El Eternauta que hicimos entre todes

Un artista encuentra una idea entre las sobras de su almuerzo: juntar a todes les creadores detrás de un solo proyecto. El Eternauta, símbolo del colectivismo, se transforma en el motor de esa reunión ¿Cómo se encendieron las máquinas y por qué se apagaron abruptamente?

El 13 de septiembre de 2014 aparece un nueva fan page en la red social Facebook. En la foto de perfil, Juan Salvo, envuelto en su escafandra, mira a su derecha mientras los copos de la nevada mortal caen frente a él. «Grupo de dibujantes. Homenaje a El eternauta.» es el nombre de la página.

Como en la obra de Oesterheld y Solano López, donde cuatro amigos se reúnen para jugar al truco, acá también la aventura comienza con una escena cotidiana. Jorge González está en su casa, solo, terminando de comer. En un rato tiene que salir a buscar a su hijo a la escuela. En el plato, quedan algunos granos de arroz, cachitos dispersos por toda la cerámica. «No sé por qué razón, se me ocurrió pensar que todos los arroces éramos los dibujantes y se me pasó por la cabeza pensar una manera en la pudiéramos estar más juntos», recuerda Jorge.

Todavía hoy le cuesta comprender en su justa medida la potencia de esa idea que aparece mientras hace la digestión. «Fijate la estupidez», dice ahora. «Puede ser una buena idea o una gran pelotudez», decía hace más de una década.

«Inmediatamente después de pensar en los artistas dispersos, aparece la idea de El Eternauta dónde, por qué no, cada uno hiciera una tira», rememora. Fueron pocos minutos: plato de arroz, pensamiento, creación de la página, posteo de Facebook y salir a buscar al nene al colegio. Cuando Jorge vuelve a la casa, ya tiene un montón de mensajes. El primer posteo tiene cinco comentarios y dieciséis Me gusta. El segundo, cincuenta y dos comentarios y cuarenta y ocho likes. «Había sido una bomba, al menos en lo personal», cuenta el autor de Fueye.

Jorge González prende la maquinaria para fabricar un nuevo héroe colectivo.

En poco tiempo, los mensajes y los pedidos de información crecen, en la red social y en el correo de Jorge. Arma un sistema que organice el caos, ordenando los pedidos y las entregas y ese mismo día publica las instrucciones. «Salen las medidas y las maneras en las que las personas pueden unirse al proyecto, dando a cada artista que aparece la tira siguiente», explica.

La fan page, que todavía existe, es un documento de esa maquinaria puesta en marcha. Día a día, se suman artistas de todo el país. Cuatro días después de aquel almuerzo, se publica el instructivo en tres idiomas: «Game rules», «Reglas del juego», «Regles du Jeu». Comienzan a llegar aportes de todo el mundo. La dinámica se extiende por semanas, meses, años. Llegan entregas, muchísimas. Más de cien, quizás cerca de doscientas. «La gente está fascinada», cuenta Jorge al recordar aquellas jornadas.

En la obra original, publicada entre 1957 y 1959 en la revista Hora Cero Semanal, dirigida por Oesterheld, el estilo de Solano López se va construyendo. Con el paso de las entregas, se va conformando una uniformidad muy reconocible, un sello propio. La mano del maestro se suelta y abandona la rigidez de los hombros y de los rostros que ya había mostrado en Rolo, el marciano adoptivo y que replica en los primeros números de la serie del viajero de la eternidad. Ya para las últimas entregas de El Eternauta, el trazo del dibujante es virtuosismo puro.

Desde Colombia, Henry Díaz se suma al proyecto de recrear la mayor obra de ciencia ficción latinoamericana.

En el proyecto iniciado por Jorge González, en cambio, todo es mutación. Viñeta a viñeta, tira a tira, el estilo es un sinsentido. Como cuenta el dibujante de ¡Maldito Allende!, «no hay una idea sobre cuál es la coherencia que existe entre las viñetas». Las reglas indican el tamaño, que sea en blanco y negro o escala de grises y que reproduzca el fragmento asignado a cada artista. Los personajes que atraviesan la nevada y luego la ciudad atomizada son tan icónicos que, más allá del estilo de cada dibujante, se mantiene el espíritu.

