Scrolleo en un celular heredado que se apaga cuando uso dos apps al mismo tiempo. Si estoy viendo YouTube y me llega un mensaje a WhatsApp, se apaga y pierde un 50% de la batería. Si termina el capítulo del podcast y me dan like en Instagram, se apaga. Si me llaman mientras miro muebles en MarketPlace, se apaga. En este clima de aislamiento al que no quiero llamar encierro, mi celular expresa lo que me pasa: la hiperconectividad me agobia, pero no puedo soltarla.
La aparente omnipresencia y omnipotencia de las redes sociales, sus leyes, sus alcances y sus límites dictan los caminos por los que las personas buscamos comunicarnos. En un contexto en el que los encuentros presenciales son complejos, nosotrxs -o la versión virtual hecha a su imagen y semejanza- desbloqueamos nuestros dispositivos móviles, levantamos la tapa de la notebook y nos adentramos en la inconmensurable carretera de la hipercomunicación. Entremedio de apps, perfiles, precios por dm, matcheos y likes, es cada vez más difícil encontrar contenidos, espacios o cosas en donde posar la mirada más de tres segundos. Frente a todo esto algunos artistas intentan correrse del aturdimiento para posarse cara a cara, pantalla a pantalla con nosotrxs. Prueban, entre tantos otros recursos, ajustar la mira y crear espacios de intercambio más directos con sus lectorxs. Desde el mismo centro neurálgico del universo que es Internet, rastrean puentes más humanos para encontrarse.
Hace algunas semanas, me crucé en Instagram con un posteo de la historietista argentina Flora Márquez invitando a sumarse a un nuevo modo de encuentro con sus seguidorxs. La autora de varios fanzines y de un librazo como es Vasto Mundo (Maten al Mensajero, 2019), elige un medio de contacto tan delicado y complejo como sus trazos: el intercambio epistolar. Un género que sabe combinar a la perfección con sus dibujos y con palabras atrapadas en cartuchos, globos de diálogo y de pensamiento. Las ilustraciones se mezclan con textos que nos cuentan su semana, sus búsquedas y sus encuentros en un formato que cada vez más artistas usan: el newsletter.
La herramienta, creada en sus orígenes con el fin exclusivo de hacer marketing digital, muestra hoy su gran capacidad para llegar de manera más eficaz a las audiencias. Permite concentrar en un solo lugar a todxs aquellxs que dimos el primer paso al enviarle nuestro correo por DM. La individualización del contenido, sentir que es para mí y para otrxs interesados en estos mismos temas, permite enfocar y concentrar la atención en un único tema.
Para Márquez, este newsletter de frecuencia semanal es un medio para contarnos en qué cosas está trabajando, compartirnos páginas de historieta e ilustraciones. En este camino, permite entonces alcanzar un mayor engagement (me niego a aceptar que esta palabra puede traducirse como «compromiso» con lectores realmente interesados en su trabajo. Sirve como colador que deja de lado lxs otrxs cientxs -qué digo cientxs, miles- de artistas que seguimos en todas y cada una de nuestras redes para enfocarnos solo en su arte y en las inspiraciones de las cuales se nutre. Así, nos conduce por un camino que nos hace dar cuenta de la importancia de apoyar a aquellxs que producen entretenimiento 24/7 y que inundan de luz azul nuestras caras desde que nos despertamos y hasta que no damos más del sueño. En Patreon, por cada dólar con el que apoyamos su trabajo, Flora Márquez nos devuelve una cantidad de material gráfico que de ninguna manera es equivalente al bajo precio que pagamos por él. Capítulos enteros de «Un diario en historieta», una crónica en video llamada «Un diario en historieta VLOG» donde nos cuenta y muestra su semana y otras recompensas son los beneficios que merecemos hasta ahí nomás.
En «Un diario en historieta», que al momento en que como banana con dulce de leche y escribo esta nota ya superó las cincuenta páginas, nos invita a historias mínimas hermosamente contadas. Márquez relata los dramáticos momentos que tuvo que pasar con su mascota, el soportar los dolores posturales que aquejan a todx artista plásticx, los reencuentros atados a protocolos, sus sueños, sus futuros hipotéticos y mucho más.
Flora sabe intercalar entre las noticias -elemento que caracteriza la estructura de este tipo de mails- una narrativa nutrida de un diálogo siempre amistoso, siempre bienintencionado por acercarse a quienes la leemos semana a semana. Entre tantas pérdidas, entre tanto encierro, entre tanto de tanto, Flora Márquez nos comparte el devenir de sus días, las novedades de su trabajo como artista gráfica y todo aquello que rodeó su semana. Series, podcast, discos, libros que recomienda y que complementan la escena que nosotros imaginamos del otro lado de la pantallita.
A partir de las múltiples herramientas que permite Mailchimp, Flora logra un diálogo sin cámaras, sin audios en 1.5, sin problemas de WiFi ni horarios marcados por las cientos de alarmas que tenemos programadas en nuestros celulares para darle forma a lo incomprensible de este contexto pandémico. Juega con los lenguajes formales de los emails, mezclando un «sin otro particular, los saluda atentamente» con señorxs con pico de pato que anuncian las buenas nuevas semanales. Es un cariñito que se activa cada vez que nos salta la notificación de una nueva entrega, a la que le vamos haciendo un lugar en nuestra agenda para sentarnos a leer con un tecito o el brebaje que ustedes prefieran para disfrutar ese momento en que abrimos una nueva carta de Flora.
