«El cómic tiene más potencialidades que las del papel impreso, hay muchos universos posibles y solo se está trabajando en algunos de ellos»
Max, 2019
La historieta lo puede todo. Tanto es así, que desde principios de este siglo se ha infiltrado con mayor ahínco en relevantes instituciones museísticas como el Museo de Arte Carnegie en Pensilvania o el Museo Nacional del Prado en Madrid. Incómoda, constreñida y encorsetada en el papel impreso, la historieta se coló como una manifestación artística contemporánea más en las salas de exposición, ya sea en muestras temporales o permanentes. Ese paso de la página bidimensional a la sala tridimensional ha llamado la atención de algunos estudiosos de la historieta por los retos museológicos y museográficos que implica exponer un lenguaje tan híbrido y elusivo a cualquier definición. Quizá uno de los interrogantes que mejor expresa este dilema es el que planteó el historiador del arte Santos M. Mateos-Rusillo: «¿Cómo exponer un relato secuencial desarrollado para su medio natural, el papel, y pensado para ser leído de forma individual, no para ser visto de forma colectiva?».
A esa pregunta se enfrentaron los historietistas Camilo Vieco y Camilo Aguirre para organizar la muestra Saltar el muro en la Galería de exposiciones del Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá. Aunque este equipamiento no sea propiamente un museo, sí se trata de un relevante espacio cultural y artístico donde la historieta ocupó por primera vez sus superficies del 24 de septiembre al 23 de octubre de 2021. La exposición constituyó la actividad central en la agenda de Saltar el muro: encuentro internacional de narrativa gráfica. Este proyecto fue posible por la sinergia de varias instituciones: la Alianza Francesa de Bogotá, el Goethe-Institut, el Instituto Francés y el Centro Cultural Gabriel García Márquez del Fondo de Cultura Económica. Esa suma de voluntades permitió el encuentro de dibujantes de historietas de Alemania, Francia y Colombia.
Para el curador Camilo Vieco, «la exposición fue la manera de poner a dialogar a artistas de diferentes nacionalidades y ‒a diferencia de las charlas y talleres‒ permitió presentar la obra de cada uno para que el público la descubriera y apreciara en otras dimensiones». La elección de los historietistas alemanes y franceses fue una decisión institucional, pero Vieco intervino en la selección de los colombianos. Así se conformó una muestra de nueve artistas, tres por cada país. De Alemania seleccionaron a Aisha Franz, Felix Bork y Olivia Vieweg; de Francia a Maria-Paz Matthey, Olivier Deloye y Thierry Murat; y de Colombia a Yanneth Pineda (Yapi), Lorena Álvarez y Henry Díaz.
El texto curatorial enlazó el trabajo de estos nueve historietistas bajo la siguiente premisa: «Las narrativas gráficas están construidas por muros que a la vez contienen y limitan imágenes. Para acceder a las historias, el lector debe saltar con la mirada estos muros que separan una imagen de otra. De esta manera, quien lee es un a-saltante que va cayendo en un espacio que no es el propio, al otro lado de la realidad. Saltar es la acción de elevarse del suelo con impulso para caer en el mismo lugar o en otro, pero saltar un muro implica un riesgo que lleva de una incertidumbre al descubrimiento de algo nuevo». De este modo, se exhibieron páginas de cómics que propusieran algo distinto o por fuera de las convenciones, como una invitación a salirse de lo rutinario para que el visitante asumiera también ese riesgo de saltar el muro con el creador.
Aunque la idea inicial era comisionar nueve obras para la muestra, una por cada artista, el plazo para la instalación de la exposición (como suele ocurrir) no lo permitió. Así que se expusieron obras inéditas y publicadas. Cinco páginas de cada historietista ocuparon las paredes de la Galería de exposiciones, de acuerdo con sus temáticas. La selección de esas páginas obedeció a la secuencia de cada historia, para evitar mutilar el aspecto narrativo de la obra: «A mí me interesaba darle más importancia a la narración, por ello solicité a cada creador que seleccionara por lo menos una o dos secuencias de sus obras para que el público lograra captar la intención narrativa», explica Vieco.
