Hijo y fruto caído de los árboles de los barrios de casas bajas al oeste de la periferia bonarense, Pedro Mancini apareció en la escena argentina de historietas con un estilo único y disruptivo. A fuerza de oscurantismo, vino barato, identidad barrial y pelucas de colores es hoy uno de los artistas con más adeptos en el arte gráfico de Argentina.
Mientras termina su nuevo proyecto autobiográfico, de tono más serio, publica en Instagram las tiras de humor Los pelados y Los defensores del amor: La venganza de César Banana. Al tiempo que sus miles de seguidorxs aguardan hasta altas horas de la madrugada su prédica oscura y etílica y los críticos intentan descifrar el misterio detrás de su indescriptible arte, en Revista Blast charlamos con el último hijo vampiro de Ituzaingó y nos preguntamos: ¿Qué hace Pedro Mancini y por qué todes quieren «espectrar» con él?
Entre tus últimos trabajos, supiste alternar entre lo humorístico y un registro narrativo más serio ¿Qué te permitís contar en cada una de esas elecciones?
Yo siempre veo al trabajo del historietista, o de los artistas en general, como una gran catarsis. Una forma de expulsar demonios o simplemente decir, a través de una obra, lo que uno no podría decir de otra manera. Trabajando en ese registro más serio del que hablás, creo que uno está aún sumergido en ese conflicto interno. Cuando uno logra transformarlo en algo humorístico, siento que ese conflicto empieza a deshacerse. Por lo menos en mi cabeza.
¿Qué me permito contar en cada caso? Supongo que lo mismo, solo cambia el tono y la forma.
En algunos de tus libros elegís construir un tono más autobiográfico ¿De qué manera lográs separarte de la obra para que pueda ser leída para otres más allá de tus propias experiencias?
Eso lo pudo resolver mi editora, Claire Latxague, de muy buena manera. Hace tiempo, ella se interesó por publicar un libro con unas tiras que estaba empezando a hacer, donde aparecía mi personaje Alien Triste. Al comienzo yo, completamente inexperto, ligaba cada tira a una anécdota personal real. Cuando nos encontramos con Claire y ella vio lo lento que avanzaba en el material desde su propuesta, me dijo que si esperábamos que me pasaran cosas que disparen nuevas tiras el libro lo íbamos a publicar en mil años. Un poco en chiste porque mi vida, y tal vez la vida de muchos dibujantes, en general puede ser bastante tranquila. Siempre muchas horas dibujando en soledad. Así que, a partir de esa charla, empecé a pensar al personaje como algo aparte de mí. Creando situaciones ficcionales para animar su propio mundo. De todas maneras en esencia su personalidad y sus reacciones son las mías. Y así y todo mucha gente se identifica.
La soledad, la tristeza y la nostalgia ocupan un lugar importante en tu trabajo ¿Cómo se trabaja con esos sentimientos hasta transformarlos en elementos para la construcción de una historia?
Eso es algo que no tengo muy bien analizado. Sale muy espontáneamente. Probablemente, los que mencionás son rasgos que destacan de mi personalidad y, a la hora de crear, se cuelan en mi trabajo. De todas formas, me aburro todo el tiempo de mí mismo y de lo que hago, y esto mismo me dispara hacia otros lugares.
Tus obras de tono más serio cuentan con una oscuridad avasallante ¿De dónde fuiste tomando elementos hasta crear el estilo tan particular que caracteriza tus últimos libros e ilustraciones?
Yo siento que algo de todo ese clima viene de mi infancia y mi relación con mi abuelo. Él era un actor que tuvo mucho éxito en los años 40 y 50 en Argentina, y después de a poco lo fue perdiendo. En su casa había algo de esa atmósfera oscura que tanto me gusta. Un poco porque era una persona muy quedada en sus recuerdos, rodeado de libros y fotos antiguas. De golpe, yo podía entrar en su habitación y me lo encontraba con capa negra recitando poesías. También lo acompañaba mucho al teatro y ese mismo mundo teatral tiene un clima que entró bastante en lo que hago. Por supuesto hay otras influencias que vienen de mis lecturas, del cine e incluso de la música que me gusta, pero creo que la esencia principal viene de esas primeras influencias en compañía de mi abuelo.
En el registro humorístico, particularmente, elegís personalidades y situaciones de la cultura popular y la televisión argentina, elementos entendidos muchas veces como consumo irónico ¿Qué te ofrecen esos personajes en términos narrativos?
Me divierte mucho cuando la realidad te da material más deforme y bizarro del que uno podría imaginar jamás. En el caso particular de Los defensores del amor, la historieta que estoy haciendo ahora mismo, el disparador fue un video que me crucé por casualidad de César Banana Pueyrredón (cantante melódico argentino). Al comenzar la cuarentena, subió este video en donde se lo veía en su casa tocando una de sus típicas canciones románticas, pero con la letra cambiada. En la nueva versión, el bueno de César te alentaba a quedarte en tu casa y lavarte bien las manos. Morí de risa y enseguida se me ocurrió esta historia en donde varios cantantes melódicos y algunos actores y actrices viven aventuras superheroicas en plan absurdo y deforme. Así que, en definitiva, la elección se basa en eso mismo. Hay que estar atento, porque la realidad siempre te va a dar material interesante para trabajar. A partir de ahí, solo es tirar de ese hilo y jugar con esos elementos.
En el último tiempo, muchas personas te siguen en redes sociales, incluso copian algo de tu personaje virtual ¿Cómo te llevás con esa comunidad que sigue a Pedro Mancini?
Tengo la suerte de que la gente, en general, me tira muy buena onda. En estas épocas de pandemia es una forma de divertirse y hacer un poco menos terrible todo lo que estamos viviendo. Me halaga y me divierte un montón cuando veo que hay gente que usa algo de mis chistes y pavadas usuales.