Entre la pasión y el fin de la inocencia

Llamarada (Hotel de las ideas, 2020), el nuevo libro de Jorge González, recorre más de un siglo de historia familiar con el fin de responder una pregunta transversal ¿Dónde queda la pasión cuando se pierde la inocencia? Cien años de masculinidades con la pelota bajo el brazo.

Portada «Llamarada» de Jorge González. editado por Hotel de las Ideas.

Llamarada comienza en un baldío, un pastizal en donde se levantará el hoy glorioso Racing Club de Avellaneda. Desde su abuelo José María, partiendo por el lado sur de la Provincia de Buenos Aires, la jugada pasa por la dupla de Jorge padre y Jorge hijo, hasta la definición de su hijo Mateo al otro lado del océano. A partir de allí, el autor encadenará décadas de sueños que corren atrás de una pelota, arma una pared entre cuatro generaciones de González.

Aunque siempre temo estar rotundamente equivocado en mi interpretación acerca del espíritu que rodea un libro, me animo a decir que Llamarada se centra en la pérdida de la inocencia. En el inevitable e irrevocable abandono del amateurismo en el fútbol argentino, en el fin de la infancia y en la siempre peyorativa valoración detrás del acto de dibujar, Jorge González indaga en qué cosas quedan cuando se rompen esas ilusiones, esos estados de libertad. El autor se pregunta qué podemos rescatar cuando las cosas se desinflan y la pasión termina intercambiándose por cosas que nos dan de comer. Cada uno de los padres de la historia se debate entre mantener intacta la romantizada inocencia de sus hijos o decirles la verdad sobre un mundo con poco espacio para el juego y la falta de dolores. «Llamarada», apodo de José María González, ese que también fue padre, abuelo y bisabuelo, ese que jugaba al fútbol y hoy es un histórico del Racing Club de Avellaneda, es el inicio de este camino de rituales de pasaje hacia un mundo adulto y el origen de una pregunta que será paradigmática ¿Hay lugar para la pasión en el mundo de los grandes? Ciento y pico de años de historia familiar, una misma duda que se vuelve eslabón para encadenar tres generaciones de paso de postas entre masculinidades, con toda la carga de sus fragilidades no dichas.

Una página de «Llamarada» Jorge González.

Llamarada reúne en sus doscientas ochenta páginas una búsqueda estética con más de una década de trabajo detrás. Hay pedazos de historietas previas del autor, algo que permite armar una genealogía de preguntas recurrentes y un lenguaje artístico con el cual responderlas. Como en todo camino de formación de un estilo, este nuevo libro expone novedosas e incontables técnicas gráficas con las cuales contar. Es en Llamarada donde creo que podemos ver un punto de convivencia de varios de los recursos que González ya había utilizado por separado. Las emociones que se van sucediendo son acompañadas por herramientas gráficas que las subraya, las vuelve mayúsculas con respecto a todo lo que sucede alrededor. Si Fueye y Dear Patagonia chorreaban bidimensionales marrones y ocres oxidados, Llamarada es el libro de los grises y las texturas que quieren salirse de la hoja. Los colores vivos intervienen y rompen con esta hegemonía grisácea, cumpliendo un rol narrativo que siempre hay que tener en cuenta en sus historias ¿De qué manera se insertan estas interrupciones en sus escenografías oscilantes entre la tierra y el concreto, entre el siempre amado mar y el asfalto raspante?

Una página de «Llamarada» Jorge González.

En el último junio, aún pandémico, fue el escenario en que llegó Llamarada a las librerías argentinas. Hotel de las Ideas fue la editorial encargada de repatriar un libro que nació en España de la mano de ECC y que se replicó en Francia por obra de Dupuis Aire Libre, pero cuya geografía con olor a Riachuelo debía llegar a las bibliotecas sudamericanas. El autor y lo que cuenta en sus obras tienen este tire y afloje constante entre ambas costas del Atlántico, una intención por saber a dónde pertenecen y que cada vez más se vuelca en las viñetas de sus historietas.

