Las nuevas vidas del Gato: una entrevista con Daniel Rabanal

Es indispensable iniciar este texto diciendo que, con sutileza felina, Daniel Rabanal [1] me hizo dos regalos invaluables. Uno de ellos fue la experiencia de ver por vez primera a mi país reflejado en un cómic. Tendría no más de nueve años cuando viajé por las calles de Bogotá gracias a Las aventuras de Gato, una publicación de la icónica revista Los Monos[2]. Era una ciudad que nunca había visitado, pero el tráfico, la arquitectura y las gentes que poblaban esas viñetas tenían algo inescapablemente colombiano.

Su segundo regalo llegó muchos años después, en la forma de un artículo de su autoría sobre el panorama de la historieta colombiana. Este sería el punto de partida para una de mis primeras pesquisas sobre el tema. Desde entonces no he parado de investigar acerca de la narrativa gráfica nacional.

Porque la vida es curiosa – como los gatos- hace unos días me obsequiaron la más reciente edición de El triángulo de la Candelaria uno de los arcos narrativos más emblemáticos de Gato. Casualmente era una de esas historias que no pude terminar de chico: nunca llegué a conseguir la última entrega. Una vez leído el postergadísimo final tuve el impulso irrefrenable de contactar a Daniel con el germen de esta entrevista en mente. 

Por suerte, esta vez la curiosidad no mató al gato: aunque no habíamos cruzado palabra antes, el maestro Rabanal tuvo la cortesía de atenderme de inmediato y responder generosamente a todas mis preguntas. Sus respuestas, salpicadas de lucidez, contundencia y humor, a continuación.

Dos ediciones separadas por 27 años.

El Triángulo de la Candelaria fue publicado originalmente y por entregas en 1995. Transcurridos todos estos años. ¿Cómo ve la obra en retrospectiva? ¿Le parece que sigue vigente y podría atraer a lectores de una generación diferente? ¿Hay algo particular que le gustaría cambiar?

En las casi tres décadas transcurridas desde la publicación original de Las aventuras de Gato ha cambiado mucho la historieta, y el mundo… me parece evidente decir que, ante circunstancias similares, hoy haría algo distinto. Sin embargo, creo que este trabajo mantiene algunos aspectos aún vigentes, sobre todo los referidos a la cotidianeidad colombiana (los trancones en Bogotá siguen firmes, la problemática ecológica se ha agravado, la corrupción…). Lo que supongo que puede significar un punto negativo para los posibles lectores actuales de historieta es el hecho de que la «aventura» cómo género ha quedado muy relegada para las nuevas generaciones, o tal vez habría que decir que el concepto de aventura ha cambiado fuertemente y las de Gato pertenecen ya a otra época. Pensemos que en 1995 la Internet era algo muy incipiente y hoy es casi imposible pensar en un joven de esa edad prescindiendo del celular inteligente. 

Una muestra del tráfico en estos paneles de trabajo en progreso, cortesía del autor.

Las aventuras de Gato eran muy diferentes (gráfica y temáticamente) al cómic que se leía por esa época en Colombia. ¿Fue muy difícil lograr que se publicara? ¿Tuvo usted alguna retroalimentación significativa sobre la recepción de la obra?

De manera sorprendente para mí la publicación de Gato fue lograda con gran rapidez. Sin duda la receptividad de Clara Helena Cano, directora de la revista Los Monos de El Espectador, fue determinante. Ella me había convocado para proponerme la publicación de una historieta infantil «Heriberto y las mujeres», que ya había tenido una cierta difusión, pero yo tenía ganas de hacer algo apuntando más a los lectores jóvenes. Le pedí entonces unos días para hacerle una propuesta distinta y así surgió Gato, que fue aceptada de inmediato.

