Recordar para olvidar y viceversa

En literatura es bien sabido que una historia inolvidable no parte desde una complejidad extrema, sino desde las contingencias que surgen en cualquier momento donde el azar tiene mucho que ver. La reciente producción de Tatiana Torres Álvarez (Tatee), Las cosas que ya no están (Cohete Comics, 2022), nos confirma que dicha premisa se cumple de manera similar en un formato visual; con la diferencia de que los detalles minuciosos se convierten en lenguaje que le suma carácter a la obra hasta lograr una asertiva interacción con el lector.

El viaje inicial en «Las cosas que ya no están».

Con esta historieta, se infiere que Tatee pretende abrir un nuevo capítulo en su carrera, probablemente conceder mayor dimensión a sus producciones. Cabe recordar que a este libro, le precede una muestra en la Alianza Francesa en Bogotá, en la que la autora plasmó el paso a paso del proceso de elaboración de los dibujos, producto de la Residencia de Creación en Angulema-Francia 2017 como parte de los estímulos del Portafolio de Idartes. Adicional a ello, en el marco de la afluencia del público, se programó una serie de talleres en los que la propia Tatee, develaba el proceso creativo llevado a cabo a través de los recursos técnicos empleados.

Una página de «Las cosas que ya no están»(Tatee).

Acorde con lo señalado, el argumento nos transporta a un ambiente intimista, con visos autobiográficos. Una mujer que luego de terminar sus ocupaciones, dedica su trayecto a visualizar en los rostros de los desconocidos con los que se cruza, a un ser muy significativo en su memoria. Aquellos hombres y mujeres que habitan una aparente apática Bogotá, adquieren fisonomías familiares al ver reflejados en ellos a múltiples yoes, que tal vez sean imaginados… o tal vez no. Esta impresión la respalda con citas alusivas a la soledad y la muerte que le arroja un libro de su autora favorita (Hebe Uhart), en el cual se encuentra absorta, sin parar de leerlo en medio del tráfico de la ciudad.

Los diálogos con la literatura de Hebe Uhart.

Las escenas cotidianas son a la vez alucinaciones que van y regresan al mismo punto, donde el eje es un amor sentimental desaparecido que se personifica en un individuo del cual no se tiene suficiente información sobre su deceso. Esto lo debe descubrir el espectador mediante algunas pistas dispersas a lo largo de las 196 paginas; por ejemplo, cuando se aprecia a la mencionada imagen masculina en decadencia mental dentro de una clínica, bajo el dictamen de un doctor que no puede hacer nada para remediar la inminente despedida entre ambos amantes. También, en la recurrente figura de un motociclista anónimo que aparece como «pie de página» al final de cada corte de escena y que, en cierto instante, se le ve en serio peligro. Dentro de este marco, a nuestra protagonista se le dificulta asimilar esta pérdida, conllevando a que su estabilidad emocional se afecte al sentirse juzgada por su propia conciencia; aceptando incluso que está al borde de la locura. Sin embargo, siempre encuentra una píldora salvadora cuando toma una cita de su libro predilecto como inspiración para enfrentar con raciocinio los absurdos de la vida y tratar de volver a poner los pies en la tierra.

Las cosas que ya no están es una apuesta importante de Tatee, si bien no en la técnica ya que no traiciona su ADN de ilustradora, pero sí en referencia a la construcción argumental en la que se asoman rasgos de su faceta de investigadora cultural, en el sentido en que en la trama confluyen elementos del cuento, el libro álbum y el cine, ensamblándolos con pericia hasta lograr un ritmo uniforme. Se manifiesta un juego narrativo de tiempos distantes que se conectan, recreando el efecto de una historia contenida en otra y acentuando una sensación de suspenso cuando irrumpen silencios incomodos que sugieren una tensión sin resolver, pero que en alguna viñeta posterior una circunstancia «descabellada» podría ser la respuesta a ello. La tonalidad del claroscuro sobre líneas demarcadas, le impregna un aire de opacidad que encaja en la intención de retrospectiva; aunque este es un sello personal de Tatee, teniendo en cuenta su preferencia por el cuidado manual en la construcción de tales atmosferas.

Así que, apelando a la frase recurrente de que todos necesitamos recuerdos para saber quiénes somos, se evidencia el propósito de Las cosas que ya no están al abrir la puerta a su universo de signos dispuestos a ser descifrados. Quizá pareciendo atrevido, se puede interpretar que el fondo de todo está en admitir nuestra vulnerabilidad, aferrándonos fuerte a los recuerdos si no sabemos soltarlos. Más exacto, lo sintetiza un fragmento del epígrafe de Enrique Vargas que sirve de telón a este libro introspectivo: «El pasado no se acaba nunca. […] Habita en los objetos, en las cosas, en los lugares, y ahí espera a que algún día pasemos junto a él».

Raúl Trujillo
Raúl Trujillo
Ilustrador freelance y bibliotecólogo en formación. Ha realizado colaboraciones para el periódico Dela Urbe, de la facultad de comunicación de la Universidad de Antioquia y Revista Pérgamo de la Escuela de Bibliotecologia de la Universidad de Antioquia. Además ha sido seleccionado para exposiciones y muestras de caricatura e ilustración en Colombia en ciudades como Medellin, Rionegro, Pereira y Armenia. En el extranjero en Buenos Aires (Argentina) y Sinaloa (Mexico).
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