Hay muchos tipos de cómics y muchas formas de comunicar más allá de una gramática convencional. Porque existen cómics sin bocadillos, sin viñetas, sin imágenes e incluso sin narrativa.
Sirva esta selección como un muestrario de cómics editados en formato papel que han sido capaces de superar fronteras con propuestas arriesgadas y apasionantes para el medio.
1. Mono & Lobo de Sergio García y Lola Moral (Delcourt)
Cuatro páginas póster de narración multilineal y dibujo trayecto. El uso del formato grande anticipa trabajos posteriores del autor como la instalación Viñetas desbordadas en el museo José Guerrero de Granada junto a Max y Ana Merino, y la exposición Guerra en el museo Picasso de París donde Sergio García ya se sale, literalmente, de la rigidez y limitaciones del formato libro. Algo que siempre ha buscado en sus trabajos desde que lanzó su tesis, Sinfonía gráfica (Glenat).
2. La cleda de Agnès Llobet & Fco. Javier Barrera (Edicions del despropòsit)
Un poemario con viñetas y bocadillos pero sin dibujos (solo una llama y algunas viñetas con presencia de negros). ¿Un poema que se apropia del lenguaje del cómic o un cómic que se apropia del lenguaje de la poesía? Posiblemente ambas respuestas son correctas e incorrectas a la vez. O como los propios autores dicen: «Es un cómic que no lo es».
3. Ante tus ojos de François Matton (Demipage)
François Matton es un provocador que busca el cortocircuito del lector pero que a la vez mantiene la calma ante el viaje de pequeñas (no) historias que componen este cómic con un discurso poético que a veces se vuelve surrealista y casi abstracto.
4. Contemplación y reaprendizaje del escenario de Manuel Depetris (El Waibe)
Un traveling de miradas cercanas donde nos movemos en una localización donde la realidad y lo abstracto funcionan con el mismo propósito narrativo.
5. The dancer at midnight recogido en After nothing comes de Aidan Koch (Koyama Press)
La autora crea una simbología propia en veintidós páginas de estructuras minimalistas donde juega con lo inmaterial y el tiempo.
Valiente, sencillo y poético.
6. La soga de Zer (Sergio Arredondo) (Ultrarradio)
Un criptograma visual que adapta la película homónima de Hitchcock a base de iconos, pictogramas y diagramas. Arriesgado y fascinante.
7. Morlac de Leif Tande (Diábolo)
Narración multilineal y múltiple en una aparente sencilla retícula de 3×4 donde es el propio lector el que elige el camino que debe tomar el protagonista. El cómic no solo rompe el clásico orden de lectura occidental, si no que sumerge al lector en un laberinto de opciones innumerables que no siempre tienen un final «satisfactorio» y que, llegados al final «correcto» no es tal, ya que acaba en un bucle que reinicia todo.
8. AZ de Lars Arrhenius (Peer)
Usando un sistema clásico de lectura de mapas, el autor introduce varias historias que se cruzan dentro del mismo (gran) espacio. El lector decide a qué página saltar par continuar con el hilo que está siguiendo pero que, en cualquier momento, puede saltarse para continuar con una de sus historias paralelas.
9. Viaje de Yuichi Yokoyama (Apa-apa)
Un manga que usa una figuración estilizada que, por momentos, se camufla en abstracción donde lo que se cuenta queda en un segundo plano por la apabullante puesta en escena de extrañeza y surrealismo.
10. Aquí de Richard McGuire (Salamandra)
Un cómic con un espacio fijo que narra eones de vidas y que componen un puzzle donde el lector es el que encaja las piezas desperdigadas en el tiempo bajo el ritmo musical que impone su autor.
Hay muchos más ejemplos. Incontables. Porque el cómic es un lenguaje lleno de posibilidades y es fundamental no solo investigarlo, sino cuestionarlo y forzarlo hasta sus límites.
Pero, ¿hay límites? Eso dependerá de lo que entiendas por cómic.
*Este artículo fue publicado originalmente en la página de Manu Gutiérrez.