Ni bien se inició la publicación, que fue precedida por una linda campaña de expectativa en la misma revista, comenzaron a llegar cartas a la redacción celebrando el trabajo. Recuerdo una en particular en la que un lector alborozado nos contaba que un tío suyo vivía en el mismo edificio en el que lo hacía el profesor Borenstein, uno de los personajes de la historieta. Muy pronto la revista Semana le dedicó una nota de dos páginas al trabajo y al finalizar la publicación del primer episodio en el festival Lucca Comics de Italia (que por entonces era todavía uno de los dos o tres festivales de comic más importantes del mundo) recibimos el premio «Yambo» a la mejor iniciativa editorial del año.

Este fue el primer cómic que leí y sentí muy local. Pese a que yo ni siquiera vivía en Bogotá, la arquitectura, la gente, el tráfico y el ambiente en general lo percibí por primera vez como altamente colombiano. ¿Cómo explica esta sensación cuando el autor, usted, es argentino y para entonces llevaba apenas unos años viviendo en el país?

Esa identificación con lo local muy probablemente haya sido el factor principal en la aceptación de la historieta por parte del público. Cuando tenía unos diez u once años y leí por primera vez El Eternauta y me impresionó mucho ver que una tremenda aventura se desarrollaba en sitios que yo conocía perfectamente, con los colectivos (buses) que pasaban frente a mi casa, con las pintadas en las paredes que leía todos los días, con gente con la que me cruzaba al ir a hacer alguna compra en el barrio. Desde entonces siempre pensé que este tipo de identificación era algo muy importante en cualquier historia. Hay que sumar a esto mi particular interés por la arquitectura y el urbanismo y en general sobre los temas del desarrollo urbano.

A mi llegada a Bogotá, en 1989, quedé fascinado por las diferencias de esta ciudad con mi Buenos Aires, y sobre todo por la distinta relación de los habitantes de Bogotá con su ciudad. De alguna manera y aunque lejos de cualquier pretensión de rigor «científico» me dediqué a observar mucho esas diferencias, a recorrer la ciudad y sus barrios (aún aquellos señalados como peligrosos) como no lo hacían los locales. Por otra parte, la extranjeridad suele aportar percepciones y objetividades que habitualmente pasan por alto, por el hábito, los propios del lugar. Pienso que esto podría explicar, al menos en parte, esa sensación a la que te referís en tu pregunta. 

Paisajes icónicos.

Con los años y las lecturas, empecé a notar una importante influencia del cómic europeo (Hergé, Moebius, la BD franco-belga entre otros) en Las aventuras de Gato, eso sí, filtrado a través de un estilo muy personal. ¿Puede contarnos algo de las influencias y el proceso creativo que tuvo con esta historieta?

Esto es así sin duda alguna. Pero en el caso de Las aventuras de Gato tiene una especificidad que me parece importante señalar.

En general, al encarar una ilustración o la creación de una historieta, tiendo a no pensar en el público al que va dirigido el trabajo. Siempre trato de que la guía principal sea la de mis propios intereses y gustos. Hacer algo pensando en un público en particular es cosa que habría que dejar para las «producciones», apoyadas en el mercadeo y las encuestas. Por ese camino se pueden lograr trabajos muy exitosos (plataformas como Netflix y Disney nos muestran bastante al respecto) pero casi siempre alejados de la verdadera autenticidad de los autores.

Con Las aventuras de Gato me pasó, sin embargo, que de alguna manera tuve que pensar en ese posible público. Fue la primera vez, para mí, de publicar historieta en un medio masivo y de distribución nacional, con el condicionante, además, de que iba a llegar a una población mayoritariamente carente de experiencia lectora de historietas. Esto me hizo pensar en la necesidad de una estructura «clásica» y de fácil lectura, alejada de «vanguardismos» y composiciones de página dinámicas y quebradas. Entonces Hergé y la «línea clara» fueron el referente fundamental para encarar el trabajo. Y esto con poco esfuerzo, debo decirlo, porque he sido y sigo siendo un admirador incondicional de esa tradición historietística y un fan de Tintín, como de Moebius y Hugo Prat (con quien aprendí a dibujar copiando sus personajes en los años 50).