De los nueve artistas, cinco alcanzaron a presentar una obra inédita para la muestra: Yapi, Henry Díaz, Thierry Murat, Olivier Deloye y Maria-Paz Matthey. La que mejor se acogió a la idea curatorial fue Sin descanso de Henry Díaz porque, según Vieco, «el personaje principal de la historia se peleaba con las viñetas de las páginas, deformándolas, para poder huir de ellas». Y también saltó el muro la obra inédita cosmiXtrip de Thierry Murat «porque en sus páginas no vemos a los personajes, solo una lata y los textos de diálogo, lo cual se sale de la convención, además de ser un trabajo muy pulido», comenta el curador.
La forma de desplegar las obras en el espacio se hizo a partir de reproducciones ampliadas que fueron colgadas con hilos en las paredes porque, al ser el Centro Cultural Gabriel García Márquez patrimonio cultural de Bogotá, los muros de la Galería de exposiciones no se pueden intervenir ni perforar. Para no incurrir en la repetición formulística de colgar originales o reproducciones de cómics, el curador Vieco y el museógrafo Aguirre incorporaron también otro tipo de objetos expositivos en la muestra: ampliaciones en cartón de algunos de los personajes de las historietas, libros de los artistas en una sección especial, a modo de biblioteca, y una proyección con gifs animados de algunos creadores. «En esa biblioteca incluimos libros en alemán, francés y español para vincular al cómic con su espacio natural: el medio impreso y el mundo editorial», afirma Vieco.
Sumado a lo anterior, invitaron a Lorena Álvarez y Henry Díaz a realizar una intervención artística en algunos de los vidrios de la Galería de exposiciones. Y es justo ahí donde quiero detenerme por ser este el mayor acierto de la muestra. Como lo ha señalado Mateos-Rusillo: «Que el propio autor se pueda integrar para participar activamente en [la] concepción y [el] diseño [de una exposición] puede entenderse también como un acto creativo». Convertir los vidrios en páginas de cómic implica apoyarse en la estructura arquitectónica del espacio como un soporte que pasa a condicionar la narración. Y esa utilización narrativa del espacio arquitectónico subvierte el tradicional protocolo de lectura de la historieta, como lo apunta Enrique del Rey en su tesis doctoral (Universidad de Granada, 2018) sobre «La influencia del sistema de escritura y el formato del libro en el discurso del cómic». Además, la obra adquiere un carácter efímero e irremplazable. Al respecto, el curador expresa que «por mi experiencia con las exposiciones que visité en Angulema (Francia), observé que allá hacen mucho esto, no solo exhibir las páginas sino crear una narrativa en el espacio que involucre al visitante, pero el presupuesto no nos permitió ir más allá».
Esta intervención artística provocó un efecto de ruptura en el modelo expositivo convencional. Además, le hizo eco a dos exposiciones de 2019 que marcaron un hito en España ‒El dibujado (Valencia, IVAM, a cargo de Álvaro Pons) y Viñetas desbordadas (Granada, Centro José Guerrero, organizada por Francisco Baena)‒ al explorar las múltiples posibilidades del lenguaje del cómic. De este modo, el curador y el museógrafo lograron recrear un recorrido que no fuera lineal en el espacio expositivo y una escenografía enfocada en la forma. Esta exposición se replicó con algunas variaciones en la sede centro de la Alianza Francesa de Bogotá, por las limitaciones del espacio. A su vez, en Casa Tinta de Bogotá tuvo lugar una muestra de las cuatro historietistas intitulada Abismos interiores, la cual contó con la curaduría de Diana Arias.
La entrada de la historieta en las salas de exposición colombianas es incuestionable y así lo reitera Saltar el muro. La pregunta que hoy nos debe convocar ‒como lo escribió José Miguel G. Cortés, exdirector del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM)‒ no es «la antigua y caduca de si el cómic debe estar o no en el museo, sino otra que a mí me parece más pertinente: de qué modo el cómic puede ayudarnos a modificar nuestra presencia en los museos». Tras la irrupción de la historieta en el 45 Salón Nacional de Artistas, en el Museo La Tertulia de Cali, y en esta reciente muestra, no hay duda de que tarde o temprano ella ocupará las salas de nuestras principales instituciones museísticas ‒junto al resto de las artes‒, sus colecciones y fondos patrimoniales, porque el lenguaje del cómic lo puede todo.