Uno de los reclamos más reiterativos que he escuchado sobre la narrativa gráfica latinoamericana concierne a su exigua circulación en la región y fuera de ella. Como lo anotan Susana Escobar y Federico Aguilar en el número 310-311 de la revista Casa de las Américas, «resulta casi imposible conseguir los materiales de colegas si no es a través de amistades que actúan como verdaderos enlaces» [1]. Del mismo modo, he leído algunos análisis que intentan explicar por qué existen esas barreras de distribución. Sin embargo, en nuestra región no existe un estudio que documente de manera detallada las formas de circulación de los cómics en el territorio americano. Fue después de leer la presentación del monográfico «BD, comics, historietas, quadrinhos : les circulations transnationales de la bande dessinée au sein de l’espace américain», coordinado por Laura Caraballo y Jean-Paul Gabilliet [2] para la revista Idées d’Amériques, cuando percibí un esfuerzo por cartografiar estos flujos desiguales y asimétricos.
Este monográfico, publicado en marzo de 2022, traza nuevas perspectivas al incluir artículos de varias nacionalidades, los cuales indagan sobre los múltiples y complejos tránsitos de la historieta en el espacio continental americano. Abrumada por esta sinergia interamericana orquestada desde Francia, me di a la tarea de traducir al español uno de los mejores contenidos que ofrece ese número especial: la entrevista de su codirectora, Laura Caraballo, a Raphaël Barban, intitulada «L’histoire du festival de bande dessinée Viñetas con altura en Bolivie».
Sin tradición historietística, Bolivia fue el epicentro del festival de cómics más importante de la región. En esta entrevista, que coincidió con los veinte años del festival Viñetas con altura, Caraballo conversa con su fundador y lo lleva a hacer una aguda reflexión en torno a la creación y promoción del cómic en Suramérica.
La historia del festival de cómics Viñetas con altura de Bolivia[3]
Laura Caraballo[4]
Raphaël Barban, director artístico del festival de historietas Formula Bula, Bande dessinée et plus si affinités, que se desarrolla cada año en París desde 2011, es también el creador del festival de cómic Viñetas con altura de La Paz (Bolivia). El nombre es un juego de palabras que hace referencia tanto al cómic como a la ciudad donde se desarrolla el evento, que, con 3600 metros sobre el nivel del mar, es la capital más alta del mundo.
Desde su primera edición en 2002, el festival es una cita ineludible del cómic en Suramérica. Desde el principio, ha sido un lugar de encuentro y un foro de pensamiento colectivo para toda una generación de dibujantes abandonados por el mercado. Este evento catalizó el nacimiento de un movimiento creativo sin precedentes en Bolivia. Luego de siete ediciones, Raphaël Barban y Marina Corro regresaron a Francia, dejando tras de sí su legado: este proyecto que aún existe.
En esta entrevista, Raphaël nos comparte los detalles de su aventura, los desafíos de crear un proyecto de este tipo en el contexto sudamericano de la época y su impacto en el reconocimiento de los autores y la creación boliviana.
Laura Caraballo: Organizar un festival sobre cómics en un país donde esta forma de arte no está nada desarrollada es una idea maravillosa y, sobre todo, ¡un verdadero desafío! Con esta tabula rasa, imagino que tuvieron que construirlo todo desde cero. ¿Nos puede hablar sobre la génesis del proyecto?
Raphaël Barban: Todo empezó cuando nos trasladamos para instalarnos con mi familia en Bolivia. Mi esposa, Marina Corro, es de origen boliviano y quería regresar al país de su padre. Así que nos instalamos en La Paz en 2001. En Francia ya trabajábamos en la organización de eventos artísticos y culturales, sobre todo en el ámbito musical. Pero también soy un gran lector de cómics y es un arte que siempre me ha interesado. Da la casualidad de que tenía amigos dibujantes de cómics y, al hablar con ellos, nos dijimos que montar un festival internacional en La Paz era una idea más que interesante.
