Tatiana Torres Álvarez es una dibujante e historietista bogotana, conocida como Tatee, que recientemente disfrutó de la Residencia de Creación de Novela Gráfica en Angoulême 2017, una convocatoria liderada por el Instituto Distrital de las Artes – Idartes y la Bande Dessinée et de L’image (Ciudad Internacional del Cómic y de la Imagen – Angoulême). Al poco tiempo de su regreso de Francia, la Alianza Francesa de Bogotá exhibió el proceso que implica la realización de su novela gráfica «Las cosas que ya no están”, incluyendo los bocetos iniciales, el guion, las planchas originales, entre otros.
Su estructura narrativa y trazo gráfico se alejan de la altisonancia y pomposidad para esfumarse en lo efímero y sutil. Sus dibujos y cómics están fuera del frenesí de la producción y de cualquier fecha límite. Para aquellos que encuentran belleza en el silencio, Tatee es un (re)descubrimiento que vale la pena apreciar y surfear en su blog.
Me llama la atención su gusto por el dibujo desde temprana edad. ¿En qué momento empezó a narrar con dibujos y por qué?
Tal vez alrededor de los 13 años. Siempre me gustó dibujar y a esa edad empecé a llenar diarios con dibujos y a contar (contarme en realidad, porque era algo muy privado) las cosas que estaba viviendo.
Igualmente, me resulta curioso su tránsito por el lenguaje textual, como periodista, y el lenguaje visual, como dibujante. ¿Cómo integra ambos oficios?
Creo que son dos universos diferentes y cada uno lo transito de una forma muy distinta. Mi trabajo como periodista cultural, el que me permite pagar las cuentas, me acerca a un montón de referentes de arte y literatura que siempre resultan inspiradores y “refrescantes”, es un oficio en el que a diario estoy aprendiendo cosas nuevas. Mientras el dibujo es personal, algo que hago a mi tiempo y para mí, sin fechas límite o contenidos editoriales. Y ambas actividades se complementan en la medida en que, creo yo, todos los conocimientos que adquiero (todo lo que pongo en mi cabeza) se refleja en los dibujos y las historias que quiero contar.
Cuando uno se sumerge en su blog es inevitable no percatarse de su gusto por la literatura. ¿En qué medida la literatura ha influenciado su oficio de historietista?
Mucho. La poesía me ayuda a sintetizar, a encontrar “momenticos”; mientras que otros géneros, como el cuento o la novela, me dan ejemplos increíbles sobre tramas y tonos narrativos.
Los recuerdos y las vivencias son una constante en sus historietas y dibujos. ¿De dónde viene tanta fijación por el pasado?
Para mí el dibujo siempre ha sido una forma de recuerdo. Dibujo cosas que no quiero olvidar, momentos o sensaciones que creo importante preservar en el tiempo, en el mío. El dibujo es el recurso que tengo para ir entendiendo cómo va la vida.

¿Cómo surgió la propuesta «Las cosas que ya no están”, con la cual fue ganadora de la primera convocatoria de creación de novela gráfica en 2017?
Un día quise hacer una historia más larga, así que sin mucha preparación y sin pensarlo tanto la empecé. Mi idea era publicar una página semanalmente en mi blog y ver qué pasaba. Entonces tenía la idea en la cabeza, pero no tenía para nada clara la estructura de la historia. Pasó que me rompí un dedo de la mano derecha (soy diestra) y pare mientras me recuperaba y eso tomó casi seis meses. Después empecé una maestría y el proyecto se fue archivando. Cuando se publicó la convocatoria de Idartes desempolvé el proyecto, lo afiné (es decir, escribí el guion literario) y lo presenté.
Durante su estadía en Angoulême, ¿cómo fue su proceso con el desarrollo de la novela gráfica? ¿Qué tanto afectó la tradición franco-belga su proceso creativo?
Lo que te ofrece Angoulême es ponerte en contacto con un montón de autores, de libros, de editores, de clásicos… Te sumerge en el oficio de ser historietista a tiempo completo. Sobre la tradición franco-belga no sé muy bien que decir, porque no fui una lectora de Tintín o Asterix, lo que sí puedo reconocer es el gran nivel narrativo y la originalidad de muchos autores contemporáneos. Por ejemplo, Brecht Evens o Dominique Globet.
En la residencia desarrolló en un 40% la novela gráfica, ¿cómo fue el trabajo de guion y montaje de la novela?
