Todos desaparecidos… como si no hubieran existido nunca.
El Eternauta
Un guionista de historietas se encuentra trabajando en su casa durante la madrugada; de improviso oye crujir una de las sillas que encuentra vacía y sobre la cual se corporiza un hombre que dice llamarse El Eternauta. En realidad su nombre es Juan Salvo, lo de Eternauta es más bien el título que ha recibido a lo largo de su trasegar por planos espacio-temporales. Juan pide al guionista que le ayude y, como tomando un aire y entendiendo la sorpresa de su interlocutor por la extraña forma de su repentina aparición, comienza a explicarle la larga historia que lo ha llevado hasta allí.
Una noche de invierno austral cae sobre gran parte del mundo una nevada mortal. Copos similares a la nieve inundan el ambiente, toda forma de vida que es tocada por las partículas que caen del cielo es inmediatamente eliminada. Minutos antes de la catástrofe cuatro amigos se reúnen, en una casita en las afueras de Buenos Aires, para jugar a los naipes: Juan Salvo, el dueño de la casa y de una pequeña empresa de transformadores; Favelli, profesor universitario; Lucas, empleado bancario y Polsky, jubilado y fabricante de violines. Para fortuna de sus moradores la casa se convierte en un refugio ante la amenaza de la nieve mortal, la cual no es producto del clima sino que hace parte de la avanzada de una invasión extraterrestre.
Fragmentos de portadas de ‘Hora cero’, donde se publicó ‘El eternauta’
Este es el inicio del relato de El Eternauta, una de las historietas más fascinantes y con más contenido social y político producidas en Latinoamérica. La primera aparición de El Eternauta data de 1957 en la revista argentina Hora Cero Semanal, dirigida por Héctor Germán Oesterheld esta publicación fue casa de grandes guionista y dibujantes de cómic mundial. En ese entonces Oesterheld era la cabeza más visible de la historieta latinoamericana, su trayectoria iniciada en publicaciones infantiles pasó luego a ensayos y cuentos de anticipación hasta consolidarse como destacado guionista de cómics (títulos como Ernie Pike, al lado de Hugo Pratt o Mort Cinder, con Alberto Breccia confirman la excelencia de Oesterheld). Ya habrá intuido el lector que es el mismo Oesterheld el creador y guionista de El Eternauta el cual, durante su primera etapa, es dibujado por una pluma clásica de Francisco Solano López, al mejor estilo de Alex Raymond (Flash Gordon, El Agente Secreto X9) y Milton Caniff (Terry y los Piratas).
Juan Salvo, sus amigos de naipe y su familia, se enteran a través de la radio que tras la nieve mortal comienza una invasión de hecho. Seres que luego reciben el nombre de Cascarudos, Gurbos, Manos y Hombres-robot son la personificación del ataque extraterrestre, los cuales son a su vez manipulados por los Ellos, las verdaderas manos que mueven los hilos de la invasión y que en todo el relato nunca muestran su verdadera forma material, es este el primer indicio de la relación entre El Eternauta y la realidad latinoamericana: una metáfora del sistema dominador.
La batalla en el estadio de River Plate es uno de los mejores capítulos.
Aunque muchos mueren a causa de la nieve, quedan algunos focos de resistencia en Buenos Aires. La lucha de los humanos contra los Ellos tiene en la historieta un inconfundible color local, los enfrentamientos se suceden en lugares de identificación porteña: la avenida Maipú, la cancha de River Plate, la plaza Italia. Pero más que el ambiente lo que realmente atrae de esta historieta como propuesta particular, alejada del garaje de donde se elaboran la mayoría de cómics de aventuras, es que Oesterheld le ha dado al héroe una identificación colectiva. No es Juan Salvo, convertido en viajero del éter en busca de su familia raptada por los invasores, el héroe individual. Lo que propone El Eternauta es la suma de las fuerzas, es decir la invitación a la solidaridad, son Polsky, Juan, Favelli, Lucas y los innumerables individuos anónimos que luchan contra la amenaza común los verdaderos héroes de la historia. Oesterheld reparte el valor, la fuerza y el liderazgo del héroe en un pueblo que se solidariza, que une sus fuerzas en contra del invasor. En septiembre de 1959 culmina la primera etapa de El Eternauta la cual, en los años posteriores, ve crecer su popularidad. Gracias a esta circunstancia Oesterheld es invitado por la revista Gente, en 1959, para que continúe el relato del viajero de éter. La historia es la misma, pero su explicación sufre cambios significativos: el ataque se ha producido en un suburbio del mundo, no en el centro. Los del Norte ha pactado con los Ellos; para salvarse, los primeros han negociado con los extraterrestres cediéndoles el Sur. Los invasores son desenmascarados por Oesterheld, la historieta se inmiscuye en la realidad política argentina, y de paso Latinoamericana. Esta segunda etapa de El Eternauta es dibujada por Alberto Breccia, que aprovecha la oportunidad para experimentar con estéticas que rayan con lo incomprensible y lo feísta. Este aspecto, y en especial el giro argumental directamente vinculado con la realidad política y social de la Argentina post-peronista, son las causas que interrumpen la historieta en la revista Gente, una publicación especializada en farándula y otros platos de sencilla digestión, que nunca podrá explicar el por qué convocó a unos creadores de cómic comprometidos con corrientes estéticas de vanguardia y con una critica directa al sistema.
Luego del descalabro en Gente, El Eternauta volverá a aparecer en la revista Skorpio, en 1976. La tercera etapa de la historieta de Oesterheld, la cual es nuevamente dibujada por Solano López, reaparece en una Argentina totalmente diferente: La triple A, los grupos armados del Estado, la dictadura militar, los sueños truncados, juventudes detenidas… los desaparecidos. Los Ellos han llegado. ¿Premonición, casualidad o reflejo del momento? Se pregunta uno, como tratando de buscar las respuestas en esa serie de cuadritos dibujados. Su creador, no ajeno a la realidad de su país y en su nueva condición de integrante de Los Montoneros, utiliza El Eternauta durante esa tercera etapa como instrumento de lucha popular. El relato, que antes estuvo estructurado como metáfora de la realidad, se convierte en un arma directa contra el régimen, perdiendo su calidad y desfigurando sus verdaderos mensajes. Los mandos castrenses, que no son del todo miopes, ven en la historieta y en la filiación rebelde de su creador una amenaza; en abril de 1977 Oesterheld es detenido y puesto en custodia por el régimen. No demoran las torturas, las visitas de su nieto de tres años a la cárcel y ese silencio, el mismo silencio de muerte con que empieza El Eternauta. Finalmente, y como muchos otros tantos que tuvieron la desafortunada suerte de luchar por lo que creían conveniente, Oesterheld desaparece.