«Drawing Words and Writing Pictures».
Jessica Abel, Matt Madden
de la compu al boliche del boliche a la cama de la cama a la cocina de la cocina al balcón…
Mariano Blatt
Ya no recuerdo cuándo fue que empecé a leer Jolgorio de Brecth Evens (Astiberri, 2022) traducido por Maria Rossich, con el trabajo de rotulación y maquetación de Juanjo El Rápido y Alba Diethelm. En esta lectura, a saltos, y de muchas vueltas al inicio pasaron tantas intermitencias como extravíos. He vuelto, cada mañana, a veces con poca luz o con mucha luz a las calles, bares y edificios que aparecen en las páginas de Jolgorio para empezar de nuevo la lectura ambulante en su noche. He vuelto y he terminado, y ahora puedo escribir algo, creo.
Todo esto, desde luego, no ha sido premeditado, hubo condiciones externas que se impusieron y no permitieron que la lectura fuera una sencilla evasión contemplativa. Tampoco fue una maratón o una lectura de largo aliento en la que intentaba pasar de largo y absorber así la intensidad de los colores y lo espeso de sus texturas, al contrario por Jolgorio pasé sin mucho apuro y con algo de éxtasis y algo de precaución, como un observador silente de esa noche en la que las vidas de tres veinteañeros (el azulado Jona, la multicolor Victoria, y el escarlata Rufo) bailan en los espacios físicos de las páginas pintadas y cobran muchas formas al ritmo vital de sus estados emocionales. Personajes, ellos tres, que nos muestran el paisaje y a los otros que los acompañan, seres que se hunden y se refractan en las luces de la noche intentando hacer de la fiesta un viaje de rutas que se repiten en un Loop de vidas cruzadas, rutas que podemos ver desde muchos ángulos o que podemos seguir hasta llegar a los abismos porque la continuidad se rompe, a cada tanto, aunque exista un marcado final del camino.
¿Qué se busca en una noche de fiesta? ¿Cuál es su paisaje? En medio del caos sonoro que es Jolgorio con sus luces de colores se avienta una respuesta. La fiesta es el vehículo donde encontramos respuestas, ellos, los que están de lado de la página y nosotros, los que vemos desde afuera a esos personajes y los muchos que ocupan lugares y sillas, mesas, edificios, discotecas, piscinas, cuartos, calles y pistas de baile, y todo lo demás que se superpone y se revuelve. O en realidad no se busca nada y el viaje y el vehículo que es la fiesta es una manera de vengarse del mundo. De dejarlo todo atrás por un momento.
Evens multiplica acá su estilo desplegado en otros de sus libros como Pantera, Un lugar equivocado o Las entusiastas: Retuerce las imágenes, recrea la sensación de transparencia y la multidimiensionalidad y profundidad en muchas páginas, desarma composiciones, ensaya, prueba y desbarata e inserta composiciones. A pesar de la aparente complejidad le entrega al lector observador el control de la página: Lo guía, lo invita a pasear la mirada y a buscar los caminos que siguen Jona, Victoria y Rufo. Deshace las formas, enciende la luz y la apaga, te lleva de paseo en un taxi, hace de la página un globo de discoteca que captura lo que pasa en sus viñetas, o un cubo de rubik en el que lo que menos importa es su orden, pero sí su diseño y la relación que hace de la página como superficie mimética.
Jolgorio es un libro de historietas de aventuras. No en el sentido clásico del género, estas son aventuras de la proporción, del diseño, el espacio y el tiempo, aventuras que giran y encajan con el ciclo de los personajes pintados en la noche y sus derivas, porque en la fiesta y todo lo que de ella resulta se articula en los sonidos, las letras y los colores de los espacios dibujados que aparecen y se mueven con Jona, Victoria y Rufo, unas vidas extraviadas que vemos en tantos lenguajes y escenografías intercambiables y móviles.
Así… la noche y las conversaciones asfixiadas en Jolgorio por la acumulación de estímulos son un conducto o un circuito de conductos que nos invitan a una lectura multisensorial que se ajusta a todo lo que Evens dibujó con palabras y escribió con imágenes. Haciendo de la página un baile de transformaciones que nos recuerda lo que escribió Roberto Bartual en un hilo de Twitter «El lenguaje es la capacidad de transformar imágenes en ondas sonoras articuladas, así que en cierto modo es sinestesia. Evens recorre en Jolgorio el camino contrario. Restaura el sonido y el blablablá humano a su condición original de imagen».
Termino Jolgorio, termino la resaca y observo con sobriedad el libro en mis manos. Cierro la fiesta que no parecía acabar. Pero la fiesta sigue ahí, la noche no para así el libro esté cerrado.