Uyy… todavía estoy montado la novela. El guion lo escribí antes de llegar a Angoulême y para eso tengo varios amigos que estudiaron cine, de pregrado, entonces para mi ellos fueron unos maestros de escritura de guion porque, básicamente, es pensar la historia con detalle. Cuando piensas la historia con detalle debes ser lo más descriptivo posible, si el personaje está en una habitación debes pensar qué tiene esa habitación, hay que llenar el espacio, tiene una cama, una mesa, un escritorio (…) y mientras más pueda hablarme ese guion literario -la cortina es verde, es de terciopelo- más fácil se te vuelve imagen, más guías te va a dar. La escritura del guion de mi novela tiene unas 20 páginas (apenas), ahí están los diálogos, las mayores descripciones, puntos de giro, también, como si fuera una película marcar si es de día o noche, y esa escritura que fue corta es el trabajo creativo, el de “echar” el cuento. Teniendo en cuenta que trabajo, fue una labor parcial, por lo que me tomó varios meses.
Llegué a Angoulême a empezar los dibujos de cero y el guion me dio mucha ruta y todavía me la da ya que sigo dibujando. Yo decidí hacer una técnica mixta –todo esto es lo que empiezas a aprender de la experiencia– carbón, lápiz, acrílico sobre cartón y eso es complicadísimo porque cada página toma un montón de tiempo, hay que dibujar, entintar y hacer un poco de cosas. Primero dibujo todo y en este momento escaneo, hago los ajustes y sombreo digitalmente. Así monto todo.

¿Cómo ve el panorama del cómic en Francia (Angoulême), en comparación con Colombia?
Francia es incomparable por varias cosas, nosotros no somos Francia y no vamos a ser Francia. Nuestro desarrollo, no sólo hablando de cómic, sino de otras manifestaciones artísticas, es muy distinto. Nuestras particularidades culturales, de creación, de autores, de tradición (incluso) editorial o de formación lectora es muy diferente a la francesa. Ellos de alguna manera representan el modelo a seguir, pero ese modelo a seguir se ajusta para ellos, para su contexto, cultura, economía, tradición y que a nosotros se nos impone, pero nuestras realidades, cualidades y formas son muy distintas, entonces compararnos es difícil, no vale la pena.
En Francia son un montón de editoriales, Angoulême es una ciudad que alberga a una población flotante que está ahí por un par de meses por procesos específicos y toda gira alrededor de la imagen, sean autores de cómic, editores, agentes de derechos de autor, profesores, coloristas o músicos para animación, todos los que están allí giran alrededor de la imagen, entonces ese número de editoriales que hay allá, aquí no lo hay. El apoyo económico que brinda el gobierno francés para este tipo de proyectos aquí no existe, el consumo de novela gráfica, en cuanto a venta de publicaciones, aquí no hay, entonces compararnos con Francia nos daría muchas pérdidas y tampoco siento que sean muchas pérdidas lo que sucede en Colombia, si no que respondemos a nuestra historia, a lo que somos.
Existen diferentes formatos de publicación del cómic, como el fanzine, la red social o el libro, ¿considera que el formato libro da un valor agregado al cómic?
Pues a mí me gusta porque, en general, los libros me parecen bellos, no solo cómic, sino literatura. Pero también se me vienen a la cabeza proyectos que han sido concebidos no exactamente para la web, pero con características que tiene la web, digamos cuando tu piensas en que el producto final del trabajo que estás haciendo va a ser un libro, pues tienes que pensarlo como libro, eso quiere decir que tu historia tiene que pensarse como un libro abierto y cuando se acabe esa página tienes que invitar al lector a pasar la página, si es en digital eso quiere decir que tú tienes que hacer que el lector dé “scroll”. He conocido proyectos que son netamente para digital, en Angoulême conocí un chico que se llama Thomas Mathew que tiene un proyecto sobre acoso sexual a mujeres en espacio público llamado “Los Cocodrilos” y su proyecto se desarrolló en la web, fue pensado para la web y me parece increíble. Se me viene otro caso, “Nunca volvió a suceder” –creo– que es de un autor norteamericano y él también hizo su novela gráfica para blog y luego se adaptó a libro, pero eso quedó como si fuera una viñeta por página, pero era un proyecto para la web. No creo que pierda valor, sino que cambian las maneras de contar, de dibujar, de leer, pero una y otra son perfectamente válidas y pueden ser de una calidad increíble. Hay cómics en papel que no son tan chéveres, como cómics digitales que no gustan tanto.

