«Cuando no existía un álbum de lo que me gustaba, lo hacía yo mismo» decía el dibujante argentino Guillermo Mordillo, ícono del humor gráfico, de las viñetas silentes y coloridas, que murió este domingo a los 86 años en Mallorca (España). Los dibujos de Mordillo, con un particular y reconocible estilo gráfico, de formas redondeadas y exuberante cromatismo, son la marca de un humor tan sencillo como universal.
Mordillo nació en Argentina el 4 de agosto de 1932, era hijo de padre extremeño y madre asturiana y logró fama mundial a través de sus tiras de humor mudo, un recurso que usó en sus tiras ya que no hablaba francés, y era demás una elegante manera de ocultarlo. Esas tiras sin palabras se volverían algo característico en su obra, donde aparecen con frecuencia dos de sus aficiones: el fútbol y los animales (sobre todo jirafas), llegando a hacer más de 2.000 dibujos sin palabras, con un promedio de 60 anuales.
La infancia de Mordillo transcurrió en el modesto barrio bonaerense del Caballito, nacido el 4 de agosto de 1932 Mordillo, empezó colaborando en revistas de la editorial Codex, a la par que desarrollaba una pasión por uno de los temas recurrentes en sus dibujos: el fútbol.
Antes de consolidar una carrera, Mordillo fue un viajero inagotable, que pasó por Perú, donde se dedicó a la ilustración publicitaria. Estados Unidos, donde quería dedicarse a la animación por su admiración rendida a Walt Disney. Y la España de la década de los sesenta, que abandonaría por la dictadura franquista. Y por último París, donde logró un mayor reconocimiento, gracias a sus colaboraciones en Paris-Match, Lui o Marie Claire.
Con el uso habitual de colores, una maestría narrativa particular, el dibujante argentino consiguió convertir su narraciones secuenciales en un lenguaje universal.
A Guillermo Mordillo le debo gran parte de la felicidad en mi infancia. Yo disfrutaba mucho sus ilustraciones, que solo podían verse en una revista para adultos que tenían en la peluquería de mi barrio, cuando fui niño y que veía mientras esperaba mi turno. Ahora tengo varios libros publicados por Glénat.
Siempre me pareció estar frente a un humor grave, profundo y racional, que mostraba esencialmente los episodios absurdos y extravagantes de la vida contemporánea de su autor.
Humor extravagante que musta lo absurdo de la vida moderna. Gracias por recordarlo