«Identifico autores que tienen algo que decir y no lo dicen como todos»: Claire Latxague, editora de Insula

Como si emulase a la corteza insular del cerebro, la editorial Insula se encuentra situada a un costado del inmenso mercado del cómic francés. Sin ningún tipo de compromisos ni ataduras, Claire Latxague, editora de Insula, inició en 2013 un insólito catálogo de autores latinoamericanos contemporáneos. Aunque los libros que lo componen son distintos entre sí, se aprecian unas temáticas predominantes que reflejan los gustos y la sensibilidad de Latxague: universos surrealistas, oníricos, poéticos y de humor negro. Basándose en su intuición y en el azar, ella ha conformado una constelación de lecturas armoniosas durante más de una década, dándole paso a trazos latinoamericanos singulares en el competitivo mercado del cómic francés.

Antes de su iniciación en el mundo de la edición, Latxague optó por el camino académico. En su doctorado estudió la producción gráfica del dibujante argentino Quino, interés que traía desde su tesis de Maestría sobre la obra más reconocida de este creador: Mafalda. Cinco años después de sustentar su investigación doctoral en la Universidad de Grenoble, la editorial universitaria François-Rabelais la publicó en su colección Iconotextes con el título: Lire Quino. Politique et poétique dans le dessin de presse argentin (1954-1976). A su vez, en 2024 la editorial Glénat la invitó a escribir un texto crítico y conmemorativo para la publicación Mafalda – Intégrale 60 ans. Después de dos lustros como profesora e investigadora en la Universidad Paul-Valéry de Montpellier, y editora de Insula, Latxague decidió consagrarse a la radio y a la creación sonora. Ella cambia de oficio cada década; como los alquimistas, vive en obra negra.

Aunque el catálogo de Insula está compuesto en su mayoría por autores argentinos, hay un uruguayo: Gervasio Troche, bestseller de la editorial, y una colombiana: María Villa. Entre los argentinos, Pedro Mancini ha sido el gran aliado de Insula, y su libro Le jardin incroyable (El jardín increíble) es el único que tiene segunda edición. Sin apoyos ni becas ‒a excepción del primer libro: Le dégoût (El asco), de Diego Agrimbau y Dante Ginevra; o de Parapluies (Paraguas), de María Villa‒, Latxague ha logrado mantener a flote esta editorial. Insula ha participado en reconocidos festivales de cómic en Francia (Angulema, Colomiers, Lyon, SoBD de París), y también ha estado presente en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona y el BD Comic Strip Festival de Bélgica.

Catálogo de Insula.

Siete de los ocho libros que ha publicado Insula son traducciones al francés de obras en español; únicamente L’Organisme, de Natalia Novia, fue editado desde su primera página por Latxague. Este año, luego de casi un lustro sin publicar, espera lanzar Enfant Chenille, de Pedro Mancini, una obra que ella editó desde el comienzo, pero que, por sus múltiples ocupaciones, aún no ha llevado a imprenta. El libro fue publicado en 2021 por la editorial argentina Hotel de las Ideas con el título de Niño oruga. Conversamos con Latxague sobre Insula, la primera editorial francesa especializada en cómic y artes gráficas latinoamericanas, su «pequeño lugar de libertad».

Usted proviene del mundo académico: ¿qué la motivó a crear la editorial Insula?

Al terminar mi tesis doctoral, yo no tenía un puesto titular de docente y me pregunté: ¿qué hago ahora? Así que tenía que ser algo creativo, salir un poco de lo académico. Quería transmitir mi amor por la historieta por otras vías. Antes ya había traducido un par de historietas para una editorial francesa, Éditions Tanibis; el editor me había explicado un poco cómo funcionaba su trabajo, y pensé que yo también podría intentarlo.

¿Por qué el énfasis no solo en el cómic, sino también en las artes gráficas?

