La palabra arriba reseñada, está ligada inevitablemente a la psicología femenina para bien y para mal. En el extenso camino de la historia gráfica de Japón, se desarrolló con un estigma que la hundió entre las brumas de la indiferencia. Esto debido, en gran parte, a la asociación generalizada con la pederastia y la efebofilia que la exquisitez y belleza de los dibujos de esta línea de trabajo, pueden incitar a los bajos instintos humanos.
Proveniente de la unión de Shonen, que significa chico y Ai, o sea, amor, se refería originalmente al amor inocente entre adolescentes, sin pretensiones más allá de ello. Justamente por su naturaleza sentimental, se le suele considerar un subgénero del Shojo (línea temática romántica dirigida a chicas), presentando en sus historias, relaciones homosexuales entre jóvenes; con variaciones entre joven y adulto e incluso entre adultos, pero manteniendo las distancias sin cruzar la línea del sexo explicito, materializado tan solo en fugaces besos. Esta idealización del amor en su estado puro, es lo que atrae al publico femenino. Además, que no se tejen enfrentamientos donde vemos enfrentados el maltratador vs. el sometido.
Desafortunadamente no pude encontrar cifras fidedignas del porcentaje de ventas de esta forma de manga solo Japón, pues me interesaba compartir ese dato para compararlo con la proporción del número de editoriales activas en ese país asiático, el cual desborda las mil. Algo de verdad monstruoso y difícil de digerir en estas latitudes tropicales. Pero sin duda, debe ser alto aún el consumo, pese a su presunto declive.
Fuera del imperio del sol naciente, es bien sabido que los fanáticos de este subgénero, suman miles en cada continente y millones en ventas. Esto se incrementa con el malentendido surgido a raíz de la errónea asimilación con el Yaoi (línea grafica de tendencia pornográfica), pues los mas creativos para ediciones no autorizadas, suelen entrelazar ambas graficas para potenciar sus contenidos. Algo que, en el archipiélago nipón, por ética, no se le pasa por la cabeza a nadie. Así sea que, en la actualidad, las fronteras entre una y otra tienden a difuminarse.

Al respecto de este constante encuentro cara a cara entre ambas tendencias, que sirva entonces como disculpa para adentrarnos en la obra de una importante dibujante japonesa contemporánea como lo es:Keiko Takemiya (1950) autora de Kaze to ki no uta (La balada del viento y los árboles), publicada por la editorial Shōgakukan, en la revista Shōjo Comic entre 1976 y 1984. Ahora bien, ¿Cuál es el merito principal para tenerla en cuenta como relevante para la historia del Manga? Para los años de la década del 50 del siglo XX, el manga estaba consolidándose como lo conocemos hoy en día, pero solo estaba dominado por mangakas hombres, al igual que las editoriales. Esto sumado a la consideración de arte menor que se le daba al Shojo y por extensión al Shonen Ai, por el simple hecho de ser un producto dirigido a mujeres. Convirtiendo esto en una especie de segregación de genero. Hasta que llegó el Grupo del 24, del cual haría parte Takemiya, para cambiar esta realidad.
A grandes rasgos, las mujeres del 24, por nacer todas alrededor del año 1949 o año 24 de la era Showa, llamaron la atención por subir de repente, un escalón mas arriba en la narrativa gráfica japonesa, abordando temas para gentes maduras mentalmente con el fin de realizar una nueva configuración mas compleja en asuntos considerados tabú, como la religión, la muerte y la homosexualidad. Algunos nombres de esas emprendedoras mangakas, son Riyoko Ikeda, Ryoko Yamagishi, Moto Hagio y, por supuesto, Takemiya. Todas tienen en común, una elegancia en el trazo de su estilo personal. Punto de partida para romper los paradigmas sociales que se propusieron. Esto ocurría en la década del 70 del siglo pasado, como eco de esa apología a la libertad que se expandía por el mundo. Las Magnificas del 24 habían conquistado un espacio para la mujer en el campo del manga, sin aspavientos de superioridad, tan solo reclamaron un lugar demostrando su talento, lo que consideraban justo para sobresalir en lo que les gustaba trabajar.

Con la publicación de la obra La balada del viento y los árboles, se da un quiebre en las figuras y el argumento en el que se venía encasillando al Shonen Ai hasta entonces. Dando un giro al Boys Love (temáticas homosexuales masculinas), ya que la historia de Takemiya presentaba la historia de amor entre dos chicos en un internado, uno blanco y otro “impuro”, por su procedencia gitana, en la Francia del siglo XIX, donde el sentimiento se pone a prueba ante las discriminaciones y desprecios de la sociedad moralmente totalitarista de la época. La reseña de la obra daría para alargarse más en este artículo, pero lo que pretendo es establecer un parangón entre la misma y la lucha personal de la autora por no censurar su creación pese a la negativa de las editoriales por su contenido no apropiado; hasta que por fin en 1976 ve la luz oficial en un arrebato de riesgo por parte de editorial Shogakukan que entendió que Prostitución y Pedofilia en esta publicación, tenían una connotación literaria, sorprendentemente aterrizada, como diríamos por acá.
Así pues, como impresión personal, el mundo gráfico literario, al igual que la literatura convencional, está en su derecho de beber de diversas aguas para darle contenido a sus expresiones. La vulgaridad sale a flote cuando se pretende explotar un rasgo del comportamiento humano hacia un espectáculo de fetichismo comercial, pasando por alto la reflexión de fondo que debemos hacernos sobre hasta qué punto, nuestra existencia se ve relacionada con determinada situación de la cual no deberíamos sustraernos. El Shonen Ai es una apuesta para digerir eso de lo cual, las sociedades nos presionan a voltear la vista para otro lado, pero como todo lo genuinamente artístico, prevalece porque posee un valor.