Volar para cruzar

Hace varias semanas fue el lanzamiento oficial de Nido (Planeta cómic, 2023), de Laura Guarisco, pero su aparición tuvo tanta resonancia en el entorno de sus seguidores, que hasta la fecha aún se sienten frescos los ecos de aquel momento. Los comentarios al respecto —tanto de críticos como del público— han sido generosos; por ello, más que una descripción del contenido en sí, es importante también abordar el por qué no se puede desligar este, de las motivaciones que llevaron a la autora a su creación.

Toda producción artística se sostiene por si misma cuando la conforman elementos provenientes de vivencias que tocan fibras sensibles, sin las cuales sería imposible que tuvieran credibilidad ante el lector. Con Nido, Guarisco expone verdades incomodas o realidades que preferimos ignorar porque suponemos que nunca tocarán a nuestra puerta. En el caso de la migración, aparte de comprender, se requiere capacidad de discernir lo que se presenta acerca de ella por cuenta de los medios para no caer en falsas apreciaciones de un drama que padecen miles de personas en el mundo. Comprensión para no prejuzgar a la ligera y discernimiento, para no caer en trivializaciones.

A partir de tales condiciones, esta publicación se convierte en un testimonio ilustrado de la dinámica social en Venezuela que ha llevado hasta los límites el fenómeno migratorio. Laura, originaria de la nación del tricolor estrellado, experimenta la natural obligación de escenificar lo que le está ocurriendo a su país; sin embargo, sería simplista afirmar que Nido es una historieta con tinte político. Si bien es su componente base, el argumento se interioriza a medida que se avanza en sus páginas, cambiando el concepto inicial.

El largo camino de Ángel hacia Colombia.

Por ende, su estructura narrativa se podría dividir en tres segmentos definidos. En primera instancia, Ángel, el personaje central, reconstruye en una charla sobre aves con su amiga Camila, las penurias soportadas en su periplo durante el paso de Venezuela hacia Colombia a través de Cúcuta, en búsqueda de un porvenir. Las primeras viñetas recrean imágenes de una frontera tan extensa como problemática, no solo por sus accidentes geográficos, sino por la inevitable corrupción que siempre sale a flote como ley de supervivencia del más fuerte; con prácticas que van desde propuestas de negocios ilícitos hasta hurto de pertenencias. Ángel es víctima de tales circunstancias, pero es la tenacidad esperanzadora de un futuro promisorio lo que no le permite desfallecer en el intento. Sentirse como una especie de paria, sin un lugar seguro ni dinero suficiente parecen ser estimulantes de una fortaleza espiritual de la cual apenas toma conciencia.

En un segundo acto, aparece un Ángel con mayor control de sus emociones al notar que las cosas están dando un giro a su favor. Luego de compartir trayecto con varios amigos que hizo en la travesía, uno de ellos le comunica la oportunidad de viajar hasta Medellín, ciudad elegida como destino donde lo aguarda una amiga de su madre y en cuya casa se hospedará mientras consigue trabajo. A través de un hijo de esta, logra engancharse en un empleo provisional, pero luego de algunos percances no calculados, se somete a un periodo de rebusque en la ciudad, en donde debe sortear nuevas incertidumbres. En el último tramo de la historia, el lector asiste a una transformación sorpresiva de Ángel —cada quien lo juzgará a su parecer—, en la cual, los miedos han desaparecido, pero la nostalgia se incrementa en la misma medida en que se integra culturalmente a la sociedad medellinense.

Una de las primera páginas de Nido. En esta parte Ángel cruza Puente Internacional Simón Bolívar.

La estructura de la historieta es potente por su carácter circular, es decir, el desenlace retoma el punto de partida (Ángel dialogando con su amiga, aunque en espacios distintos); otorgando trascendencia a la trama por cuenta de los efectos que tuvieron los recuerdos a lo largo de su desarrollo y produciendo la sensación de un final cerrado. El hilo argumentativo lo conduce el protagonista, por ser, sin duda, el más polifacético, opacando a los demás personajes con los que tropieza, ya que estos se perciben algo planos; impidiéndoles poseer mayor peso en sus intervenciones. Este detalle menor, facilita la intención de Laura de hacer de Nido una proyección a gran escala de su propia vida y, por consiguiente, de Ángel, un alter ego desde una perspectiva heroica.

Aparte del sugestivo lenguaje narrativo, la construcción se enriquece con la sutileza de tonalidades del lenguaje visual. Los colores gozan de una notoria luminosidad propia, abriendo el juego de sombras que acompañan las expresiones de las figuras, personificando de manera contundente emociones de zozobra o júbilo, sea el caso. Además, se utiliza un recurso eficaz de páginas con dibujos silueteados para representar un quiebre importante (un recuerdo conmovedor o una escena dura), condicionando el resto de la secuencia y que pueden interpretarse como un salto de capítulo. La autora también aprovecha todos los formatos de viñetas disponibles para contrastar puntos de vista y lograr un efecto de involucramiento por parte del lector. A lo anterior, hay que señalar un elemento adicional y es, la «musicalización» con letras de canciones en ciertos apartes que describen instantes reflexivos de Ángel y que, al estilo de las bandas sonoras de las películas, le acompañan en sus solitarios recorridos.

Ángel sorteando los días como domiciliario.

Con esta producción, queda demostrada la evolución del comic como material de divulgación investigativo, que, en efecto, las instituciones podrían aprovechar sus componentes visuales para alentar consultas académicas más amigables. Es muy significativo el choque cultural que, en Nido, Laura Guarisco retrata no solo a través de la lucha diaria de un extranjero en suelo desconocido, sino en el intercambio lingüístico que logra plasmar, convirtiéndolo en un puente tendido para suavizar diferencias. Quien se adentre con ojos analíticos en el argumento de esta obra, tal vez salga transformado luego de verla y leerla, pues es un llamado a no desmeritar la memoria como lazo de empatía, tanto hacia al acogido como al que acoge —particularmente en Colombia, donde apenas se están asimilando las vicisitudes detrás de un flujo masivo como nunca antes, de ciudadanos venezolanos en su territorio—, y señalando, que las fronteras en realidad son mentales, más allá de la tiranía o indolencia de los gobiernos. La fría sentencia a tener en cuenta es que, para regresar al nido, primero hay que abandonarlo.

 

 

 

 

 

 

Raúl Trujillo
Raúl Trujillo
Ilustrador freelance y bibliotecólogo en formación. Ha realizado colaboraciones para el periódico Dela Urbe, de la facultad de comunicación de la Universidad de Antioquia y Revista Pérgamo de la Escuela de Bibliotecologia de la Universidad de Antioquia. Además ha sido seleccionado para exposiciones y muestras de caricatura e ilustración en Colombia en ciudades como Medellin, Rionegro, Pereira y Armenia. En el extranjero en Buenos Aires (Argentina) y Sinaloa (Mexico).

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