De Tintín tomé también la idea de pasear a Gato por distintos escenarios, si no del mundo sí de Colombia., y estudié y apliqué, en la medida de mis posibilidades, los métodos y las técnicas de Hergé para la construcción de sus historias. Mucha documentación, fotografía y viajes a las regiones de los distintos episodios.

Gato y Tintín: parecidos diferentes

Los 90’s fueron una década particularmente difícil en un país de dificultades. Narcotráfico, terrorismo, corrupción y un sinfín de problemas asociados. Usted mismo cuenta que lo recibieron un par de explosiones al llegar a Colombia. ¿Cómo fue la experiencia de hacer una historieta que tocaba, aunque con mucha sutileza, algunos de estos temas?

Debo decir que nunca me propuse de manera consciente tocar esos temas. Para mí, sin duda por mi historia personal de militancia política [3],era imposible que no formaran parte de las tramas de unas historias que se desarrollaban en ese contexto: el Bloque de Búsqueda [4]estaba en la calle permanentemente, si Gato estaba en las mismas calles esa fuerza no podía estar ausente. Solo eso. No había un plan al respecto, como tampoco lo había sobre la paridad existente en la relación entre Gato y Alina [5](algo que señaló recientemente mi amiga powerpaola), siempre concebí las relaciones de esa manera en mi vida personal así que de esa manera se expresaron en la historieta.

En las calles de Bogotá.

A propósito de las posibles consecuencias de abordar ciertas temáticas: es usted un sobreviviente de la dictadura militar argentina. Su militancia le costó incluso un largo tiempo de permanencia en la cárcel. A veces se dice con ligereza que «el arte nos salva la vida » pero se me antoja que en su caso el asunto fue mucho más literal. Además de expresarle mi más profundo respeto por su valentía y entereza, quisiera preguntarle. ¿Cuál fue el rol de la creación de historietas durante este periodo tan aciago? ¿Cómo le ayudó a usted mismo y a otros?

Cuando me detuvieron, en 1976, nunca había trabajado en ilustración ni en historieta, aunque dibujaba desde siempre. Había estudiado arquitectura y en ese momento mi vocación era exclusivamente política. Cuando salí, en 1984, a las pocas semanas mi primer trabajo fue haciendo historietas para la revista Fierro. Fue en la cárcel, entonces, donde decidí mi destino como dibujante, ilustrador e historietista. Los primeros trabajos fueron pequeñas tiras satirizando nuestra situación como presos políticos, hechas clandestinamente sobre el papel que hubiera y con los instrumentos que se pudiera. Se dibujaba con núcleos de pila (que tienen mucho grafito), con té, café y palillos, a veces era permitido el lujo de un bolígrafo o un marcador. Dibujaba también en las cartas que otros compañeros les mandaban a sus hijos, esos eran mis trabajos «por encargo»… pero las historietas eran «la estrella» de mi producción. Se trataba, claro está, de ejemplares únicos que circulaban de mano en mano y nos ayudaban a tomar en solfa la difícil situación en la que estábamos.

Y sí, «el arte nos salva la vida»: no sólo el dibujo, también el teatro, la música, la literatura, hechos por nosotros fueron una invaluable ayuda en ese tiempo.

Dos páginas de Daniel Rabanal dibujadas en la cárcel de Rawson (en la Patagonia) entre 1981 y 1982.

Ya sobre el final de esos años, cuando la dictadura en decadencia se vio obligada a ir aflojando un poco la dureza del régimen carcelario y mi vocación historietística estaba afianzada, encaré proyectos un poco más ambiciosos (aunque siempre con enormes limitaciones en los medios) y comencé a hacer algunas adaptaciones de cuentos de Jorge Luis Borges y Horacio Quiroga y finalmente una historieta de largo aliento con guion propio (junto a un compañero), una historia de aventura ambientada en la Patagonia a principios del siglo XIX y basada en hechos reales.

