La CAZ, Jozz Ojeda y la otra vida de los monos

En Zapopan, Jalisco, donde el trazo se mezcla con el pensamiento y la tinta se convierte en acto revolucionario, florece un proyecto que parece salido de una novela gráfica: la Casa del Autor Zapopan o, como ya muchos la conocen, la CAZ. Más que una residencia artística, la CAZ es un semillero de narrativa visual, un punto de convergencia entre culturas, generaciones e imaginarios.

Nacida en 2021 como parte del proyecto Confluencia Creativa —una colaboración internacional entre Zapopan (México) y Angoulême (Francia), apoyada por la Agencia Francesa para el Desarrollo—, este espacio se convirtió en un refugio para la creación contemporánea de cómic, animación, videojuegos y narrativa gráfica.

Allí estuvo Jozz Ojeda, ilustradora y autora, con quien tuve la oportunidad de charlar sobre la Casa del Autor Zapopan, su experiencia allí y sobre cómo el cómic repercute en su vida. Jozz lleva en sus líneas la memoria de lo íntimo, la nostalgia llena de color que nos remite a la particularidad de la infancia y de una adolescencia en la que crecimos viendo caricaturas. Animaciones donde los personajes eran puestos en interdiálogos con nosotros, los espectadores, generando así un reconocimiento emocional entre generaciones.

Jozz fue parte de la segunda generación de residentes de la CAZ, una experiencia que marcó un punto de inflexión en su obra. Hablar con ella no es solo hablar de técnica o trayectoria, es también sumergirse en una conversación honesta sobre lo que significa crear desde el sentimiento, la marginalidad del mundo artístico/editorial y, por supuesto, desde la ternura. Es hablar de la nostalgia como estética y como posición política.

Detalles de trabajo en el stand de la Casa del autor de Zapopan.

La Casa del Autor Zapopan no es solo un espacio físico, es una apuesta por descentralizar la producción artística y por reconocer al cómic como un lenguaje legítimo de exploración cultural. En palabras de Jozz, «Latinoamérica tiene unas propuestas que son muy frescas, muy viscerales, muy diferentes». 

Durante su residencia, convivió con autores de distintos países de la región —como Jesúza (ilustradora de Chile) y Demian Espinoza (escritor argentino)—, explorando las múltiples formas en que el cómic puede articular una narrativa compartida desde otras experiencias y formas de narrar. Esa convivencia transnacional no sólo permitió el intercambio de técnicas y estilos, sino que también provocó una conversación sobre las influencias y las rupturas.

«Obviamente, venimos de consumir mucho cómic europeo o norteamericano, pero ahora hay propuestas que, aunque tienen esa influencia, se sienten más nuestras», señala Jozz y agrega que «se nota otra sensibilidad, otro contexto». Cuando hablaba con ella sobre esto, le contaba que -en mi inexperticia- encontraba un diálogo entre las obras actuales y mi propio momento de vida. En los autores jóvenes vemos temas en común, como la nostalgia, la soledad, la niñez, crecer y ser adulto en un mundo hostil. Todo esto, sin dejar de lado el estilo personal y la comunión entre los referentes que podemos reconocer como parte de un contexto similar, el cual es crecer en Latinoamérica en los noventas y dos mil.

La auto publicación, una conversación necesaria

Uno de los temas recurrentes en la charla con Jozz fue la autopublicación. Una respuesta al miedo de lanzarse a crear, en un panorama editorial que muchas veces excluye lo no hegemónico. La autopublicación se ha convertido en la herramienta clave para artistas emergentes. «Cuando autopublicas, no solo controlas el proceso creativo, también la distribución, la relación con el público», explica y concluye que «es muy demandante, pero también muy liberador».

Lutino, su obra más reciente, fue presentada como parte de la cohorte de Zapopan en el Primer Festival del Libro Infantil de Medellín 2025, donde la ciudad mexicana fue homenajeada. Si bien la charla no giró directamente en torno al libro, era muy claro que Lutino forma parte del universo de Jozz. Su presencia se podía ver en las reflexiones sobre la memoria, la paleta de color semejante a la nostalgia, los sentimientos y el crecer. En el cómic podemos ver que el color y la composición están al servicio de la emoción, lo que hace que podamos conectar no solo con Lutino, sino con la obra global de Jozz.

A través de su trabajo y de lo conversado, entendí que el hacer fanzines es hacer parte de la revolución. Estos nacen en forma de protesta contra un sistema editorial globalizado y cerrado a la innovación y las propuestas frescas de los jóvenes creadores. Artistas que dan un nuevo paso al indagar en el hacer fanzine, al investigar su origen, al almacenar y cuidar su historia.

Las fanzinotecas no solo son bibliotecas de fanzines, son espacios de memoria, resistencia y juego colectivo. Es ahí, entre fotocopias, grapas y papel reciclado, donde muchos artistas dan sus primeros pasos narrativos, sin filtros ni permisos. En la UNAM existe una Fanzinoteca dentro del Museo Universitario del Chopo, con un archivo digital lleno de la historia del fanzine en México, listo para que pasemos y veamos esta revolución.

Roberto Silva, jefe de la Unidad de Residencias Artísticas de la Casa del Autor Zapopan.

El color como narrador silencioso

Pocas autoras reflexionan con tanta profundidad sobre el color como Jozz. En su visión, cada tono es una voz, cada paleta una atmósfera. «Con el color, puedes ser tan claro como tú quieras y también puede ofrecer cierto misterio y cierto espacio para que el lector tenga su oportunidad de interpretar», dice. 