Empezamos por hacer un balance de la situación. ¿Existía el cómic en Bolivia? ¿Quiénes eran los actores y actrices? ¿Había editoriales? ¿Librerías especializadas? Muy pronto nos dimos cuenta de que el mundo del libro en Bolivia era, para empezar, extremadamente limitado: no había distribuidores, muy pocas librerías. En cuanto al cómic, era aún más complicado: muy confidencial, nada estructurado, nada profesional. Sin embargo, existía una importante tradición de dibujo y caricatura de prensa y, por lo tanto, una cantera de dibujantes con mucho talento.
Constatamos que Bolivia es un país con una tradición más bien oral que escrita, donde un 65 % de la población era analfabeta. Es un país en el que se hablan muchas lenguas y dialectos, pero una gran parte de la población no habla español. Es una riqueza inmensa, pero un poco complicada desde el punto de vista del cómic.
Sin embargo, cuando analizamos las fuerzas presentes, encontramos fanáticos del cómic, conocedores y todos aquellos que mantuvieron vivo este pequeño medio. Así conocimos a Francisco Leñero [5], un franco-chileno-boliviano de La Paz que tenía una tienda de cómics. Importaba mucho material de Argentina, muchos cómics estadounidenses, manga y algunas historietas europeas. Fue con él con quien pusimos en marcha el proyecto y, gracias a él, conocimos a los aficionados locales.
También recurrí a Francia y hablé con Winshluss [6] para ver si estaba interesado y, por fortuna, lo estaba. Me ayudó a programar autores internacionales para la primera edición: franceses, españoles, belgas, suizos y, por supuesto, sudamericanos.
L. C.: Entonces usted vio allí un gran potencial, con un pequeño universo de cómics para apoyar el proyecto, además de la red europea, y también dibujantes jóvenes motivados. Pero ¿cómo le fue en términos financieros?
R. B.: Para estructurar el proyecto, constituimos una asociación a la que denominamos Viñetas con altura, como el festival. Bolivia es un país muy pobre. En aquella época no había Ministerio de Cultura, ni apoyo al libro, ni un sistema de este tipo, como existe en Francia. Para la financiación, empezamos por contactar a las embajadas, empezando por la de Francia, ya que éramos franceses. El agregado cultural de entonces nos apoyó y nos ayudó a ser escuchados también por otras embajadas. Al principio, el festival internacional funcionó con su apoyo, en particular para cubrir los tiquetes de avión y los gastos de viaje de los autores invitados. Más tarde, la Oficialía mayor de la cultura de la ciudad de La Paz apoyó mucho el festival y empezó a ayudar a financiarlo (sin los recursos de las embajadas).
Resultó que no recibíamos ningún salario por este trabajo y, al mismo tiempo, necesitábamos un proyecto profesional para sostenernos. Mientras estábamos organizando la primera edición del festival, me reuní con representantes de la fundación boliviana Simón Patiño, que está presente en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. La Fundación tiene su sede en Ginebra. Simón Patiño fue un multimillonario pionero de la minería del estaño en el siglo xix en Bolivia. En 1958, sus descendientes crearon una fundación dedicada a la formación profesional de jóvenes bolivianos. Reciben becas para estudiar en el extranjero y luego deben regresar a ejercer en su país. El objetivo inicial, que partía de un muy buen sentimiento, era crear una especie de élite cultural, que no existía en Bolivia.
Ellos tienen un centro cultural en La Paz, cuya directora en ese momento, con la que me reuní para pedirle que patrocinara el festival, puso a nuestra disposición un local que no estaban utilizando. Yo le propuse montar un café del cómic, un concepto que existía en Europa en aquella época, y que consistía en tener un pequeño bar con una colección de cómics para que la gente pudiera venir a tomar un café y disfrutar de la biblioteca. Con este proyecto, me convertí en empleado de la Fundación, que adquirió muchos libros para el café del cómic. Así fue como traje la historieta europea a Bolivia, porque esa era mi cultura; comprando los grandes clásicos y otras obras más contemporáneas, tratando de tener un catálogo de cómics europeos lo más amplio posible. Hay que decir que en Bolivia el consumo estaba más enfocado en el cómic [norteamericano] y el manga.
