Muchos de los libros que llegan a casa tienen historia, o al menos son untados por encima con una anécdota que los acompañe. ¡Maldito Allende! no es la excepción. Allá por 2013, conocí en el patio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires a Naimir «Mi abuela es chilena. Chilena y mapuche», fue una de las primeras cosas que supe sobre su vida. En la que ahora es mi familia, Chile es un enorme interrogante, una herida abierta y un abrazo enorme, un viaje pendiente y pedacitos de memorias. De Allende se habla poco, porque la vía pacífica hacia el socialismo nos parte en mil pedazos. Nos cuesta decir su nombre completo antes de que llegue el nudo en la garganta. Desde ese momento, Chile se convirtió en una búsqueda constante por conocer una historia tan cercana como desconocida de este lado de la Cordillera de los Andes. Con los años, la biblioteca de roble lavado en el que nuestras narrativas preferidas comparten espacio se fue llenando de memorias escritas sobre Allende y su Chile.
En ese mismo año 2013 en que comenzaba a sumergirme en la historia trasandina, nacía la idea de ¡Maldito Allende! Primero, como una historia corta llamada «Allende, le dernier combat» publicada por La Revue Dessinée en Francia y replicada por Editorial Orsai un tiempo después. El primer paso hacia esta novela gráfica de 124 páginas ya se había dado.
Me reconozco como ferviente -hasta un poco pesado- seguidor de la obra de Jorge González. Desde esa primera experiencia con Fueye (La Editorial Común, 2011), intento seguirle el paso a unos de los artistas gráficos -y plásticos- más asombrosos que he visto en los últimos años. Una paleta fría, nostálgica y poderosa puesta al servicio de cada historia a contar. La carbonilla desprolija, los pasteles en la cantidad y en los lugares exactos, el collage entre lo real y lo ilusorio. Esa primera lectura, una historia sobre el pase de mano en mano de un bandoneón, dejó dando vueltas una idea difícil de ignorar: «la historia de Chile es para Jorge, carbón y carbonilla».
Olivier Bras, periodista de formación, encara su primer trabajo historietístico con la responsabilidad que el tema demandaba. Desde la experiencia de vida de Leo, hijo de chilenos pinochetistas/ anti allendistas, Bras reconstruye uno de los sucesos más trascendentes de la historia de Latinoamérica. Intercala lo real con lo imaginado, lo que pasó con lo que muchos todavía dicen que no sucedió. Las grandes historias son las que se cuentan desde lugares pequeños, tan diminutos que se pierden entre los títulos y los subtítulos de los manuales escolares.
La obra avanza desde el contrapunto. En un principio, el paralelismo de los caminos que llevaron a Salvador Allende y a Augusto Pinochet a ese mediodía del 11 de septiembre de 1973. Luego, desde la oposición entre la infancia de Leo, con Allende como tirano, hasta su presente que lo encuentra envuelto en un pedido de memoria y justicia frente a los delitos de la dictadura pinochetista. Y aquí encuentro el gran valor del libro, en esa potencia de mantenernos cautivos de las palabras y los dibujos, aún sabiendo cuál es el desenlace final en todo esto. En la decisión de rebobinar y construir una precuela en la que todo el tiempo nos preguntamos «¿qué hubiera pasado si…?»
Dos autores toman un café y deciden recomponer uno de los momentos bisagra de la historia universal. Bras y González, con la historieta como herramienta, narran un capítulo desgarrador de la vida política regional. «La Historia es nuestra», la historieta también.
¡Maldito Allende! de Jorge González y OlivierBras/ Editado por Futuropolis (Francia), Grafito Ediciones (Chile), Eccediciones (España).