Insula es una selección de lo que en algún momento me ha gustado y conmovido: obras singulares que merecen ser conocidas por otros públicos. Me gusta que las artes y los géneros se mezclen, que se vea que el mundo de un dibujante de cómic y el de uno de humor gráfico tienen vínculos. Por ejemplo, el libro de María Villa es una propuesta distinta al cómic. Quiero un catálogo que demuestre que como lectores nos gustan cosas muy diferentes, pero que juntas tienen sentido; es decir, que refleje lazos y vínculos.

Le dégoût (El asco), de Diego Agrimbau y Dante Ginevra.

El primer libro que publicó Insula fue Le dégoût (El asco), de Diego Agrimbau y Dante Ginevra. ¿Por qué eligió, como primera propuesta editorial, traducir y editar esta obra en Francia?

Quería empezar con autores mucho menos conocidos, pero en ese momento conversaba mucho con el guionista Diego Agrimbau, quien tiene una reflexión muy interesante sobre todo el campo de la historieta. Y él me dijo que con mucho gusto entraría en el catálogo. Así que pensé que sería una buena idea comenzar con dos autores que ya habían publicado en Francia, pero que aún no eran reconocidos en el ámbito independiente. Entonces, es una obra un poco diferente al resto del catálogo. No tiene una estética que se relacione con el ámbito más underground, pero a la vez es un libro raro, con un tema que poco suele tratarse en la historieta. Me pareció que empezar por ahí sería interesante: un libro atípico en su temática, pero de dos autores que ya habían publicado en Francia.

¿Cómo selecciona a los autores?

Es muy intuitivo. Me interesan los trabajos singulares que nunca he visto. A lo mejor puedo conectarme con otros autores, pero quiero aquellos que han desarrollado una voz propia, y no te sabría definir esto. No sé si se pueda explicar en términos científicos, pero identifico autores que tienen algo que decir y no lo dicen como todos. Se pueden notar sus referentes, pero han desarrollado su propio camino, y eso es lo que me parece pertinente para publicar.

Buena parte del catálogo de Insula consta de obras gráficas de autores argentinos. Sin embargo, el último libro es de una autora colombiana: Parapluies (Paraguas), de María Villa. ¿Qué interés tiene por la historieta colombiana?

No son solo argentinos, también hay un uruguayo: Troche. No conozco muy bien la historieta colombiana. Sin embargo, fue gracias a un amigo mío, Carlos Tous (profesor de la Universidad de Tours), que conocí el libro de María Villa porque él lo trajo de uno de sus viajes. Me encantó Paraguas de Villa, y por eso contacté a la editorial colombiana [Tragaluz Editores] y a la autora. Es verdad, no tengo un conocimiento profundo de la historieta en Colombia.

Parapluies (Paraguas), de María Villa.

En Francia, la traducción y la edición de cómic latinoamericano es precaria. Desde su perspectiva y experiencia, ¿a qué se debe esto?

Diría que América Latina ya no tiene esa aura que tuvo en la época del boom, entonces la gente solo conoce a los autores clásicos: Breccia, Quino, Sampayo. (Justamente por esto me interesó mostrar que había cosas por conocer del cómic latinoamericano). Además, las editoriales de América Latina no viajan mucho a Europa, aunque esto está cambiando últimamente. Antes, en los mercados de derechos, no había editoriales de América Latina, o bien porque no existían, o porque no podían viajar. Ahora en el Festival Internacional del Cómic de Angulema hay una delegación chilena y mexicana cada año, lo cual significa que esto ya se está moviendo bastante. Otra editorial que empezó a publicar autores latinoamericanos en Francia es iLatina, pero esto es más reciente.

Diría también que hay un ritmo de producción diferente. La mayoría de los editores van a publicar a autores franceses que conocen: aquí hay tantas escuelas y autores, que tienen bastante para escoger. Yo creo que esta precariedad se debe al desequilibrio de los mercados y a que los gustos en el mercado europeo y franco-belga no corresponden necesariamente con lo que se produce en América Latina. También hay muchos autores latinoamericanos que trabajan para el mercado norteamericano, pero sus nombres no los conocemos. En otras palabras, en la masa de producción de cómics hay muchos latinoamericanos, pero aquí no nos llegan.