Durante semanas, meses y años, Jorge ordena y pega las tiras, que le van llegando día a día. Corrige lo que no se ajusta a las reglas y hace seguimiento de les artistas que se atrasan en la entrega. Por la diferencia en los husos horarios, avisa en el muro de Facebook cada vez que cierra la jornada de trabajo. De a poco, aparece la coherencia. «Cuando ves integrados los diferentes dibujos en las páginas, cuando sumás esas tres tiras una encima de la otra, queda muy bien», explica. Para González, la composición se logra gracias a las instrucciones dadas, pero también por razones que no sabe explicar, que no puede entender. En el proyecto, el movimiento colectivo compone una nueva narrativa para un clásico conocido por todes.

Cuando el proyecto superó los márgenes nacionales, Carla Berrocal reversionó con su estética al viajero de la eternidad.

En 2014, Argentina vive una de las etapas de mayor participación social en la agenda política nacional. Cristina Fernández de Kirchner atraviesa su séptimo año como jefa de Estado. La literatura latinoamericana pierde varias de sus mayores plumas, Juan Gelman, quien muere en enero, y Gabo, que parte en abril. El 51% de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) vuelve a ser un activo nacional. En el Congreso de la Nación, se abre el debate parlamentario por el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, fruto de la incansable militancia de la Campaña por el Aborto. Un juzgado en Estados Unidos, encabezado por el juez Griesa, amenaza con fallar a favor de los fondos buitre. Un satélite argentino, el ARSAT-1, llega al espacio. En agosto se conoce una de las más felices noticias desde el retorno a la democracia: Abuelas de Plaza de Mayo anuncia la recuperación de la identidad de Guido Ignacio Montoya Carlotto, nieto de Estela de Carlotto.

Con cada relectura de El Eternauta, se reabre el debate sobre el componente político partidario presente en la obra. En cada época, se entremezcla el contexto político nacional con las aventuras de sus páginas hasta volverse una sola cosa. En el proyecto colectivo, esto también sucede. En una de las tiras, el artista Marcos Villalva superpone el rostro de Juan Salvo con el de Jorge Julio López, el albañil y militante peronista desaparecido en septiembre de 2006, mientras declaraba como testigo en la causa por el «circuito Camps», del cuál había sido víctima y sobreviviente durante la última Dictadura cívico-militar-eclesiástica.

El rostro de Juan Salvo se entrecruza con el de Jorge Julio López

Las entregas siguen llegando y, como en un rompecabezas, Jorge González va completando el gran lienzo por todes conocido. Con más de cien tiras saturando el espacio en su casilla de correo, Jorge reconoce que tiene entre sus manos algo realmente potente. Sabe que la experiencia está generando un revuelo en el ecosistema del arte gráfico y que con este ritmo de participación se puede llegar a completar el proyecto en pocos meses más. Pero para llegar al papel, hay que saltar una gran barrera. «En los comentarios de Facebook ya me lo habían advertido: la obra tenía derechos y cualquier idea que tenga, la tenía que conversar con los herederos».

González se pone en contacto con quien gestiona los derechos de edición: Javier Doeyo. En la era ple-Planeta, Doeyo, a través de Doedytores, es el responsable de que El Eternauta y El Eternauta II lleguen en formato «de bolsillo» una vez que la obra es elegida como lectura sugerida para la enseñanza secundaria de Lengua y Literatura de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Es, además, el responsable de la reedición de El mundo arrepentido y Odio Cósmico, las discutidas secuelas de la serie original, y quien lleva al papel las sagas El Eternauta: el regreso y El Eternauta: el perro llamador, con arte de su dibujante original, Francisco Solano López, y con un sinfín de nuevos referentes en la portadas e interiores.