El café funcionó durante dos años y, tras darnos cuenta de que la parte de la cafetería no era esencial, hicimos un cambio completo. Pudimos reorganizar el espacio y dedicarlo a lo que se convirtió –y sigue siendo– el Centro del Cómic y la Animación [de la Fundación Simón Patiño]: un centro de recursos y una biblioteca totalmente dedicada al cómic y al cine de animación. En la época en la que dirigía este lugar, organizaba exposiciones de autores bolivianos cada mes. Se convirtió en una especie de locomotora, el centro al que acudía toda la joven generación de dibujantes bolivianos. También organizamos talleres de escritura, dibujo, etcétera.
L. C.: Además de ser un centro de reunión para los jóvenes dibujantes bolivianos, el festival y sus lugares aledaños se han convertido en un punto de encuentro para los jóvenes autores sudamericanos. Se trata de un fenómeno notable en un continente donde las distancias son inmensas, con las consiguientes dificultades financieras para que los jóvenes viajen.
R. B.: En efecto. Cuando nosotros montamos el festival Viñetas con altura, la escena de los festivales de cómic sudamericanos era bastante incipiente. Hubo algunas manifestaciones en Argentina, pero en general no pasaba gran cosa. En Chile no había nada, lo mismo en Perú. Los autores jóvenes carecían de espacios para desarrollar su actividad. Ante este vacío, el festival se convirtió rápidamente en un punto de referencia e incluso de «peregrinaje», por así decirlo, en América del Sur. Por ejemplo, los jóvenes autores argentinos venían por sus propios medios (no estaban formalmente invitados) y llegaban con sus mochilas llenas de fanzines y materiales para mostrarlos.
A partir de la segunda edición y, en particular, después de mi encuentro con Thomas Dassance [7], se forjaron fuertes vínculos entre Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Siempre fue divertido, porque Bolivia no es en absoluto un país con tradición de cómic. Argentina sigue siendo el gran país del cómic (Chile un poco) y, sin embargo, ¡estaba ocurriendo en La Paz! Y se convirtió en un punto de encuentro, donde cada año nos reuníamos. A medida que pasaban los años, cada vez venían más autores.
L. C.: Aparte del evento en sí y de las actividades del Centro del Cómic y la Animación, ¿qué otros proyectos han surgido que reflejen este carácter internacional y colectivo?
R. B.: ¡Se han creado muchas cosas! En un momento dado, con Carlos Reyes [8] de Santiago de Chile, Thomas Dassance de Buenos Aires, algunos bolivianos, como Frank Arbelo [9], y Frédéric Felder [10] de Francia, organizamos una exposición colectiva de las publicaciones de la editorial Les Requins Marteaux. Y luego montaron una especie de microasociación llamada Feroces editores y sacaron la revista América. La idea era compartir los costos, imprimir en Bolivia era más barato que en Argentina o Chile, así que se imprimía localmente. Era una especie de cooperativa que no duró mucho tiempo, pero era el testimonio de una fuerte dinámica que se había creado.
Hubo otro acontecimiento importante: Frank Arbelo, un autor cubano que vive en La Paz desde hace treinta años, había fundado la revista Crash. La publicación contó con el apoyo de un particular, amante del cómic, que tenía una imprenta y la financió. Y era un laboratorio semiprofesional de creación local, porque era una revista «de verdad», de tapa dura, que estaba a la venta en determinados lugares. Esta revista acompañó a todo el movimiento.
De hecho, ¡todo el proyecto fue una conjunción de muchas cosas que se implementaron!