Creo que es difícil hablar en general. Están los autores más independientes, los que trabajan para el mercado norteamericano y los autores de manga, pero pocos consiguen acercarse a una estética que aquí pueda ser bankable [«taquillera»]. (¡Mira: está nevando!). Me parece también que ha habido una tendencia de las editoriales de aquí por buscar autores que les hablen de la dictadura argentina, como si los creadores latinoamericanos tuviesen que hablar únicamente de los problemas de América Latina. Para las historias diferentes ya tienen aquí lo que necesitan. Me parece que hay una idea de encasillar a los autores, bloquearlos ahí. Y voilà!

Dessins invisibles (Dibujos invisibles), de Gervasio Troche, bestseller de la editorial.

¿Cómo se podría fortalecer la traducción y la edición de autores latinoamericanos en Francia?

Cada país de América Latina tendría que desarrollar una política cultural fuerte que les permita a los editores presentar a sus autores en los mercados de derechos en Europa. Esto me parece lo más importante. También debe haber más intercambios entre los editores en los festivales. En la dimensión patrimonial, hay que mejorar la conservación de los cómics: cuando hice la tesis doctoral estuve en el fondo de historietas de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en Argentina, que lucha mucho para mantenerse, y creo que la preservación podría mejorarse ya que en ese entonces veía las revistas destrozadas y algunas páginas robadas por los usuarios para sus colecciones personales. Así que hay que trabajar también en las políticas de preservación del patrimonio, porque creo que podría traducirse y editarse obra patrimonial de autores de los años cuarenta y cincuenta (o de otras décadas). Es decir, se requieren recursos económicos para conservar y promover este tipo de obras. En fin, no todo puede recaer en los hombros de los editores, tiene que haber una política pública.

Au-delà de la Ricchieri (Más allá de la Richieri), de Juan Sáenz Valiente.

Me llama mucho la atención el acompañamiento de la editorial a sus autores. Por ejemplo, para celebrar los cinco años de Insula en 2018, Pedro Mancini fue invitado a exponer Le jardin incroyable en la librería Mollat de Burdeos y otras planchas originales en la Casa Argentina en París. ¿De qué forma acompaña a los autores en la promoción de sus trabajos gráficos?

Cada vez que se ha publicado un libro, los autores han podido viajar a Francia, bien sea porque ellos mismos consiguen algún subsidio o están en el marco de una residencia artística (en el caso de María Villa, ella estuvo aquí porque vive en Finlandia, y era más fácil), o bien por un coup de chance. Por ejemplo, hay una profesora en Roanne que quiere que la mantenga al tanto de cada libro que publico porque ella hace la gestión para que el autor esté invitado al festival Belles Latinas de Lyon, y le da hospedaje en su casa. Luego lo presenta a sus alumnos en el liceo donde trabaja y en el liceo de al lado. Gracias a ella hay muchas ventas de Insula en las librerías de Roanne, porque sus alumnos leen los libros de la editorial. Ese tipo de conexiones abre posibilidades para que los autores viajen y estén bien acogidos.

En el caso de Pedro, él es el autor que ha estado ahí desde el principio. De hecho, yo quería que el primer libro publicado por la editorial fuera uno de él. Me llevo muy bien con Pedro. Aunque no es un editor de Insula, las dos veces que ha estado en Francia me ha ayudado muchísimo para llevar la editorial como si fuese la suya. Ha defendido los libros. Yo estaba embarazada cuando celebramos los cinco años de la editorial, y como no podía ir a los festivales, él iba solo. Es un partenaire vraiment [verdadero socio]. En ese momento, él estuvo un año en Francia porque le ayudé a aplicar a la residencia de los autores de la Région Île-de-France. Estuvo acogido en un liceo y trabajó durante un año con los alumnos de ese liceo, a cambio de una beca que le permitió vivir en París para preparar su último libro, que todavía no hemos publicado, pero este año debería salir.