Con 12 páginas de ese proyecto, pensado para 120, me presenté en la revista Fierro a mi salida y comencé lo que sería mi «profesión» desde entonces.

En mi caso personal, leí Las aventuras de Gato en su formato original: por entregas. Cada episodio terminaba en una especie de «cliffhanger» que me dejaba ansioso por leer lo que venía. A veces la mayor aventura era tratar de conseguir la siguiente entrega. En este sentido se agradece la más reciente edición compilatoria de 2022. Pero desde el punto de vista del autor ¿Cree que hay un cambio significativo en la experiencia narrativa entregada en un solo tomo? ¿Hoy día preferiría este formato clásico por entregas o se inclinaría por un tomo auto conclusivo? ¿Por qué?

Me parece que hoy el formato por entregas es impensable; no existen los medios para realizarlo y tampoco existe ya el lector capaz de esperar una semana para leer otra página. Desgraciadamente nos han obligado a exigir todo ya, al instante. ¿Sería posible hoy mantener una relación por correspondencia escrita sobre papel?

Por otra parte, la historieta ha sido por muchísimos años, un producto de la cultura popular y hoy ya es otra cosa, ni mejor ni peor, distinta, y no creo que haya manera de volver atrás.

De todas maneras, más allá de algunas exigencias que planteaba la narración por entregas, como ese cierre «en punta» al que te referís, no creo que haya una diferencia significativa entre una manera de contar y otra.

Páginas exclusivas del próximo proyecto de Rabanal: una novela gráfica documental sobre la Guerra de los mil días en Colombia.

En 2001 publicó usted un artículo en el que disertaba sobre el panorama de la historieta en Colombia. Trascurridos más de 20 años y según su experiencia y criterio. ¿Cómo ve el estado y el futuro del cómic en Colombia y en Latinoamérica?

Siempre sostuve, junto a mucha otra gente, que contar historias es una de las actividades fundamentales del género humano. La historieta en tanto manera de contar historias tiene entonces su futuro asegurado. Habrá cambios (ya los hubo y muchos), habrá períodos de baja y otros de alza (los hemos vivido y los vivimos), pero la historieta allí sigue. Cuando llegué a Colombia, a fines de los 80, el cómic trataba de abrirse camino a partir de una historia indiscutiblemente pobre. Hoy está floreciendo, con no pocas editoriales muy dedicadas al género, con librerías especializadas, con publicaciones y festivales y con muchos jóvenes (y no tanto) trabajando con entusiasmo. Una verdadera explosión que, a pesar de no estar viviendo en Colombia desde hace ya más de 10 años, alcanzo a percibir desde aquí.

No tengo idea de cómo será el futuro de la historieta, ni allá ni aquí, y tampoco es algo sobre lo que me detenga a pensar, es una tarea que, en todo caso, le dejo a otros, estudiosos y teóricos del género.

Creo que lo que debe ocuparnos es el presente, nuestro presente en relación con la historieta. Nuestro trabajo cotidiano, nuestro estudio permanente, la investigación y el trabajo, mucho trabajo. Si nos gusta el comic, hagamos comic, pero hagámoslo en serio, respondiendo a nuestros sentimientos y necesidades.

Páginas exclusivas del próximo proyecto de Rabanal: una novela gráfica documental sobre la Guerra de los mil días en Colombia.

¿Qué nos puede contar de sus proyectos más recientes en el mundo de la historieta?

Desde hace ya más de dos años estoy trabajando en lo que se podría llamar una «novela gráfica documental» sobre la Guerra de los Mil Días que publicará en Colombia Babel Libros (cuando la termine, claro, probablemente en dos años más), un proyecto de más de 300 páginas. Aunque el trabajo está avanzado – tengo más de 80 páginas finalizadas – en proyectos de tan largo aliento siempre hay interrupciones por la necesidad de realizar otros trabajos, en mi caso de ilustración, por aquello de que los historietistas también comemos…

En este caso la «línea clara» fue dejada de lado y al respecto me parece apropiado un comentario. Tanto en mis trabajos de ilustración como en las historietas nunca me propuse conservar o definir un estilo, cada proyecto me propone un tratamiento particular y trato de ser fiel a esa percepción. La impronta personal, aquello que eventualmente identifica al autor, siempre aparecerá independientemente de la voluntad del mismo.