L. C.: Usted invitó a autores extranjeros, tanto jóvenes como consagrados. ¿Qué papel desempeñó Pierre Christin cuando vino a La Paz y participó activamente en el festival?
R. B.: Invitamos a Pierre Christin [11] a participar en el festival y a impartir un seminario de escritura abierto a todos. Enviamos invitaciones a la Escuela de Bellas Artes de La Paz y a otros lugares. Durante una semana, los estudiantes trabajaron sobre cómo es escribir un guion, pero fue más allá. Pierre les explicó cómo crear un movimiento del cómic, porque entendió que no existía ninguno en Bolivia. Su punto era bastante simple, claro y realista: si los cómics tienen tanto éxito en Francia hoy en día, es porque los niños los leen desde que están pequeños. A partir de esta observación, Pierre Christin les dijo que tenían que producir revistas para niños, historietas para niños, para poder educarlos en este lenguaje.
Entre los que participaron en este taller, vimos a un puñado de autores paceños que se «destacaban», que sabían contar una historia. En particular, Alejandro Salazar [12], el mayor de ellos, gran dibujante de prensa y pintor, con formación académica en pintura, que probó suerte en la historieta con talento.
Percibimos bastante rápido las fuerzas presentes en La Paz y luego, gracias al festival, pudimos traer autores de otras regiones, porque a veces nos hablaban de buenos dibujantes de otros lugares; puedo poner el ejemplo de Pablo Castillo, de Santa Cruz.
Para superar las limitaciones materiales –en particular, la ausencia de una estructura editorial–, y para difundir su trabajo, ellos publicaban en el formato del fanzine. Por mi parte, a través de mi trabajo en la Fundación intenté apoyarlos, exponiendo sus obras, organizando veladas de lanzamiento de fanzines, ayudándolos financieramente. En este grupo se encuentran quienes hoy son los grandes actores del cómic en Bolivia. En un principio crearon el fanzine El fanzineroso. Era un grupo de unas diez personas. Ahora mismo, todos vuelan con sus propias alas. Para mí es bastante fascinante, yo nunca pensé que algún día podría asistir al nacimiento de un movimiento de jóvenes dibujantes. Hoy están estructurados. Aunque los medios siguen siendo muy limitados, han pasado de los fanzines a la microedición, publican libros que se exponen en otras partes del mundo. Tengo el ejemplo del autor Marco Tóxico [13], que expuso en Aix-en-Provence o Alejandro Salazar, publicado por FLBLB. Hay una forma de reconocimiento de su trabajo, sobre todo en Europa, y es muy gratificante.
Este año [2022], Serge Darpeix, director artístico de los Rencontres du 9e Art – Bande Dessinée & Arts Associés d’Aix-en-Provence, me pidió que escribiera un texto sobre Marco Tóxico, porque lo iba a publicar en su revista. Esto me hace muy feliz. ¡Fue hace veinte años! Las personas que vi surgir y que pensé que tenían talento ahora son reconocidas. No soy responsable de su éxito, pero estuve allí cuando surgieron. Varios de estos autores son ahora profesionales, tienen tiendas de cómic o trabajan en animación, se han convertido en profesionales de la imagen, de la narración.
