Lejos de los círculos de autopromoción y poses vacías de las redes sociales nos encontramos con el profesor e investigador Juan Alberto Conde. Trabaja en el Departamento de Humanidades de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, y dentro de sus intereses están la imagen, el sonido y las formas narrativas presentes en los medios del cine, la animación, la literatura y el cómic. Su producción académica sobre historieta comprende investigaciones sobre la novela gráfica en Colombia, la semiótica y la adaptación de la literatura al cómic. Además de esto, desde el 2009 ha escrito reseñas sobre cómic en su blog Las hilanderas, aunque no con la asiduidad que desearía. También ha sido conferencista en temas relacionados con la historieta y hace parte del equipo docente del Diplomado de Cómic y Novela Gráfica de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. En 2019 se estrenó como guionista de cómic con la primera entrega de Mostrillo, una historieta de no ficción que fue ganadora de la Beca para proyectos editoriales independientes del 45 Salón Nacional de Artistas de Idartes. En esta conversación hablamos sobre sus investigaciones relacionadas con cómic, de su reciente debut como guionista y de su rol como reseñador de historietas.
El último artículo de investigación que escribió se titula «Del cómic a la novela gráfica: mutaciones editoriales de la historieta colombiana en el siglo XXI». ¿Por qué analizar la expresión «novela gráfica» a partir de los estudios editoriales y de la paratextualidad, y no desde la aproximación histórica o formal, como suele hacerse?
Yo estoy trabajando en un programa de Estudios Literarios y Edición, una carrera que se abrió en la Universidad Jorge Tadeo Lozano hace un par de años, y el programa tiene un fuerte énfasis en formación para el sector editorial. Allí hemos venido discutiendo mucho las teorías de la edición, del libro, la cadena del libro, etc. Y a mí como fenómeno editorial me parece muy interesante lo que está pasando con el cómic y la novela gráfica en Colombia, es decir, estamos en una bonanza. Hay unos espacios editoriales para el cómic y la novela gráfica que han conquistado públicos distintos a los tradicionales del lector de cómics. En el marco de esas investigaciones y discusiones teóricas me pareció muy interesante mirar el fenómeno desde lo editorial y, de hecho, lo seguimos mirando en el semillero que estamos creando en la universidad sobre cómic y novela gráfica. El otro aspecto son las teorías de la paratextualidad de Genette, que yo estaba trabajando en un curso de teoría de la edición, y la revista en la que se publicó mi artículo proponía como uno de los temas de la edición dichas teorías, entonces coincidió con esa dimensión paratextual que trabajaba.
En ese artículo usted utilizó un gran número de ejemplos para sustentar cómo la estrategia paratextual ha permitido la consolidación de la novela gráfica en Colombia, a este respecto ¿tiene algún reparo sobre esa estrategia utilizada por las editoriales colombianas?
Tengo mis reparos porque con la etiqueta de novela gráfica se diluyen un poco las categorías, los géneros, las formas de lectura del cómic y, a veces, se abusa con ella. Por ejemplo, en literatura lo que se llama novela es muy claro, hay unas razones históricas, no solo formales, sino también de convenciones de lectura, de públicos, teóricas, para decir qué es una novela. (Aunque en la literatura las fronteras también se han diluido mucho). Pero digamos que hablar de la novela fue muy importante durante el siglo XX y las discusiones sobre la muerte de la novela giraban en torno a una forma narrativa, una forma editorial, a unas convenciones de lectura de los públicos que hacían decir que si algo era una novela tenía que obedecer a ciertas características. En el cómic, en cambio, eso se toma con mucha ligereza, es decir, cualquier cosa que tenga cierta extensión e incluso, a veces, cosas que por extensión ni siquiera clasificarían para ser una novela, se les llama novela gráfica. Creo que hace falta dar la discusión en términos teóricos e incluso editoriales, pero eso no va a impactar al mundo editorial que se rige, para bien o para mal, por lo que funcione comercialmente, y si le funciona la etiqueta se la seguirá poniendo a todo lo que quieran vender como novela gráfica.
Aparte de la anterior investigación, usted también escribió un ensayo de semiótica aplicada del cómic, publicado en el libro Ensayos semióticos de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. ¿Qué diferenció ese trabajo de otros estudios semióticos del cómic?
En ese texto, que ya tiene más de doce años, traté de integrar dos tradiciones semióticas que se han ocupado del cómic, a veces de manera simultánea o integrada, y a veces de forma separada: por un lado, las reflexiones narratológicas en torno al relato en imágenes secuenciales, y por otro, las discusiones de la semiótica visual sobre el cómic como un medio icónico (en el sentido semiótico, es decir, como medio que trata de capturar rasgos visuales de la realidad). En esta segunda línea creo que lo novedoso fue integrar las reflexiones sobre lo visual que no se restringen a lo icónico, sino que involucran las dimensiones plásticas de la imagen y la manera en que el cómic las aprovecha. Para ello me fue de gran utilidad el triángulo de la imagen que propone Scott McCloud en su clásico Entender el cómic, y que yo traté de equiparar con modelos semióticos de la visualidad. En cuanto a la primera línea, creo que otro acierto fue el haber identificado el giro realista que venía dando la novela gráfica, y que se siguió consolidando en los años posteriores, asociando este giro con un fenómeno más amplio en las artes en general, que en su momento el crítico de arte Hal Foster describió como «el retorno de lo real», y que hoy en día constituye líneas temáticas y editoriales cada vez más claras: los cómics biográficos, autobiográficos, documentales, de memoria histórica, de ensayo académico en forma de historieta, etc.
