La mirada y la voz de Carolina

«Y han llevado a la humanidad al borde de la aniquilación porque se creen blancos»
James Baldwin.

«Los turistas no imaginan que la ciudad más famosa de Brasil, São Paulo, está enferma con úlceras —las favelas—»
Carolina Maria de Jesus- Quarto de despejo: Diário de uma favelada.

Nunca había escuchado el nombre de Carolina Maria de Jesus hasta que empecé a indagar sobre el trabajo del dibujante brasilero de historietas João Pinheiro. El autor, junto a la investigadora Sirlene Barbosa, publicó hace unos años Carolina (Editora Veneta, 2016), la historia en dibujos de una escritora brasilera, desconocida hoy en día para muchos lectores del Brasil y, por supuesto, para los que vivimos fuera de sus límites físicos y los que impone la lengua. A Carolina la intentaron borrar y lastrar en el olvido, aunque eso no fue posible porque ella existió, escribió y es leída. De ello da testimonio el libro de João y Sirlene.

Existió y vivió, y esto no es una simple confirmación o una afirmación innecesaria. De eso da cuenta la historieta en las primeras páginas, en las que se articula, no de forma incidental, la poesía al testimonio gráfico: «Ella exisitió/Fue poeta/Madre/Sobreviviente», se lee en alguno pasajes iniciales. Así, con ese tono, se va construyendo su presencia. Un modo y una música que a veces se cruza con frases de Quarto de despejo: Diário de uma favelada, el diario de Carolina publicado en 1960 y que escribió, como pudo, cuando vivía en la favela Canindé de São Paulo. Un diario que aparece con su escritura luminosa, que salta la anécdota y se mezcla con lo dibujado, para ser escrito entre las páginas de la historieta y ser parte de la voz que narra.

Imagen interior de Carolina de João Pinheiro y Sirlene Barbosa
Carolina y el espacio desde los trazos de João Pinheiro

En esta historieta hay una múltiple función: dar voz a Carolina, dar forma a su vida y graficar su mundo cercano dibujado a la tinta. Pinhero precisa de los trazos negros sobre blanco para hacer de la representación un espacio plagado de miradas, de imágenes silentes dispuestas para ser observadas. Entre ellas, podemos ver un estado social y político que se suma al acumulado de gestos en los que Carolina pasa y se reconoce, mientras se hace preguntas sobre el hambre, la miseria y su lugar en una sociedad abiertamente racista y clasista, a la vez que es increpada con juicios machistas y otras amenazas.

Con todos estos elementos, el trabajo de Pinheiro y Sirlene trasciende la sumatoria de fechas para hacer un retrato de la vida de Carolina, del mundo que habitó y de las violencias que atravesaron su vida: el extremo de la desigualdad, el no futuro para los niños, las escasas oportunidades, el sometimiento de las mujeres a la prostitución, la explotación y más. Todo esto lo vemos dibujado en un doble plano narrativo, o un doble testimonio. Por un lado, el de la representación que los autores hacen de la escritora. Por el otro, la mirada de Carolina que con su cuerpo da testimonio de lo que pasa alrededor, haciendo que escritura y vida se expandan desde la periferia, saltando los bordes y necesidades mientras sobrevive recolectando basura y reciclaje.

Carolina de João Pinheiro y Sirlene Barbosa
Carolina y las geografías marginales

A medida que se despliega su relato, y se hace más presente su oficio periférico de escritora, vemos, entre sus dificultades, su resistencia. Somos testigos de cómo, a pesar de tenerlo todo en contra, de vivir al borde y estar a cargo de sus hijos que debía alimentar, ella que vivió y existió, escribió. A lápiz en sus cuadernos, en papeles rescatados de la basura que cosía y encuadernaba. Y leyó, reciclando libros que leía con intensidad, accediendo como le fue posible a esa cultura que le era negada, pero sin hacer de eso un medio de ascenso social o un camino de tránsito en el que se pasa de resistir la condición de clase a plegarse en la clase negada.

Entre tanto, casi al final, no vemos solo lo representado. Vemos también el camino de su escritura, en el que incidió Audálio Dantas, un periodista que descubrió su trabajo y consiguió darla a conocer en O Cruzeiro, un periódico semanal donde se publicaron las primeras partes del diario, hasta que se materializó en el hecho que es: la publicación de Quarto de despejo en agosto de 1960. Desde ese punto, no encontramos el simple camino final del éxito. Aunque se consuma su trabajo, lo que sigue es la puerta de un fenómeno: Carolina como escritora de uno de los libros superventas en esos años en Brasil, con unos cien mil ejemplares vendidos en el primer año, Carolina que vivió, leída y comentada, Carolina hablando sobre su escritura, Carolina conversando con Clarice Lispector y siendo el hecho registrado en una fotografía, a pesar de que el biógrafo Benjamin Moser la describiría, años después, a Carolina, como: «una negra que escribió un angustioso libro de memorias de la pobreza brasileña», y a Lispector como «proverbialmente bella, con su ropa a medida y unas gafas oscuras que le hacen parecer una estrella de cine», además de una seguidilla de anotaciones racistas y clasistas.

Carolna Veneta editora
La función de los trazos negros en las miradas de Carolina

Pero ella vivió, lo vuelvo a repetir. Es lo que nos queda claro con esta historieta, con este testimonio gráfico que nos abre, de nuevo, una puerta a su escritura.

Un punto aparte es decir que editar en Colombia sus diarios y por supuesto el libro de João y Sirlene es una tarea pendiente. Ambos libros deberían circular más y leerse de este lado de la frontera, para que muchos lectores posibles comprueben, una vez más, lo que ella escribió y cómo vivió.

Mario Cárdenas
Mario Cárdenas
Estudió literatura en la Universidad del Quindío. Ha escrito en diferentes medios sobre cómic y literatura. En sus ratos libres se dedica a tomarle fotos a "Caldera" su Bull terrier.

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