Laura Guarisco (Caracas, Venezuela, 1991) es Licenciada en Arquitectura y Diplomada en Arte Contemporáneo, ilustradora e historietista radicada en Medellín. Es la creadora del contenido Guarisquín donde a través la ilustración y la historieta, explora y reflexiona sobre algunos temas como la condición migrante a través de preguntas y conversaciones. Algunas de sus publicaciones son: Cambur (2019) una historieta donde aparecen historias sobre las palabras que se usan entre Colombia y Venezuela, pero que tienen otros significados, y No me gustan las peceras (2018), una historia corta, coloreada en varios tonos azules, en la que narra un episodio traumático que tiene como eje central la belleza y el encierro de los peces.
Guarisco hace parte de parte del colectivo de cómics La Chimenea de Medellín donde ha desarrollado parte de su trabajo. Ha publicado y colaborado en prensa, plataformas digitales y revistas de cómic como la sesión de Entreviñetas del Espectador, el fanzine Dr Fausto, Cerosesenta, entre otras.
Actualmente está terminando la historieta The Nest (NIDO) un trabajo que está realizando en conjunto con la agente Alessandra Sternfeld de AM-Book. NIDO es una narración sobre la vida en la Venezuela de los últimos años, vista a través de la historia íntima y conmovedora de Angel un arquitecto de Caracas que sale a pie desde su país natal para empezar su vida y trabajo de cero.
Hablamos con Laura acerca de su trabajo, su formación como arquitecta, y sus proyectos.
Gran parte de su trabajo lo ha desarrollado en Colombia, sobre todo en Medellín ¿Qué ha significado esta ciudad para su formación?
Medellín ha sido un punto de inflexión en mi vida profesional. Cuando llegué no encontré trabajo como arquitecta, que fue la carrera que decidí estudiar 10 años atrás y en la que tenía 5 años de experiencia laboral. Tampoco encontré en tiendas, restaurantes, cafés. Me sentía en la mitad de dos extremos: el de estar sobre calificada para unos oficios y el de «hola, tu amigo me mandó tu hoja de vida y necesitamos gente». Así que mientras pasaban los meses lo único que hacía además de buscar trabajo era dibujar.
En muy poco tiempo y gracias a las redes sociales encontré espacios para dibujar y conocer gente. Empecé a compartir mis dibujos en Instagram con más regularidad. Cuando me enteré del Festival Entreviñetas me inscribí en casi todos los talleres, uno de ellos con Powerpaola. Todo era nuevo para mí. Empecé a ir a ferias de ilustración sin saber que haría parte de ellas en algún momento, y en una de esas que fue en los galpones de Comfama, en El Faire, conocí a Luis Echavarría y sus publicaciones. Me invitó a unirme a La Chimenea. Y allí finalmente entendí que lo que siempre quise hacer y necesitaba hacer eran historietas. En Caracas, en un taller de narrativa gráfica con Lucas García Paris, me quedó claro que debía apuntarle a los cómics. Pero allá la movida «comiquera» no la busqué porque yo estaba muy enfocada en ser arquitecta.
Fue aquí en Medellín que vi que era posible hacerlo. Y convertirlo en oficio.
Haciendo un panorama de las primeras publicaciones que estaban más el orden de la ilustración, con el personaje «Guarisquín» más presente, hasta las últimas ¿De qué manera se ha transformado su trabajo?
Pues, siento que sigue transformándose. Me falta mucho por experimentar, por ver, por aprender. Hace apenas 3 años nació el personaje.
Una de sus primeras publicaciones es No me gustan las peceras, que fue parte del resultado en el taller que dirige Luis Echavarría: La chimenea ¿De qué forma fue importante ese taller? Tanto en aprendizaje en técnicas de impresión, formatos, y las conversaciones con el grupo.
En lo personal, el taller que hice con Luis fue como una «universidad» por así decirlo. Me voló la cabeza de lo bien estructurado y profesional que estuvo. Y uno queda con ganas de más.