¿Hay esperanzas de nuevas aventuras para Gato? Muchos lectores estamos cruzando los dedos.

Me temo que deberán seguir cruzando los dedos…

***

Un par de horas después de culminada la entrevista, se me ocurre lo que tendría que haber sido la primera y más obvia pregunta. Maldiciendo mi torpeza y abusando de la paciencia de Daniel, me animo a contactarlo de nuevo. Dadivoso, me ayuda a resolver el crucial misterio.

¿Por qué razón se le ocurrió ponerle el nombre de Gato a su protagonista?

En cuanto a la pregunta que considerás importante… lamento tener que decirte que no tengo la menor idea… seguramente tuve un motivo, pero si así fue no lo recuerdo, esa es la verdad.

*Para descargar y leer Las aventuras de Gato: El triángulo de La Candelaria dar click en el siguiente enlace

[1] Buenos Aires, 1949. Se desempeñó como periodista en los años setenta, ocupación que alternó con la ilustración hasta que a partir de la década de 1980 se dedicó exclusivamente a ella y a la historieta. Ha ilustrado más de cincuenta libros de literatura infantil y juvenil con autores como María Elena Walsh, Beatriz Ferro, Yolanda Reyes e Irene Vasco y cinco de su autoría. Como historietista ha publicado sus trabajos en diversos medios de Argentina, Colombia e Italia.

[2] Los Monos era un suplemento del periódico colombiano El Espectador que se publicó entre 1981 y 2000 en el que muchos lectores tuvieron su primera aproximación al cómic.

[3] Rabanal formó parte de Los Montoneros organización de la izquierda peronista que le hizo frente a la dictadura.

[4] El denominado Bloque de Búsqueda fue una unidad de operaciones especiales conformada por miembros del Ejército y la Policía Nacional de Colombia que tenía por objetivo la captura del narcotraficante Pablo Escobar tras su fuga de prisión.

[5] Alina es la compañera de aventuras de Gato. Una mujer independiente, inteligente y empoderada que incluso le daba sendas palizas en el dominó al protagonista. Un tipo de personaje bastante adelantado a su época.

Diego Cárdenas
Diego Cárdenas
Ibagué, Colombia. Becario de Doctorado en Literatura. Magíster en literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Profesor de Literatura Angloamericana en la Universidad del Tolima. Recientemente culminó la investigación “20 años de viñetas: una caracterización de tres autores de historieta colombiana” y se encuentra adelantando una nueva indagación académica respecto del conflicto y el post-conflicto en la narrativa gráfica colombiana. Es uno de los 8 miembros colombianos de la red internacional PACE ( Plataforma Académica sobre el cómic en Español). Actualmente dirige el grupo de estudio “Narrativa gráfica: instrumento y discurso” que se ocupa de investigar diversas temáticas relacionadas con el cómic.

2 COMENTARIOS

  1. No tenía ni idea que este cómic era hecho por un argentino. Siempre me pareció súper colombiano. Qué buen trabajo con la entrevista. Parece que Daniel es un tipo genial y muy valiente por haber pasado por todo lo de la cárcel. Felicitaciones a la revista. Más entrevistas así por favor.

  2. La semana pasada estuve en un recorrido de Biliored por La Candelaria precisamente sobre esta historieta. Muy recomendado el recorrido y también que bueno saber todos esos detalles con esta entrevista. Me quedo muy pendiente de la nueva novela gráfica que va a sacar el autor . Se ve muy buena. Muy bien por revista blast estas entrevistas.

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