Con un proyecto híbrido que combina lo mejor de la historieta con merchandising original, sigue creciendo Cápsula Ediciones. Knock Knock Monk es una de sus mayores obras publicadas. Caminos plagados de aventuras bestiales, luchas contra el propio pasado y muchas ganas de ver más.
En Argentina se vive una nueva primavera de la historieta nacional. Quizás, sin lograr números en ventas que permiten una mayor estabilidad, pero sí con cientos de lanzamientos anuales. Una vitalidad del medio que asombra, emociona y permite entregarse a la esperanza de un futuro prometedor. Entre todos los proyectos editoriales, Cápsula Ediciones va por todo. Combinando la producción de libros de autores locales con el merchandising basado en el trabajo de dibujantes indie nacionales, apuesta por un modelo híbrido que permita tener a tus artistas preferides en tu biblioteca y tu armario.
Knock Knock Monk es uno de los libros del catálogo de Cápsula. Con una propuesta estética por demás seductora, la obra parte de una historia de autoconocimiento. Un camino del héroe en su formato clásico, pero con algunos detalles que la diferencian. Esta autopercepción y el aprendizaje que de él proviene, se configura en la relación entre Peke, empleada en un servicio de mensajería, y Monk, una de las bestias encargadas de hacer los envíos. Una amistad que se forjará al andar entre una joven inexperta y una bestia a punto de ser «jubilada» que deben transportar un paquete importante. Sí, al final del camino habrá cambios para ambes.
El vínculo entre Peke y Monk recuerda al que visto en La Brújula Dorada, con la amistad entre Lyra y el oso polar acorazado Iorek, o en Avatar: La leyenda de Aang, con la dupla del protagonista y la bestia voladora Appa. Un contrapunto entre la inocencia del iniciado y la sabiduría del viejo acompañante, entre la personalidad avasallante del más pequeño y la ternura de un animal con varias toneladas de peso. Por encima de todo ello, una pizca quijotesca que se adivina en ese obelisco porteño con forma de molino.
La historia escrita por Jonathan Crenovich y dibujada por Alesio Rossino es, por todo esto, una historia de postas. En la amistad entre la encomendera y la bestia se encuentran también dos caminos: el de quien recién comienza y el de quien va llegando al final. En ese entrelazamiento de experiencias disímiles, ambes aprenden. Peke es alertada de todas y cada una de las amenazas que depara el trayecto. Monk, por su parte, se enfrenta a su propia vejez, a lo que significa para una bestia de carga el retiro y los fantasmas dejados atrás.
Con respecto al apartado gráfico, Knock Knock Monk es dueña de una de las portadas más hermosas del año. Un trabajo minucioso, tanto en el dibujo como en el diseño de tapa, que invita a la lectura. En contra de lo que podría imaginarse, ese alto nivel no baja en el arte interno. Rossino expone uno de los mejores trabajos de sombras que se han visto por estas latitudes -vean los pasajes en los que caminan por un bosque y cómo la luz traspasa las hojas-. Al mismo tiempo, regala un bestiario compuesto por criaturitas que apenas se asoman en escena y monstruosidades peligrosas varias. Y este elemento merece un párrafo aparte.
Uno de los puntos más altos de la obra es el poder darle una identidad propia a estos personajes secundarios, sin siquiera hacerlos interactuar con les protagonistas durante demasiado tiempo. En una historia de viajes por tierras lejanas, en entornos naturales que van cambiando mientras avanzan los kilómetros, es fundamental mostrar que la flora y la fauna necesariamente cambian. Con especies adorables que parecen salidas del Legend of Mana de Square Enix y gigantes dormidos que bien podrían pertenecer al universo de Studio Ghibli, la dupla permite que el lector viaje a la par de les protagonistas.
Lamentablemente, no todas son buenas. En el momento en que la lectura llega a su mejor punto, se precipita todo y termina en un pim pam pum alborotado y un tanto desprolijo. Ciertas situaciones no se resuelven bien desde el guion. Acciones y reflexiones de les personajes no son mostradas a les lectores y se ofrecen resoluciones que deberían haber sido desarrolladas.
Pese a ello, Knock Knock Monk deja con ganas de más. Se le pueden perdonar estos finales abruptos, siempre y cuando prometan más aventuras de la dupla. En este vasto mundo, repleto de territorios por les lectores aún inexplorados, queda mucho por contar. Por más Peke y Monk, por más bestiarios increíbles, por más aventuras repletas de acción y caminos para conocerse.