La ciencia ficción —o ficción científica según los conocedores—, género tan poco valorado más dentro del gremio de algunos críticos que de los creadores mismos en la literatura colombiana, se ha abierto camino lentamente, pero con paso firme en las últimas décadas. Para el caso que nos compete, como son las historietas, el escenario se aprecia similar pero menos espinoso. En la presenta reseña, expongo lo que ya se puede denominar un clásico, a pesar de su corta existencia.
Los periodos en las historietas pertenecen a un mundo paralelo donde la relación público-libro tiende a ser más recíproca. Hablar de Dos Aldos (Cohete Comics, 2016) es remitirse a un punto de referencia; aunque sin ser la primera en su especie, pero si la que más ha adquirido un peso mediático que no se puede pasar por alto. Pablo Guerra y Henry Díaz es una de las duplas más reconocidas por su investigación con enfoque académico en la historieta colombiana y como gestores de esta obra, dejan en evidencia su bagaje en la resolución gráfica y narrativa como aporte para enaltecer este arte en ascenso. Ganar, en 2018, el 11th Japan International Manga Award fue una proeza, incluso para ellos resultó increíble por el prestigio mundial del reconocimiento, ya que, pensaría uno, poco se fijan en lo que se produce en español. Al respecto, dijo Felipe González, editor de Laguna Libros y casa matriz de Cohete en una entrevista para el periódico El Espectador en 2018: «Entiendo que el premio lo que hace es mandar a traducir los libros para los jurados, entonces no sé qué libro fue el que leyeron. No sé cómo traducirán ciertas palabras o como adaptaron ciertos detalles graciosos para que funcionaran en japonés. Pero sí sé que hay páginas increíbles de dibujo, es impecable como se articula con la historia. Y la historia misma debe estar siendo premiada también. El género de la ciencia ficción es complicado porque ya existen fórmulas para hacerlo, pero Dos Aldos se sale completamente del cliché». Lo cierto, es que no es una afortunada casualidad, simplemente el producto se vende por sí mismo. Como lo afirma González, el dibujo sorprende y quizá por eso, se convirtió en tarjeta de presentación de la obra para despertar la curiosidad de los editores japoneses, que como es bien sabido, les encanta esta línea de trazo.
Como suele ocurrir con las obras de ficción, los comienzos son incomprensibles y en apariencia, salidos de contexto por su orientación distópica. En Dos Aldos, es claro a primera vista que el espacio se configura en una zona desértica, lo que conlleva a descifrar el elemento tiempo. Se puede inferir que es un futuro lejano por el típico diseño aerodinámico de los vehículos o por los característicos métodos científicos que se realizan; pero por esos mismos rasgos, igual puede ser un presente oculto en un lugar impenetrable. Como sea, se convierte en el mejor pretexto para empezar a desmenuzar la trama e introducirnos en la psicología de los personajes centrales. Un pintoresco triángulo amoroso entre dos voluntarios para un proyecto: Julia y Aldo; además de su réplica en versión migani —criatura fabricada en un laboratorio para asimilar las fortalezas humanas—, termina por el azar haciendo parte de un gran experimento orquestado por una sociedad científica clandestina. Julia es la primera en morder el anzuelo, al caer en la tentación de tener un encuentro sexual con el migani, quien aparece de repente en un momento de soledad y embriaguez, dando por sentado que él es Aldo al regresar de una diligencia; cosa que al final poco le importa su evidente extraño aspecto. Cuando los inescrupulosos científicos se enteran de lo ocurrido, persuaden a Julia para que prosiga con la relación, mientras realizan análisis con el cuerpo del verdadero Aldo, quien permanece bajo su custodia después de un accidente que lo deja en un limbo mental. El proyecto va por buen camino a medida que Julia y el otro Aldo, se compenetran. El migani se enamora de ella, y a su vez, ella lo ama porque ve a Aldo reflejado en él. Los científicos logran manipular sus sentimientos. En medio de la lucha por liberarse de la presión a que son sometidos, logran romper el yugo y el experimento no sale del todo bien. Finalmente, los investigadores optan por una decisión radical y a su vez, el lector se sacude al revelarse un secreto desconcertante.
Creo que hasta aquí es prudente contar el desarrollo del guion; bien sea porque quien sepa el desenlace ya le resultará predecible, o para quien lo desconozca, le puede parecer spoiler y arruinaría la expectativa. El hilo del argumento a través de la juiciosa lectura visual, ofrece destrezas gráficas que lo complejiza y no corresponde con la simplificación anterior, que solo funciona como reseña. Entre esas destrezas, vale mencionar el planteamiento bicromatico entre el blanco y el negro, a los que se le interpone el verde como signo distintivo de la criatura, la cual le inyecta un matiz de «ternura» a la historia. Otra, es el aprovechamiento del espacio, el cual se alterna entre viñetas cerradas, ortogonales y diagonales, dependiendo de la intensidad de la escena, en beneficio de un mayor detalle del realismo que le dan sus trazos marcadamente delineados. También, los baches presentes en varias páginas, dan pie a interpretarlos como pausas que resaltan alguna emoción que no se puede explicar con palabras. En mi opinión, sin desmeritar —faltaba más— el ingrediente textual, creo que la imagen absorbe con mayor intensidad el interés del lector, sometiendo los diálogos a un plano descriptivo; pero eso no opaca la armonía intencionada entre ambos recursos, que hacen de Dos Aldos, una experiencia.
Henry Díaz (Bogotá). Historietista e ilustrador. Ha publicado en medios como Revista Larva, Étnica, Dr. Fausto, Crónicas del hombre frio, entre otros. Tuvo sus inicios en el mundo de la publicidad y de allí, a la industria gráfica. También ha hecho proyectos como animador 2D para videojuegos y cortometrajes. Actualmente sigue explotando posibilidades artísticas en proyectos digitales principalmente.
Pablo Guerra (Bogotá). Guionista, editor y analista del comic. Fundador del Club del Comic de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Obtuvo el Premio Nacional Otto de Greiff en Excelencia en Artes Creativas por “Ciudad Gótica en el espejo: la locura en Arkham Asylum”. Actualmente es miembro del colectivo El Globoscopio, donde apoya a la historieta en todas sus expresiones.