En un año atípico por las consecuencias derivadas de la pandemia, las ferias del libro en Colombia y las de otros países, han tenido que adaptarse y presentar contenidos y charlas de forma virtual, un recurso que pasados unos meses ya ha empezado a agotarse. Sumado a esto, la adaptación ha puesto en evidencia un patrón común: las ferias del libro en Colombia, en su mayoría y, solo con algunas excepciones, parecen copiar y pegar su programación y ofrecer una lista de actividades e invitados que se repite y se repite, con conversaciones de escasa diversidad en propuestas y contenidos. Esto es algo que en la virtualidad ha sido más que evidente.
El 2020 ha sido un año positivo para el ecosistema de la historieta en Colombia, a pesar de la emergencia, se han publicado varias novedades de historietas, pero las conversaciones sobre estas y las invitaciones a dibujantes, son ausentes en la mayoría de presentaciones de libros y discusiones sobre lectura. Las ferias del libro en Colombia parecieran estar cerradas a una idea hegemónica de la lectura, que pasa por las conversaciones de literatura; temas de actualidad y periodismo, olvidando que hay otras formas de narrar y de contar que van más allá de dos o tres lugares comunes y de las repetidas anécdotas literarias. Porque si hablamos de ferias del «libro», de eventos centrados en el libro como medio de lectura, en las ferias se deberían incluir otras manifestaciones artísticas y no solo las derivadas de la literatura.
Con una publicación de historietas creciente y un ecosistema destacado de autorxs y dibujantes, los espacios para historietas en las ferias siguen siendo mínimos. A excepción de la Feria del libro de Manizales que presentó cuatro conversaciones en la franja «Viñetas en tensión», un segmento dedicado a conversaciones sobre historietas y, algunos espacios en ferias como la de Cali, El Festival de lectores y escritores de Envigado y, El salón del Cómic y la Ilustración de La Fiesta del Libro y Cultura de Medellín, esta última, la más destacada entre todas, que a través de uno de sus proyectos especiales le ha dado un lugar protagónico a la historieta. Si bien el Salón de Medellín está sujeto a ajustes futuros, su gestión debería ser un ejemplo a seguir para las demás ferias del país. En la fiesta, la franja de programación no se reduce a conversaciones cerradas y actividades con autores locales, lo cual demuestra que una ciudad muchas veces acusada de regionalista es más abierta de lo que parece. Por sus espacios han pasado autores, editores, divulgadores nacionales e internacionales. Además de esto, se ha ido integrando a los dibujantes de historietas a programas como: Adopta un autor y a la publicación Historietas para roer, una muestra de dibujantes de la ciudad, la cual ha sido una novedad en este año, permitiendo que más lectores conozcan parte del trabajo creativo de los dibujantes. Una publicación que se distribuye de forma gratuita en librerías, bibliotecas y espacios culturales.
Sería importante que los programadores de las ferias abrieran el marco de sus eventos, entendiendo de paso que la historieta en Colombia no es algo que inició Mario Mendoza y su equipo de trabajo, esta además de ser una mirada bastante reducida sobre lo que es la historieta en Colombia, centra la conversación en un modo de hacer historietas, el cual no es el único posible. En el país, hay otros tipos de autores y autoras que vienen trabajando desde hace varios años, no solo en ciudades principales como Bogotá y Medellín. La invitación para los organizadores de ferias es a leer los trabajos que se vienen haciendo, a consultar, indagar y revisar con detalle la labor de editoriales, las apuestas de talleres de creación y edición, a conocer el trabajo de los dibujantes de historietas y demás profesionales que trabajan por la historieta en el país, ampliando así la conversación y las posibilidades de lectura.