L. C.: Hubo un verdadero esfuerzo de su parte para acompañar y apoyar a los autores locales…
R. B.: Sí, retomamos lo que decía Pierre Christin sobre la infancia, y con Marina Corro montamos una microestructura editorial. Nuestras fuentes de financiación eran las embajadas, en particular los programas humanitarios de la Embajada de Francia. Publicamos una serie de cuatro libros que encargamos a autores bolivianos. Tenían vocación educativa y estaban dirigidos a poblaciones que no tenían acceso a la lectura y que necesitaban concientizarse sobre problemas de salud, seguridad, etcétera. Nuestro objetivo no era hacer un cuadernillo esquemático y simplificado, con pictogramas, realmente queríamos contar historias. Esto permitió que los autores a los que nos acercamos, entre los miembros del grupo de jóvenes bolivianos de los que hablé antes, practicaran y recibieran un pago por ello. Era fundamental que pudieran obtener ingresos porque eran estudiantes o trabajaban y no tenían ni el tiempo ni los medios para dedicarse a la profesión del dibujo. Este proyecto los animó, les permitió tener tiempo para trabajar, desarrollar su dibujo, su sentido de la narración… Después hicimos un libro colectivo con ellos, en el que retomaron cuentos populares bolivianos de diferentes regiones y tradiciones culturales: aimara, del altiplano, del oriente, etcétera. Eran historias que todo el mundo conoce allí y estos autores las adaptaron al cómic.
L. C.: Siguiendo este impulso de Pierre Christin, usted creó una espiral virtuosa: la entrada de los autores en la profesión se produce mediante la creación de publicaciones destinadas al público en general, en particular a los niños, para que puedan integrar este lenguaje de la historieta, y por otra parte, para alimentar esta cultura del cómic boliviano, que luego dará su lugar a nuevos autores y lectores. Pero se plantea la cuestión del movimiento centrípeto, es decir, de los europeos que «traen cultura» a América del Sur. ¿Cuál es su posición al respecto?
R. B.: Nuestro enfoque era completamente poscolonial. Estos autores bolivianos eran invitados todos los años al festival, y muy pronto los incluimos como autores «de verdad». No cometimos el error de traer gente de fuera para «enseñarles» el oficio. Al contrario, los asociamos. Ellos expusieron codo a codo con autores internacionalmente reconocidos como José Muñoz y Jacques de Loustal. Fue un verdadero estímulo para ellos. Estaban, diría yo, en pie de igualdad con autores extranjeros con treinta años en la profesión. No fueron menospreciados en absoluto, sino puestos al mismo nivel.
El público del festival –y esto fue emocionante– vio, por ejemplo, las planchas de José Muñoz, en una época en la que, en Bolivia, solo era conocido por unos cuantos privilegiados, y sometido de facto a un escrutinio desprovisto de todo perjuicio o idea preconcebida. Era un dibujo con la misma categoría del que se colgaba a su lado, de un joven autor boliviano o extranjero completamente desconocido.
Y esto era muy atractivo para los artistas consagrados: se les miraba como a todos los demás, y no había ninguna competencia. Y a los jóvenes, los galvanizó y les dio confianza. Siempre hemos planteado los proyectos de forma totalmente horizontal y, como ya lo dije, todos se sintieron muy cómodos con esta forma de trabajar.
L. C.: ¿Usted incluyó autores norteamericanos en esta bella sinergia?
R. B.: Al inicio del festival estábamos muy centrados en el cómic latinoamericano y europeo. Cuando nos fuimos, fue este grupo de autores bolivianos el que se hizo cargo de la estructura y organización del festival. Ellos invitaron a un autor underground estadounidense, Mike Diana [14]. Sé que después se abrieron un poco más a Estados Unidos. Pero en ese momento era complicado por razones políticas. Fue justo antes de que Evo Morales llegara al poder. Después de un período de gran inestabilidad política y de la guerra del gas, Bolivia era un país que atravesaba grandes crisis políticas y sociales… y el acceso a la Embajada de Estados Unidos, así fuera para verlos y conversar, incluso para los franceses, no era sencillo. Nosotros teníamos muchas más afinidades con los latinoamericanos.
L. C.: Con la creación de Viñetas con altura contribuiste a la creación de un movimiento de autores y a la promoción del cómic. También está el legado que dejaste, porque el festival todavía existe, aunque hoy con una coloración diferente. ¿Qué te ha aportado toda esta experiencia en términos profesionales y personales?
