“Ser rehén es peor que estar en la cárcel. En la cárcel, sabes por qué estás allí y en qué fecha saldrás. Cuando eres rehén, ni siquiera tienes esas referencias. No tienes nada”
André en el día 13 de su cautiverio
Desde hace un tiempo quería terminar de leer uno de los últimos libros del dibujante canadiense Guy Delisle, Escapar, historia de un rehén traducido al español por María Serna para Astiberri en 2017. La lectura que había interrumpido en un par de ocasiones pude completarla gracias a que encontré, hace unos meses, un ejemplar en la creciente colección de cómic de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. En este libro, con un registro distinto, Delisle se desmarca de lo hecho en su popular serie de crónicas de viajes que dibujó con trazos ligeros y su desbordada curiosidad, algunos territorios aislados del mundo oriental; como la travesía exótica en Shenzen, su inmersión en Corea del norte en Pyongyang, el viaje familiar en Crónicas birmanas, y Las crónicas de Jerusalén. En esta historia ya no es su mirada que captura momentos sino una mirada que reconstruye unas memorias, las de un periodista en cautiverio en 1997, Christophe André, un miembro de una ONG médica que trabajaba en el Cáucaso cuando fue secuestrado en su primera misión humanitaria. Ese hecho, un secuestro, es la experiencia que leemos durante la mayor parte del libro, como respondió Delisle en una entrevista para el portal RTVE en 2017: «Escapar es la historia de un hombre que es secuestrado, la historia de cómo se sobrevive sin volverse loco. Quería que este libro fuera una experiencia para el lector, que se pusiese en la piel de la persona secuestrada.»
Si bien había dejado de lado la idea de escribir sobre el libro de Delisle, he vuelto a retomar algunas notas, atendiendo primero a lo que exponía Delisle sobre su libro, la experiencia del secuestro, una experiencia que ahora ha tomado una vigencia distinta por los días de confinamiento obligatorio que muchos seres humanos estamos teniendo como mecanismo de contención a la pandemia. Aunque esos días, han ido pasando para muchos, ya que se han visto obligados a regresar a su trabajos o han tenido que salir en busca de alimentación. La experiencia del encierro, la de la habitar un lugar por largos periodos de tiempo, es una de las tantas experiencias que la pandemia ha generado.
Como se ha venido escribiendo en muchos medios, además de las historias de la pandemia, y las noticias sobre los contagios, se han viralizado los diarios en la pandemia, entre las noticias y las informaciones, han resurgido nuevas historias sobre cómo habitar una casa, o las historias en las casas, casas para ser leídas o historias sobre objetos en casa. La mayoría de estas historias son narradas, o son recreadas a partir de un tipo de casa, de una forma de casa, la cual en la mayoría de casos cuenta con distintos ambientes, iluminados, y hasta con lugares de esparcimiento. Esto desde luego, tiene que ver con quiénes son los que representan las casas, o cómo son representados los espacios, de qué manera se hace lo que se escribe y de qué forma se dibuja. La mayoría de estas representaciones han dejado de lado los espacios interiores de otros lugares en los que, la turbación, la ansiedad generada es otra, distinta, sobre todo en los espacios donde las personas solo usaban su cuarto o casa para ir a dormir luego de extensas jornadas de trabajo. Esto último, la forma de los espacios y cómo es el confinamiento en condiciones precarias es algo que he estado pensando y repasando mientras paso de nuevo las páginas del libro de Delisle, a la vez que aparecen preguntas derivadas de las noticias y las relaciono con la historia de ese secuestro: ¿Cómo es el confinamiento en las cárceles? ¿Cómo es el confinamiento en los edificios con torres extensas y en los hay apiñadas muchas familias? ¿Qué tiene que ver esto con la historia que presenta Delisle? Como sabemos un secuestro no es lo mismo que un aislamiento preventivo obligatorio, hay una distancia abismal entre lo uno y otro, pero en ambos casos hay un estado de privación similar por la repetición de los lugares, las escasas posibilidades que implica vivir en un espacio en el que el aire circula, la reiteración de los sonidos, la propagación de los olores debido al encierro, la ausencia de luz, las nuevas luces. En fin, hasta qué punto la arquitectura atraviesa y determina el encierro.
Volviendo al libro de Delisle, Escapar es la recreación total de los días del encierro que vivió André, la recreación de los largos ratos de incertidumbre, y la espera sin una respuesta previsible. Como dijo además Delisle en la entrevista citada: «Fueron las largas entrevistas con André su principal fuente de información para poder trabajar en Escapar, y basó su método en ordenar cronológicamente el cautiverio del rehén, un trabajo de «día a día» en el que no quiso dejarse ningún detalle porque todos eran importantes.»
En el secuestro narrado, el espacio del relato es el cuarto donde está depositado André, o lo cuartos, ya que son varios lugares sin muchas diferencias entre sí donde pasa su cuerpo de una manera reiterada sin muchas variaciones y las imágenes del hombre perdiendo peso, de las facciones de su rostro alteradas, acostado, tirado, sin mucha luz, acosado por los cambios de temperatura, atado a un radiador, con un mínimo de contacto con otros humanos, con la incomprensión de la lengua -otra de las capas de su encierro-, van consumiéndolo por su repetición. Aun así, a pesar de que todo pasa en lugares que se repiten, se reiteran y no tienen variaciones, lo dibujado por Delisle nos muestra desde múltiples puntos cómo es ese lugar: desde arriba, desde la ventana cerrada, desde el punto de vista de los captores, desde cada una de las paredes, al tiempo que los colores usados, un azul grisáceo y un azul claro son pasados por las sombras de las noches y los brillos de la luz del día. Y es de esta manera que lo leído, la experiencia de lectura se adhiere, se hace habitable y no solo se escucha lo que dice André, y somos testigos de las historias que recrea -a manera de entretenimiento- sobre batallas e historias militares, sino que el lector se ve trasladado al cuarto sin ventilación, sin iluminación, sin un dispositivo eléctrico para entretener la sobrevivencia mientras los días de angustia pasan. En resumen, la lectura no solo ha sido diseñada como un mecanismo testimonial, también lo es sensorial, y las páginas que son en gran parte del libro una secuencia en la que se ve y se lee lo que le pasa, y lo que experimentó André. Los fondos del cuarto son la página.
En Escapar, en más de cuatrocientas páginas Delisle no solo cuenta los detalles del secuestro sino que logra hacer una transmisión de la situación, de la opresión mental derivada de un confinamiento, de la angustia y la monotonía. El lector es un testigo de los silencios que acompañaron a André mientras él vivió momentos de incertidumbre, en los que hizo del encierro, a pesar de las condiciones, un lugar habitable hasta que logró escapar como tantas veces lo imaginó.