En dicho ensayo usted se inscribe en la lectura del cómic como una multiplicidad de lenguajes. ¿Por qué prefiere esa concepción?
A mí personalmente me interesan más las perspectivas que le abren a uno las posibilidades. Entiendo que existen las especificidades de los medios y es importante estudiarlas, pero cada vez me interesan más las redes y las conexiones entre los distintos medios. En ese orden de ideas, me gusta ver cómo el cómic tiene intercambios con otros medios, como la literatura o el cine. En ese momento estaba muy influenciado, también, por una obra de Daniel Barbieri que pone ese énfasis en los lenguajes del cómic, en plural. Aunque, por supuesto, también me interesan muchas cosas que solo se pueden hacer en cómic. Creo que hoy en día las lecturas más interesantes del cómic son las transversales, no sólo con otros medios, sino también con otros fenómenos intelectuales o artísticos.
También escribió un artículo en francés publicado por la editorial Presses Universitaires Blaise Pascal bajo el título «Kafka en viñetas: análisis comparativo de cuatro adaptaciones gráficas de La metamorfosis ». ¿Qué tan fácil es para un investigador colombiano de cómic publicar en el medio académico francés?
No es fácil. Algo que a mí me ayudó fue que yo hice el doctorado en Francia y eso me acercó a la comunidad académica de allá y a la lengua. También entré en muchas redes académicas por el estudio doctoral y eso ayuda a enterarse de convocatorias, participar en eventos, etc. Además, la Universidad Jorge Tadeo Lozano tiene una política para la internacionalización que ayuda a la participación de los profesores en eventos académicos; por ejemplo, para ir a presentar la ponencia de ese artículo yo tuve el apoyo de la Universidad. En todo caso, se requiere el soporte de una institución, moverse en la comunidad académica y, por supuesto, estar investigando en el tema.
¿Cómo ha sido la recepción de sus investigaciones en la comunidad académica?
Ha sido un poco tímida. Me ha faltado rastrear más qué ha pasado con el artículo en francés porque ese tendrá un impacto sobre todo en la comunidad francófona. Lo que sí he podido ver es que el artículo que se publicó en la revista Mitologías hoy [«Del cómic a la novela gráfica: mutaciones editoriales de la historieta colombiana en el siglo XXI»] ha tenido muchas visitas y citaciones. Yo he tratado de moverme de la manera más amplia en el mundo académico, pero creo que hoy en día es muy importante fortalecer la producción en español y las discusiones en la comunidad hispanohablante, no solo porque ayuda a dar más visibilidad en nuestros públicos, sino también porque ayuda a construir ese conocimiento que en el cómic empieza a tomar fuerza. Sin embargo, las discusiones sobre el cómic académico están todavía en ciernes y no se hacen suficientes estudios en Colombia.
Hablemos un poco de su reciente debut como guionista de cómic. ¿Cómo surgió el guion de Mostrillo?
Mi hermano Camilo Conde, el coautor del cómic (dibujante), viene desarrollando varios proyectos hace mucho tiempo con comunidades y personas involucradas en distintas facetas del conflicto en Colombia. En esos procesos salió un proyecto específico que era un documental titulado Guerreros sin armas, enfocado en personajes masculinos que venían de la guerra, de distintos grupos armados, pero todos habían logrado salir de ahí y encontrar otras rutas de vida. Uno de esos personajes es Mostrillo. Tuve la oportunidad de conocerlo, conversar con él, mi hermano lo entrevistó varias veces y participé en alguna de las entrevistas, así que teníamos un amplio registro de sus testimonios. Con ese material veníamos pensando hace rato la manera de contar la historia de Mostrillo, la cual es tan increíble que parece de ficción. Una cosa importante es que la historia va a tener una doble mediación: la del propio Mostrillo al contar su historia, y la nuestra al traducirlo narrativamente. A partir de allí empecé a trabajar en el guion.
Cuando escribió el guion, ¿lo pensó en términos visuales o literarios?
Inicialmente yo hago un relato literario, pero claro, cuando uno lo hace construye algunas imágenes. Sobre ese guion literario se trabaja con el dibujante para ver cuáles de esas atmósferas y escenarios son representables. Hay un proceso casi que de adaptación, de una versión literaria a una más gráfica. En este primer ejercicio le dejamos un componente literario, es decir, de texto relativamente amplio para ser un cómic. De hecho, quienes han reseñado el cómic lo han subrayado como un problema en términos del lenguaje de la historieta, y creo que pueden tener razón. Tampoco se usan mucho las convenciones del cómic, como el globo de texto, a lo sumo hay dos. Pero ello tiene una razón de ser en el primer volumen, aunque sí queremos ser más cuidadosos con eso.
