que yo he visto a la escena final de El Gran Pez, donde los personajes un poco maravillosos de la vida de Mariela -fuera y dentro de la querida por ella historieta- nos acercamos para acompañar a Diego, su pareja, y para aplaudir varias veces todo lo que nos dejó a nosotres.
Mariela es una referente en la formación de un modo de leer, de pensar, de repensar y de reconfigurar el campo de la historieta argentina y latinoamericana. Más que una académica respetada, es una lectora querida. Todo esto que sos, Mariela, es lo que vamos a extrañar.