En sus trabajos, el color no solo es color. Es una traducción de sentimientos que va creando capas de significados. Y aquí resalto la importancia como lectores de darle uno propio. Dejar que el cómic nos cuente y nos conecte con cosas que pasamos desapercibidas.

El tiempo y los sentimientos

Podemos entender el concepto de afterlife como una segunda vida que ocurre fuera del tiempo lineal, una dimensión ensoñada donde los recuerdos, los traumas y la nostalgia se encuentran. Ese más allá que no es religioso, sinó más bien emocional, y en donde el personaje encuentra en lo cotidiano símbolos que nos transforman en la lectura. Allí podemos ver el viaje del personaje dentro de sí mismo, mientras que, a su vez, la lectura nos crea un propio viaje personal para el que solo hace falta dejarse encontrar.

«Lutino es una despedida», sentencia Jozz, aunque aclara que «no una despedida desgarradora, sino una que deja espacio para el agradecimiento y la transformación».

Hablar con Jozz es también hablar del pasado, pero no como idea tortuosa, sino como una herramienta para entender el presente. Ella afirma que el propio viaje, «entre más personal, más universal».  Y no puedo estar más de acuerdo con ella, porque el sentimiento propio puede y se transforma en el sentimiento de alguien más. Quizás así es como encontramos referentes para sentirnos pertenecientes al mundo. Yo, por ejemplo, hablando de otro personaje de Jozz, me identifico con el Payaso Chispita, porque crecer es difícil en un mundo donde el color quiere ser suprimido por capas de beige y hueso.

Jozz Ojeda y Paulina Márquez en el stand de la Casa del Autor Zapopan, que se montó en el Festival del Libro Infantil de Medellín. Fotografía: cortesía Eventos del Libro, Medellín.

En su obra aparecen sentimientos a partir de personajes que atraviesan momentos que nos resultan familiares —una amistad rota, una mudanza, una mascota que se va—. Todas situaciones pequeñas que contienen universos enteros. Poco a poco, encontramos sentimientos que nos son familiares. La nostalgia aquí no es un gesto melancólico vacío, es más una forma de codificar lo vivido, de hacerlo visto en otras temporalidades. 

Jozz me cuenta que sus personajes y la historia la guiaban en el proceso de creación. Cada uno le va indicando qué hacer, qué dibujar, qué decir. Me pareció precioso ese ritmo, donde quién cobra vida es uno, como intermediario entre personaje e historia. Lo imaginado traspasa el mundo real, incluso al papel y nos puede hacer ver la importancia que deben tener los artistas que ponen su corazón y espíritu en el proceso, porque la creación aquí es tarea de todos: autor, personaje, color y lector.

Al leer varias de las publicaciones de Jozz, puedo decir que me sentí como un camarón, figura a la que ella se remite por la curva de la espalda al dibujar y el futuro dolor después de levantarse. Entonces, pensé en ser una «lectora camarón», encorvarme para entender dentro del personaje y la historia todo lo que hay detrás. Magia, digo yo.

Esto me remite al recuerdo, a la esperanza que se encuentra en la identificación de iguales dentro de una obra y agradezco a Jozz por esto. Si un personaje me guiara desde afuera, quisiera que fuera uno que me recuerde que la nostalgia no es mala, que el estallar de color puede conectar con muchos y que las historias se deben sentir.

Jozz Ojeda y Paulina Márquez conversan con Paola Campbell en el Festival del Libro Infantil y Juvenil de Medellín. Fotografía: cortesía Eventos del Libro, Medellín.

La obra de Jozz y la de muchos otros creadores contemporáneos latinoamericanos marca un giro en la narrativa gráfica. El viaje del héroe es más íntimo, más introspectivo, se puede conectar más, porque ya no vemos tantos caballeros que intentan salvar una nación, sino que vemos a un adolescente tratar de salvarse a sí mismo y esto lo considero más valioso.

Con la nueva ola de artistas jóvenes, me queda claro que lo íntimo y lo simple no es necesariamente aburrido o un cuadro de ayuda. Es la búsqueda por conectar las voces que tienen mucho por decir. Esta nueva ola promete mucho y ojalá podamos tener aquí, para poder ver y leer en Colombia, los cómics increíbles de otros creadores de la CAZ. Las historias, el color y lo apapachables que se me hicieron son la respuesta a un mundo editorialmente globalizado por el códice del libro común.

En ese sentido, la Casa del Autor Zapopan no es sólo una residencia, sino un ecosistema. La oportunidad de crecer y aprender, de enriquecer el mundo interno con procesos nuevos, amistades y referentes desconocidos. Es un espacio que no teme abrazar lo híbrido, lo inacabado, lo que todavía está en proceso. Un lugar donde los monos son más que dibujos, son la metáfora de cada uno de los que hacen parte, con los que los lectores aquí afuera queremos conectar.

La obra de Jozz nos invita a leer despacio, a mirar con atención, a mirarnos por dentro, a dejar que el llanto salga y sea un payaso colorido quien nos recuerde que, aunque es difícil crecer, nos podemos preparar un sándwich y todo estará bien.

Desde Zapopan al mundo, desde la CAZ al lector, estas historias nos convocan a pensar la creación cultural como un acto colectivo y sensible. Porque dibujar también es resistir.

Lucía García Mosquera
Lucía García Mosquera
Profesional en Estudios Literarios. Le gusta escribir poesía. Tiene un blog.

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