Y actualmente yo estoy loca por La Chimenea. Tanto, que si me pierdo alguna reunión me siento mal. La Chimenea es un laboratorio historieta y nutrirse en conocimiento de cada uno de sus integrantes es una experiencia increíblemente valiosa.
Siento mucha curiosidad por el trabajo de historieta que hacen los arquitectos. Pienso en Joost Swarte y en la forma de entender el espacio, el diseño, la estructuras y cómo se establecen conexiones entre ambas artes ¿Ha sido importante la formación como arquitecta en su oficio como dibujante de historietas?
Bueno, ese tema a mí también me da mucha curiosidad. Cuando tenía 12 años hacía cómics (todavía los tengo) y lo único que había leído de historietas en ese momento eran las tiras de Quino y eso porque una amiga del colegio me prestó una antología gordísima de Mafalda pero lo que se hacía en Venezuela era humor gráfico: caricatura política de Zapata, Rayma, Edo, Weil. El caso es que no leía historietas. Al graduarme de la universidad fue que empecé nuevamente a conectar con las cosas que hacía 10 años atrás.
Hace poco leí una tesis que se llama Cómic: arquitectura narrativa de Enrique Bordes y nunca antes había hecho esa conexión entre ambas. Conscientemente la decisión de estudiar arquitectura no estuvo influenciada por mi gusto de dibujar historietas. Lo que si me dijeron dos personas; un profesor de dibujo y un ex de mi mamá (hola, mamá si lees esto), fue que estudiara arquitectura y que luego, si quería hacer cualquier otra cosa podría hacerlo. Supongo que sí tenían razón.
Usted ha visto de cerca, parte lo que es la historieta colombiana, sin entrar en comparaciones ¿Cuál es el estado actual de la historieta en Venezuela? ¿Qué autoras podemos leer?
Esa es una pregunta complicada para mí y es por varias razones: la primera es que cuando yo vivía en Venezuela yo no consumía historietas, y eso fue hace ya 5 años. Y la segunda es porque actualmente en Venezuela no se está haciendo mucho. Además, en Venezuela no se le daba valor a la historieta como medio, sino a la caricatura, como ya expliqué antes.
Hoy en día cito a dos autores que están allá que me encanta su trabajo: Carlos Luis Sánchez (Majenye) se encuentra en Carora y descubrí sus cómics por la antología latinoamericana El Volcán (Musaraña Editora, 2018), y Lucas García Paris, quien fue mi profe en un taller de narrativa gráfica en Caracas y está publicando cómics periodísticos en Prodavinci. Fuera de Venezuela también hay varios autores que sigo y es muy chévere lo que hacen: Mike Centeno en Chicago (ha publicado en The Nib), Titihoon en Argentina y Nique en Uruguay, Noir Yaguará (que de hecho hacía parte de Cuneta Maldita, una editorial independiente en Mérida) también está montada en la movida fanzinera y tejiendo redes en Suramérica. Seguro se me pasa alguien más, pero con ellos son los que he tenido contacto más directo.
¿Cuáles han sido referentes en los últimos años, tanto en historietas como en otras artes?
Actualmente estoy obsesionada con el trabajo de Bianca Bagnarelli (italo-francesa), Alfred/Lionel Papagalli (francés) y Lorena Alvarez. Me gusta mucho Chris Ware (USA) y también me gusta mucho Catalina Bu (Chile). Pero soy muy ignorante: no sé nada de historieta brasilera y menos de manga. Siento que no tengo unos referentes claros en mi mente que te pueda decir que me han influenciado a lo largo del tiempo. Porque siento que todo me ha influenciado: desde las series animadas que veía de niña en Cartoon Network o Nickelodeon (soy de los 90s), las clases de pintura que tomé antes de la universidad, todas las referencias arquitectónicas que estudié y las maquetas que armé en mi carrera, todas las películas, documentales y canciones que me han movido, ser migrante en un país que se parece mucho al mío, talleres de ilustración virtuales que he estado tomando de vez en cuando… Son muchas vainas.