R. B.: Con esta experiencia y esta vida en Bolivia, aprendí varias cosas. Conocer un nuevo país a través de sus artistas, sus autores y sus narradores es una excelente manera de descubrirlo y, en definitiva, no está al alcance de todos. Con mi trabajo en la Fundación [Simón] Patiño, viajé a Potosí, Santa Cruz, Oruro, entre otros lugares. En cada ocasión asistí a diferentes ferias del libro y traje a La Paz cómics, materiales, etcétera. Invité al festival a autores de cada ciudad que visitaba, para que instalaran estands, hicieran talleres, participaran en exposiciones… tuve la impresión de participar en esta ola del cómic.
Esto también me formó como el profesional que hoy soy, porque a través del festival y las siete ediciones que organizamos, conocí a mucha gente a la que invité, artistas de Francia, España, México, etcétera. Y muchos de ellos son personas con las que posteriormente volví a trabajar. Desarrollé mi rol como organizador y director artístico de un festival de cómic. Cuando regresamos a Francia, reprodujimos este mismo esquema. Al organizar Formula Bula colaboré con varios autores que había recibido en La Paz. Esto me permitió entrar en el mundo del cómic, que no es muy grande, donde todo el mundo se conoce, y todavía lo disfruto.
[1] Susana Escobar y Federico Aguilar, «Un mutante pisa fuerte: la narrativa gráfica latinoamericana. Visiones y encuentros», Casa de las Américas, núm. 310-311 (2023): 39.
[2] Laura Caraballo y Jean-Paul Gabilliet, «BD, comics, historietas, quadrinhos: les circulations transnationales de la bande dessinée au sein de l’espace américain», IdeAs [en línea], núm. 19 (2022), https://doi.org/10.4000/ideas.12039.
[3]Laura Caraballo, «L’histoire du festival de bande dessinée Viñetas con altura en Bolivie», IdeAs [en línea], núm. 19 (2022), https://doi.org/10.4000/ideas.12530.
[4]Laura Caraballo es curadora de exposiciones, investigadora y docente de origen argentino radicada en París. Actualmente es estudiante de posdoctorado en la UCA, trabaja en un proyecto en torno a riesgos naturales y cómics. Especialista en cómic latinoamericano, defendió su tesis en estética sobre la obra de Alberto Breccia en 2016. Trabaja como docente en la Universidad de Bordeaux Montaigne, en la Universidad de Clermont Auvergne, en EESI Angoulême, así como en ELISAVA Barcelona. Como curadora, ha acompañado varias exposiciones de cómics, en particular Femzine, la prensa del cómic feminista para el Pulp Festival 2022 en La Ferme du Buisson.
[5] Francisco Leñero es dibujante y el actual responsable del Centro de Acción Pedagógica de la Fundación Simón Patiño en La Paz, Bolivia.
[6] Vincent Paronnaud, conocido como Winshluss, es un cineasta y autor de cómics francés.
[7] Thomas Dassance es traductor, editor, comisario de exposiciones y jefe de proyectos de cómic francés. Dirigió el festival internacional d’historieta, Comicópolis de Buenos Aires.
[8] Carlos Reyes es un guionista, editor, investigador y profesor de cómics chileno. Con el dibujante Rodrigo Elgueta, es autor de la historieta Los años de Allende.
[9] Autor y editor de historietas de origen cubano.
[10] También conocido bajo el seudónimo de Franky Ballony, Frédéric Felder es un autor de cómics francés.
[11] Pierre Christin es un escritor y guionista de cómics francés. Es autor de la serie Valérian (con dibujo de Jean-Claude Mézières) y de Partida de caza (con dibujo de Enki Bilal).
[12] Alejandro Salazar es un arquitecto y dibujante boliviano.
[13] Marco Antonio Rolando Guzmán Rocabado, conocido como Marco Tóxico, es un diseñador gráfico y autor de cómics boliviano.
[14] Publicado en Francia por Le dernier cri, Mike Diana es un autor de cómics estadounidense.