El González autor integral, ese que ya pudimos leer en Fueye y Dear Patagonia, clava en el primer peldaño de Llamarada la que -creo- es su mayor herramienta narrativa: la nostalgia. Hay siempre un pasado, armado con piecitas que la historia va dejando en el camino, que invade el presente presencial de los personajes y los pone en funcionamiento, los hace pensar. Esa presión en el pecho, esa pena por aquello que ya no será nunca más, retorna ahora con una historia familiar, donde lo que se transmite de mano en mano ya no será ni un bandoneón, ni un negocio de pueblo, sino una pasión -o al menos la búsqueda de la pasión-. Al igual que en los libros anteriores, en Llamarada esa reflexión que activa el recuerdo se torna un vacío, un silencio abismal. Ese sin sonido aparece en todas y cada una de las obras de González. Parado frente al mar, sentado en un banco a la espera de entrar a la cancha o acostado en una cama mal armada, en Llamarada el personaje ve cómo se borran las formas, se diluyen los colores y desaparecen los elementos circundantes para entregarse a la soledad y al vacío. En sus páginas, la respuesta siempre se encuentra en uno mismo, en un encuentro personal que necesita callar el aturdimiento de tanta cosa pasando alrededor.

Una página de «Llamarada» Jorge González.

Algo reconocible con el paso de las lecturas es que este derecho al silencio, a la desconexión, siempre es protagonizado por varones en la literatura gráfica de González. La reflexión, como el trabajo asalariado y el ocio, suelen formar parte del mundo estrictamente masculino. En Llamarada, pero también en los libros anteriores, solo los hombres los que toman las grandes decisiones. También quienes lloran, quienes buscan la escapatoria a los mandatos paternos, quienes aman y se frustran. En Llamarada la ausencia de mujeres, sus actos y las consecuencias de los mismos se hace notoria en estos enlazamientos familiares con los que el autor suele trabajar. 

Una página de «Llamarada» Jorge González.

La llegada de cada nuevo libro de Jorge ha sabido acompañarse de un disco que, tremenda y hermosa coincidencia, estaba dando vueltas por casa. Recuerdo que Fueye vino de la mano de Los ladrones, el álbum del Cuarteto Cedrón que intercala escenas de una Buenos Aires ya inexistente con la voz del poeta Raúl González Tuñon. Dear Patagonia compartió una tarde con el concierto de Osvaldo Pugliese en el Teatro Colón, ese que presentó Luis Brandoni al grito de «en este piano se va a sentar un hombre con el mágico misterio de jugarse entero». A Llamarada le tocó cohabitar el estudio con Construção, el disco de Chico Buarque de 1971. Al calor de la salamandra que irradia desde la otra habitación en este frío tirano y conurbano, palabras y melodías, texturas y líneas amorfas conforman una sola cosa, un estado anímico desde el cual desmenuzar las obras como un todo indivisible. Porque Llamarada y Construção se preguntan y ponen en el centro de la escena las desdichas del mundo adulto, capitalista, solitario y ruidoso que nos toca habitar y que, por el momento, nuestrxs continuadorxs heredarán.

Demian Urdin
Demian Urdin
Estudiante de Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires, especializado en el estudio de la Historieta Argentina como construcción patrimonial. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina en el año 2018, donde analizó los procesos históricos de desarrollo del fanzine de historietas y su incorporación al Archivo de la Historieta y el Humor Gráfico Argentinos de esta misma institución. Ha realizado diferentes investigaciones en clave museológica acerca del trabajo del Museo del Humor de la Ciudad Autónoma de Buenos Aire. Es, además, columnista para diferentes medios gráficos y radiofónicos argentinos donde indaga en el mundo de la historieta, los cómics, las series, el cine y los videojuegos. Fue co-creador y co-conductor del ciclo de entrevistas “Guion y Dibujo: Diálogos de Historieta”. Actualmente, dirige el proyecto de difusión de la historieta latinoamericana "Grafo: Culturas Dibujadas".

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