Cuándo veo su trazo gráfico advierto cierta identidad con la ilustradora Yoko Nakajima, ¿cuáles son los referentes en la línea gráfica con que trabaja?
La descubrí hace poco en realidad. Pero muchas personas si me han dicho que tengo cierta relación con la ilustración coreana. Hace un par de años conocí en Barcelona a Miju Lee a quien sigo y quien me parece de una sutileza hermosa, tal vez es eso precisamente: la sutileza, lo que más me gusta de estas autoras. Pero en realidad no creo que hayan sido mis referentes a propósito, sin embargo, si reconozco que otros creadores asiáticos me gustan mucho, por ejemplo, el cineasta chino Won Kar Wai o la escritora japonesa Banana Yoshimoto. (Quien lea esto seguramente va a decir que estoy diciendo burradas, porque Japón, China y Corea son universos culturales muy distintos).
En medio de esas influencias de creadores asiáticos, ¿cómo definiría su estilo?
Pues no sé, porque cuando yo empecé a dibujar no es que hubiese visto muchos autores asiáticos, lo que me han dicho, por ejemplo, en Angoulême había una chica de Armenia –el país–, y decía que yo tenía el estilo de los ilustradores coreanos, entonces eso me causaba risa porque yo no sabía quiénes por nombre propio. Si hay algo que a mí me gusta y procuro hacer conscientemente es la brevedad, hay una poeta uruguaya que me gusta mucho: Idea Vilariño. A ella la llamaban una poeta breve, y la cito a cada rato, ella dice «para qué decir tanto si con nombrar alcanza», entonces a mí me gusta la escritura de pocos diálogos o no llenar la hoja, me gustan las historias en las que no pasan grandes cosas, no hay héroes que salvan el mundo, no hay un personaje que le pasan hechos trascendentales, me gustan los “momenticos” y tratar de encontrar lo importante y quedarme con eso. Yo siento que los autores asiáticos logran eso, las películas son lentas, no pasan cosas trascendentales, son atmósferas silenciosas o nostálgicas. Pero ahora, también, pienso en Hebe Uhart de cuentos corticos y muy cotidianos. Si me toca describir mi estilo creo que es breve y de pocas cosas.

A pesar de que no hay una fuerte tradición del cómic en Colombia ¿se siente identificada con algún autor colombiano?
¡Sí, con muchos! Me encanta el uso del blanco y negro que hace Powerpaola, las historias de Miguel Vallejo, el trabajo como dupla de Henry Díaz y Pablo Guerra y el talento desbordante de Lorena Álvarez para dibujar. Sé que hacemos cosas muy distintas, pero siempre que los leo me inspiran un montón.
Luego de su experiencia en Angoulême, ¿cómo ve la formación de autores de cómic en Colombia?
Yo siento que hay gente que hace cosas muy interesantes y también siento que ellos están en mí misma situación, es decir, esto no es una profesión tiempo completo. Lo hacen porque les gusta, les interesa, pero lo tienen que combinar con otros oficios y trabajos que les permitan vivir, pagar la cuenta y ganar dinero. Pero noto que en carreras afines al dibujo, artes visuales, la misma literatura, diseño gráfico, se habla cada vez más de narración gráfica, no sé si exista como materia, pero me han invitado a muestras finales donde el producto es un cómic y eso me parece valioso e interesante.
Más personas se forman en escuelas, en hacer y narrar con imágenes. Los que están desde antes, por ejemplo, en Medellín hay autores que superan los 40 o 50 años, siento que a ellos les tocó autodidacto, pero el hecho de ser lector te forma mucho. Esa generación más grande se formó de otra manera, pero los nuevos reciben más formación académica, cosa que me parece maravillosa. Idartes hace seminarios de narración gráfica, charlas o encuentros y siento que, institucionalmente, hay cierta visibilidad que hace cinco años no existía. La formación está más presente. En Colombia han surgido propuestas editoriales alrededor del cómic, por ejemplo, el sello Cohete Cómics, y otras apuestas mucha más independientes que han hecho circular producción local que hace algunos años no existía, siento que todos esos esfuerzos van sumando, haciendo que más gente se interese por esto y también que se perfeccionen los autores.