Mi biblioteca (virtual y física) de hoy es casi solo historieta; aunque también hay que tener en cuenta que me he mudado muchas veces, de ciudades y país, así que es difícil traerse cosas de un lado a otro.
Además ha sido colaboradora en la sesión Entreviñetas del Espectador, en Dr Fausto y en el Diario de Blast y muchos otros más. Para Entreviñetas usted dibujó Sobrevivir, una historieta periodística en la que hace un breve recorrido para relatar historias sobre la migración y los problemas políticos, económicos y sociales ¿De qué modo han sido importantes estas colaboraciones para sus trabajos futuros?
Bueno, yo no estudié comunicación ni hago activismo, pero contar a través de la historieta mi punto de vista sobre los temas que mencionas es algo que me mueve. Dibujar también me ayuda a entender cómo o por qué las cosas funcionan. Y creo que es la herramienta que me mejor sirve para comunicarme.
En Cambur usted hace una narración que transita entre la explicación y lo didáctico para hablar del lenguaje, de las palabras que tienen que en su país de origen tienen significados distintos ¿Cómo fue concretando este proyecto?
Cambur fue un experimento que quería hacer y siento que lo hice al final muy rápido. En 2019 quería sacar una publicación nueva para una feria que no recuerdo cuál era… y faltaban como tres semanas. Así que corrí para lograrlo. Y simplemente tomé todas las experiencias de los cuentos de mis amigos en reuniones que hacíamos y así salió la historia. Quiero hacer una segunda parte pronto, más trabajada, extensa y divertida esta vez. Probablemente se llame Papaya.
En sus historietas, por un lado están las preguntas por lo que problemas sociales, y por el otro su mirada se centra en la naturaleza, en los animales y plantas. ¿Le gustaría diseñar un trabajo narrativo más amplio sobre esta última parte?
Sí, totalmente. El tema lo he hablado más que todo con mi esposo que es biólogo y sería bonito armar algo en conjunto.
En el último año ha estado trabajando en un proyecto largo The nest (Nido) del cual ha dado algunas muestras mínimas en redes, un proyecto en conjunto con la agente Alessandra Sternfeld de AM-Book. ¿Podría adelantarnos de qué va este último trabajo y qué ha significado trabajar en algo más extenso?
Nido cuenta la historia de un joven venezolano que decide salir de Venezuela y empezar su vida desde cero en Colombia, como los miles de refugiados que vemos caminando por las carreteras del país. A medida que se va a construyendo el relato, el protagonista va teniendo constantes recuerdos de cómo era su vida en Venezuela y qué lo llevaron a salir. Y aunque los personajes y la historia en sí son ficción, está inspirado en episodios reales que me han pasado a mí y a amigos cercanos.
Es mi primera historieta larga y ya tengo un poco más de un año trabajando en ella. Conocer a Alessandra le dio un impulso muy importante porque meses atrás había concursado con la idea a los Estímulos del Ministerio de Cultura y estaba viendo cómo y cuándo aterrizarla. Estar también en La Chimenea me ha dado la confianza de darle con toda y me han ayudado mucho a mejorar la narrativa. Estoy muy feliz de cómo va quedando.
Dos últimas preguntas…
Recordando una de sus publicaciones. ¿Ha valido la pena todo esto?
¿No tener a veces un peso en la cuenta pero estar haciendo lo que me gusta? Es tal vez la decisión más difícil pero más gratificante de mi vida. Suena súper cliché pero siempre quise hacer esto que hago hoy.
¿Cuál sería su definición de historietas?
Sabes que muchas personas de Venezuela todavía le dicen caricaturas a las historietas, a pesar de ser dos cosas diferentes. Creo que también la confusión entre el término gringo cómics, las «comiquitas» del periódico que dan risa o las «comiquitas» de la tele que eran las series animadas, y el humor gráfico en las caricaturas políticas mezcló todo. Yo no me considero caricaturista, pero si he hecho caricaturas.
Ahora, una historieta te cuenta una historia con dibujos. Y hay muchas formas de hacerlo, pero todas parten de la misma base: una viñeta, un globo de texto y un personaje.