Ya que mencionó críticas al cómic, se percibe en la lectura que la imagen reitera el texto. ¿Considera que la imagen es meramente ilustrativa?
Creo que en algunos pasajes puede caer en eso, estaría de acuerdo, y es una de las cosas que estamos tratando de evitar: esa redundancia entre texto e imagen. De pronto este por ser el primero… y también lo hicimos bajo presión, como suele suceder mucho en la creación de cómics. El problema no solamente es de cantidad sino de complementariedad entre las dos formas. Creo que sí hay partes en que la ilustración es muy elocuente, sobre todo donde los fondos cobran mucha importancia. Con Camilo queremos darle mucha relevancia al escenario y paisaje, pero también hay partes muy intimistas que se centran en los personajes.
Con respecto al personaje de Mostrillo, ¿escribió su descripción física y psicológica para el dibujante o cómo se desarrolló?
La descripción psicológica se va construyendo con el guion, pero la estrategia de mostrarlo como se muestra en el cómic es una idea que tenía mi hermano. Creo que también al propio Mostrillo le gusta mucho porque él se identifica con ese alias, pues ese era su seudónimo cuando estaba en la guerra y tiene mucho que ver con esa idea de lo monstruoso, por eso abrimos el cómic con esa cita de Mabel Moraña, que es una investigadora en cultura y tiene un libro sobre el monstruo en la literatura. Además, ese aspecto monstruoso va a tomar distintas inclinaciones, aquí todavía es muy tierno, asociado con la infancia, pero después la monstruosidad se va a manifestar de otras maneras. Todo ello es una propuesta desde la gráfica.
Fuera de su trabajo como investigador y guionista de cómic, usted ha escrito varias reseñas en el blog Las hilanderas. ¿Considera que existe alguna diferencia entre reseñar cómic a literatura o cine?
Creo que sí. En principio, la escritura de reseñas da para todos los medios, pero cuando uno reseña cómics tiene que detenerse en ciertos aspectos. De pronto ahí se puede acercar a la reseña cinematográfica, por lo que también hay que tener consideraciones sobre la concepción audiovisual, la puesta en escena, etc. En el caso del cómic, además de eso, hay que leerlo desde la perspectiva de su forma de expresión visual. Creo que las buenas reseñas de cómic son aquellas que no descuidan ese aspecto. De todos modos, las formas de hacer reseñas varían mucho dependiendo de quién la escriba. Hay críticos de cómics que se concentran solo en lo narrativo u otros que enfatizan la relación entre el cómic y la cultura o el contexto en el que se produjo, pero creo que las más ricas son las que involucran la dimensión gráfica, es decir, qué me propone en términos de diseño de la página o de la viñeta. También varían mucho dependiendo del contexto en el que se publican o editan. En el caso del blog son reseñas muy espontáneas, en ese sentido no son propiamente académicas. Algunas de ellas me salen muy concentradas en un aspecto y descuido otro. En todo caso, me parece un ejercicio necesario, y en el que uno es más honesto como lector.
¿Por qué presta tan poca atención al cómic colombiano en el blog?
Ese blog yo lo empecé fuera del país, estaba en España y allá estaba la facilidad de que las bibliotecas tienen una cantidad de cómics impresionante. Decidí hacer el ejercicio de reseñar cómics que iba leyendo y me gustaban. Así empezó la primera etapa del blog. Luego, cuando me fui a hacer el doctorado a Francia, me pasó lo mismo. Las reseñas tuvieron que ver con cosas que leí estando por fuera de Colombia. En la última etapa que estoy leyendo más cómic colombiano y que se produce más es cuando he estado más desjuiciado por cargas laborales e investigación. Pero tengo el propósito de reseñar más obras nacionales.
De esos tres roles, ¿cuál le gusta más y por qué?
Aunque estos tres roles son muy importantes para mí en este momento, espero poder concentrarme cada vez más en la creación de guiones para cómic y novela gráfica. Por ahora tenemos por delante el proyecto de Mostrillo, que es una historia extensa y compleja, y de la que apenas hemos publicado el abrebocas. Así mismo, quisiera explorar el cómic de ficción de género, eso sí, siempre en sintonía con nuestra realidad. El reto es encontrar el equilibrio entre estos tres aspectos de mi trabajo.
Muy interesante e importante el rol del cómic en contar relatos de la historia pues en Colombia la cantidad, variedad y complejidad de relatos que es importante contar es increíble y el cómic les da un toque especial que posibilita nuevas miradas y nuevos “giros” en la reescritura de las historias, afirmando la eucatastrofe como derecho al final feliz de los protagonistas, un derecho muy importante de promover en Colombia.