Júlia Barata presentó su nuevo libro: Familia. Una obra repleta de inminentes detonaciones y algunas explosiones, un desenvolvimiento gráfico al servicio del relato. Una melodía caótica como representación del modo de vida adulto actual. En tiempos de abandono del modelo que supo ser cánon y hacer escuela en toda la región, Barata recupera la tradición de Historietas Reales y cuenta las aventuras de una mujer en su combate cotidiano contra los relojes, los ruidos, las desigualdades y el hastío.
Familia comienza con unas vacaciones familiares en el noroeste argentino. Esa «escapada» a la naturaleza, a una conexión más profunda con el entorno altiplánico, se vuelve prólogo de lo que sucederá cuando vuelvan a la ciudad. Una pareja heteroparental con un niño, León, recorre relieves colorados, negros y blancos, hacia arriba y hacia abajo. De Humahuaca y esa quietud del paisaje, solo podrán traer souvenirs y semillitas para plantar en un patiecito de Buenos Aires. En la geografía urbana, se empiezan a ver los resquebrajamientos y el baile pasa a un escenario en llamas.

Una vez reconectados con la rutina cotidiana, vuelven ciertas preguntas que venían asomando ¿Cómo mantener el equilibrio? ¿Cómo ser madre, profesional, funcional? ¿Cómo mantener una vida privada? ¿Cómo hacerlo sin sentirse culpable? ¿Cómo hacerlo sin abandonar toda forma de divertimento y contacto con el mundo exterior? Más que respuestas con forma de teorías de alcance universal, la autora ofrece técnicas perfectibles de malabarismo social. Una forma de vida, un ritmo, en el que algo puede fallar y todo se puede caer. Pero mientras tanto, hay que intentar no perder el ritmo y seguir bailando.
León, su hijo, funciona como fuerza centrífuga y centrípeta. Una energía que atrae y aleja de ese núcleo que es la familia nuclear de la protagonista. Un factor que se vuelve tanto base para la culpa como fundamento de la alegría. Un niño que, sin saberlo, juega con autos de colores y desea conocer castillos, mientras su madre se replantea varias de sus decisiones adultas. Una pareja de baile ideal para un cuarteto cordobés, donde atraemos y repelemos en cada paso.

En el libro, Barata reconstruye de manera magistral la presión que genera en nuestra generación la aparente omnipotencia para resolver todo por nuestros propios medios ¿No podés dormir? ¿No te sentís deseado? ¿No te sentís deseante? ¿Extrañás a tu familia? A la respuesta de su pareja, «no te comas el bocho», la autora responde con escenas en crescendo, pedazos de esta composición gráfica y melódica que toma la forma de una inminente detonación. Las desactivaciones se vuelven escenas de una gran crudeza, donde el apartado gráfico muestra los costos que tiene en la protagonista el seguir bailando sin mostrar públicamente que va perdiendo el ritmo.
Si me disculpan, voy a cambiar el registro y hablarles en primera persona. En las últimas semanas, varies amigues se separaron, se quedaron sin trabajo, se enfermaron y algunes casi se mueren. En todos los casos, se repitió una constante: el volver -cuando se puede- al seno materno-paterno-familiar. Pero este retorno a un espacio seguro, confortable y rodeado de cariño, se dio con culpas ¿Cómo mostrarnos débiles frente a nuestres xadres? ¿Ser adules no era cortar con esta dependencia? En Familia esto también sucede y Barata traslada la historia a Portugal. Al ritmo de una melodía tenue, más parecida a una nana, la protagonista se deja caer, se permite el quiebre y la vulnerabilidad en brazos de su familia.
Con un ida y vuelta entre la realidad y la irrealidad, confundido todo por la vorágine laboral, vincular y la falta de sueño, la autora logra un caos hermoso. La elección del color, la ruptura de la anatomía humana, la superposición de diálogos amontonados unos encima de otros, todo puesto al servicio de un desorden con forma de cuenta regresiva, de últimos acordes antes del fin de fiesta.

Cada escenario del libro tiene su propia música, sus propios pasos de baile, su propio combustible con el cual mantenerse en pie. El alcohol, los psicofármacos, la falta de independencia económica, el trabajo, el sexo, el café, el amor, la costumbre. Literalmente, todo explota por los aires mientras Barata cierra el libro con unos pasos de baile inseguros sobre este campo minado que eligió retratar.