Es Doeyo quien teje un puente entre González y Martín Mórtola Oesterheld, nieto del guionista. Aunque los herederos piden cambios, él es optimista. En febrero de 2015, dan un primer visto bueno para avanzar. Aunque sin poder evitar el debate, la discusión y las diferencias, se decide que las ganancias de una hipotética edición en físico serán para la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, de la cual Elsa Sánchez de Oesterheld era miembro desde la década de los ochenta. En mayo, Jorge anuncia que el proyecto viene encauzado, aunque implica hacer modificaciones. En julio, confirma que la idea de editar e imprimir el libro se detiene. Superado el primer desafío, con el acuerdo con los familiares y el editor, aparece el segundo gran problema: «Todo requería dinero». 

Entre les colaboradores, Ian Debiase se suma con su potencia gráfica.

Todas las partes buscan la forma de financiar la impresión, pero los fondos no aparecen. Algunos meses después aparece un tercer inconveniente, el tiro de gracia: «Entendí que el proyecto, tal como yo lo quería realizar, no era cien por ciento del interés de Martín, que buscaba encauzar hacia esos otros terrenos». Jorge entiende que esa diferencia se vuelve insalvable y rompe aquel primer espíritu con el que había nacido la idea. «Martín tenía la idea de hacer algo más ambicioso, en donde participaran autores extranjeros con mucha fuerza, con mucho nombre, junto con un grupo de personas que pudiesen organizar todo este lío», explica. Entonces, desacelera, apaga cada una de las máquinas y frena la producción.

Lo que queda, son algunos vestigios de la aventura. Durante casi un año y medio, entre noviembre de 2016 y octubre de 2018, no hay novedades. El 27 de octubre de ese año, durante cuatro días, González repostea tiras y páginas terminadas. Luego, otro largo silencio que dura hasta el 17 de mayo de 2023, cuando vuelve a compartir algunas colaboraciones. Como Favalli frente a la radio a válvulas en busca de sobrevivientes, Jorge sigue enviando mensajes, pero de a ratos la voz del speaker se apaga.

Las creaciones de Solano López mutan en manos de artistas como Juan Sáenz Valiente.

«Cada tanto, recuerdo el proyecto y subo algunas viñetas y tiras», cuenta el ganador del primer Premio Internacional de Novela Gráfica Salamandra/Graphic, en 2007. Con el éxito de la serie de Netflix, aprovecha y vuelve a compartir colaboraciones en sus redes personales, aunque ya no en aquella vieja página de Facebook. Personas que siguieron el paso a paso se lamentan todavía hoy por la no llegada al papel. Los artistas comentan los posteos, recordando y agradeciendo por haber podido participar. Los públicos nuevos, preguntan cuándo sigue y por qué se frenó.

De vez en cuando, aunque cada vez menos, en la fan page aparece alguno curioso que descubren por primera vez la iniciativa. Aunque la última tira se publicó el 31 de julio de 2023, hace seiscientos setenta y tres días, Jorge les sigue respondiendo «Proyecto congelado».

Demian Urdin
Demian Urdin
Estudiante de Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires, especializado en el estudio de la Historieta Argentina como construcción patrimonial. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina en el año 2018, donde analizó los procesos históricos de desarrollo del fanzine de historietas y su incorporación al Archivo de la Historieta y el Humor Gráfico Argentinos de esta misma institución. Ha realizado diferentes investigaciones en clave museológica acerca del trabajo del Museo del Humor de la Ciudad Autónoma de Buenos Aire. Es, además, columnista para diferentes medios gráficos y radiofónicos argentinos donde indaga en el mundo de la historieta, los cómics, las series, el cine y los videojuegos. Fue co-creador y co-conductor del ciclo de entrevistas “Guion y Dibujo: Diálogos de Historieta”. Actualmente, dirige el proyecto de difusión de la historieta latinoamericana "Grafo: Culturas Dibujadas".

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