La Modernidad en las historietas uruguayas

El 2024 brindó una grata novedad con sabor a Uruguay al universo de la historieta latinoamericana. Los reflectores se posan sobre este país como otra plaza a tener en cuenta en donde se demuestra que la narrativa gráfica cuenta con talentos de gran nivel que desean entrar pisando fuerte. Esto por cuenta del surgimiento de la editorial La Modernidad, cuya notable iniciativa, es la ambición con la que emerge al publicar cuatro obras a la vez —tres historietas y una compilación de minihistorias— de una factura impecable, en las que la improvisación parece no tener cabida.

Como suele ocurrir con las ideas con futuro, todo surgió a partir de una simple ocurrencia que se fue desarrollando por si misma, hasta que, en cuestión de semanas, ya era una realidad. Lo anterior podría quedase en una plana anécdota con final feliz, de no ser por la mediación multiinstrumental del alma del proyecto como lo es Diego Vázquez, quien aparte de ser el editor de La Modernidad, ha sabido rodearse como guionista de artistas versátiles que interpretan sus conceptos literarios. En este inicio de camino, los discípulos elegidos para cada publicación son Gabriel Ameijenda en El tijera; Lisandro Di Pasquale en El cronista; Exequiel Rodríguez para En los pinos, donde el sol nunca brilla y en la antología Dentro del cuadro, colaboran nueve artistas en total.

Así, lo que al comienzo fueron tímidas muestras de producción fanzinera en Instagram, resultó capturando el interés de los usuarios hacia fragmentos de narrativas visuales más elaboradas que se subían con más frecuencia al perfil de dicha red social. Por supuesto, no todo sucede por los milagros del click del mouse. Vázquez no pierde de vista las convocatorias que emiten los organismos locales (De hecho, El Tijera ganó los Fondos Concursables de Uruguay), que tal como ocurre en la mayoría de países latinoamericanos, aunque con diferentes denominaciones, es el equivalente a las becas de creación. Sin contar la presencia en ferias y charlas ocasionales. Por ello, respaldando la opinión del mismo editor cuando expresa que el panorama de la historieta uruguaya ha cambiado en referencia a que los lanzamientos son cada vez más independientes, cabe señalar que internet ha sido un potente aliado de divulgación en tales lides para este joven sello.

Poniendo la lupa sobre el producto materializado, los cuatro libros presentan en generosas extensiones de páginas, relatos duros en los que, pese a que los personajes que los constituyen se mueven en entornos sórdidos, manifiestan su humanidad a través de un pasado tormentoso que arrastran; como tratando de justificar sus acciones ante el lector, recordándole que, antes de ser juzgados no se debe olvidar que están encarnando a seres que sienten. Bajo esta premisa, la vida contada en retrospectiva de un matón que carga un estigma familiar en El tijera y un alienado escritor suicida atrapado en sus culpas en El cronista, ilustran esa naturaleza existencialista que Vázquez y su equipo procuran plasmar. Damián Olariaga no se diferencia de Dionisio en cuanto a que cada cual neutraliza sus demonios a través de confrontaciones consigo mismos, pero al ser incapaces de contener las presiones externas, terminan arrinconados en un laberinto de alucinaciones en donde solo les resta acudir a la violencia como medida desesperada.

Me detengo en resaltar la estructura psíquica de estos dos volúmenes, porque recrean lo que parece ser la línea editorial a la cual La Modernidad pretende convocar. No por ello, sus apéndices carecen de méritos: tanto En los pinos donde el sol nunca brilla, como Dentro del cuadro, la secuencia introspectiva tejida por individuos viscerales se mantiene. Quizá lo que sucede en éstos últimos, es que la imagen femenina hace mayor presencia desde la reflexión mordaz, pero al final, nos percatamos que todas son piezas del mismo engranaje, con su propia visión del mundo.

En lo concerniente a la estética gráfica, más allá de la virtud en sí, los elogios se dirigen a la manera como Diego Vázquez confeccionó un casting de artistas y entintadores capaces de leer el carácter que los protagonistas exigían, logrando aquellas sucias escenas —entiéndase por sucia como crudeza bien elaborada— al estilo cine underground. En efecto, resulta difícil agrupar en una etiqueta la esencia artística de estas propuestas, pues son un verdadero mosaico de técnicas en las que cada dibujante aportó desde sus aprendizajes. Sin embargo, en los títulos donde intervienen Ameijenda y Di Pasquale, el juego de planos y ángulos ambientados en cierta escala tonal es un factor imprescindible para seguir la temática establecida; mientras que Rodríguez y los demás invitados, se atribuyen cierta libertad en los relatos sueltos que exhiben. En una definición global, predomina la comunión entre colores primarios y secundarios intensos, delimitados por líneas definidas, alternando con el buen trato hacia las proporciones; traducido esto en un dibujo muy orgánico que revela una expresividad no solo externa, sino en los mensajes del guion que se encadenan de viñeta a viñeta.

Para concluir, pensaría que el riesgo asumido era apenas necesario, acogiendo el empeño de Diego Vázquez por cumplir su objetivo de convertir La Modernidad en una productora de series gráficas que proyecten algo del carácter nacional, pero sin extraviar esa llamada universalidad que las haga cautivantes en cualquier latitud. Por lo que ha arrojado este primer sorbo, sería necio no seguirle la pista a esta nueva casa editorial, que nace con buena salud. Aunque también, podría ser el epílogo de una etapa de expectativa en la que se comprobó que los esfuerzos no fueron en vano. Que vengan entonces, más historias corrosivas, sin edulcorantes, que nos eleven y nos choquen contra el suelo; pero que, al mismo tiempo, nos dejen con aliento para poder advertir de qué estamos hechos.

Raúl Trujillo
Raúl Trujillo
Ilustrador freelance y bibliotecólogo en formación. Ha realizado colaboraciones para el periódico Dela Urbe, de la facultad de comunicación de la Universidad de Antioquia y Revista Pérgamo de la Escuela de Bibliotecologia de la Universidad de Antioquia. Además ha sido seleccionado para exposiciones y muestras de caricatura e ilustración en Colombia en ciudades como Medellin, Rionegro, Pereira y Armenia. En el extranjero en Buenos Aires (Argentina) y Sinaloa (Mexico).

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