Celebración de los cinco años de Insula en 2018.

En una década, Insula logró editar ocho libros en un mercado que publica cada año más de 7000 cómics. ¿Cuáles son los mayores retos para mantener esta editorial?

El tiempo personal y la motivación, porque es bastante desmotivante cuando empiezas a pensar en el tiempo invertido y el resultado. En estos últimos años tomé una pausa para decidir si vale la pena o no continuar, y para mí sí vale la pena seguir haciéndolo (sacar un libro de vez en cuando) para defender cierto tipo de catálogo y dar a conocer autores, para que luego ellos puedan trabajar con editoriales más grandes en Francia que tienen más impacto. Yo no quiero tener una editorial más grande; lo hago todo yo sola, de manera voluntaria. No hay dinero para pagarle a más gente; solo hay para pagar a los autores, la traducción y la impresión del libro. Lo demás lo hago gratis.

Insula no puede crecer y tampoco lo deseo porque no quiero ser esclava de esta actividad. Admiro mucho a los que lo hacen y consiguen salir adelante con su editorial y ganar un poquito de dinero para seguir haciéndolo sin pérdidas, pero a mí me parece imposible porque no soy una emprendedora, hay que saber hacer eso. Tampoco he encontrado gente interesada exclusivamente en el ámbito de América Latina; no hay tantos locos y apasionados que quieran hacerlo. Sigo estando sola, pero no hay que desesperarse. Para mí, este es un pequeño lugar de libertad porque nadie me impone el tipo de rentabilidad ni de tiradas, y eso me permite dedicarme al cuidado y acompañamiento de cada libro. Cada uno es diferente, no hay un formato impuesto por una colección, cada uno obedece a la obra.

Insula es miembro del sindicato de editores alternativos en Francia. ¿Cómo ha sido el diálogo con las otras editoriales?

No sé si hay mucho diálogo. A mí me ha servido estar en el sindicato para conocer mejor el sector y para que los demás editores me conozcan más. La cooptación es el mecanismo para formar parte del sindicato, lo cual quiere decir que los afiliados consideraron que mis criterios corresponden a lo que es un editor alternativo. El sindicato quiere que haya todo tipo de editoriales alternativas, más en cantidad que en importancia. Además de la visibilidad que me da el sindicato, puedo estar al tanto de los cambios legislativos o de las tarifas, por ejemplo. En el sindicato te sientes menos aislado y puedes participar en acciones, como una protesta contra Amazon o contra las leyes que favorecen exclusivamente a las editoriales gigantes. También tenemos un modelo de contrato que consideramos mucho más justo con los autores. Desde el sindicato pensamos todos los diálogos con el Estado y el Ministerio de Cultura. Me parece interesante estar allí para defender nuestra visión sobre lo que significa editar y del pago justo a los autores; militar por su reconocimiento.

L’Organisme (El organismo), de Natalia Novia.

Por último, ¿cómo ha sido la recepción de la editorial entre los lectores francófonos?

En los festivales puedes ver directamente lo que le gusta a la gente. Por ejemplo, el libro de Natalia Novia te encanta o lo detestas. Vi personas que, al igual que yo, se entusiasmaron con los dibujos de Novia. Esto me hace pensar que no es tan inútil lo que estoy haciendo, hay unas cuantas personas que se sienten conmovidas en el plano estético. A nivel global, la recepción de los libros no ha tenido tanto impacto, no ha habido mucha prensa, así que no puedo medirlo. Hay alguna gente a la que, al escuchar «América Latina», se les encienden las luces de la curiosidad geográfica y adquieren los libros; a otros, en cambio, no les interesa en absoluto. Algunos lectores fieles quieren estar al tanto de las novedades, y a otros les ha gustado un libro, pero el resto del catálogo no les interesa… Voilà!

 

Diana Gil
Diana Gil
Más que nada una soñadora.

Dejar un comentario

Por favor escribe tu comentario
Por favor ingrese su nombre aquí

Leer artículos similares...