Último V.L.P., un abrir la puerta a la explosión

La doceava edición del festival V.L.P. será la última de su historia. Un cierre repleto de emociones para lo que es un capítulo trascendental de la historia de la historieta argentina ¿Qué representa este evento para les artistas que participaron en él? ¿Qué deja en un ecosistema que ya nunca volverá a ser el mismo?

En el ambiente de la historieta argentina la existencia de eventos temáticos y especializados en narrativas gráficas es elemental. Como espacios de venta, como lugares de lectura o, simplemente, como una excusa para el encuentro, las ferias se han vuelto parte de la identidad de la nueva historieta nacional. Con fechas icónicas como las de Fantabaires o Comicópolis y con eventos que ya cumplieron más de una década, como Crack Bang Boom, la organización de festivales de historieta es una marca registrada.

Sin embargo, en los últimos meses creció la cantidad de propuestas que anuncian su fin. Así lo hizo Dibujadxs en 2022 y Docta Cómics hace tan solo horas. Así lo hace también V.L.P.. Con su doceava edición, el festival de autorxs de historieta lesbianas, no binaries, mujeres, travestis y otras identidades disidentes creado por Agustina Casot llega a su última edición y cierra un capítulo fundamental de la historia de la historieta argentina.

V.L.P. ofreció una propuesta centrada en la producción de obras por fuera de lo hecho por los varones cis de la escena. En realidad, más que lo que quedó por fuera, el foco estuvo siempre en lo que hubo dentro. Cada edición contó con una convocatoria abierta para todes, excepto hombres hetero-cis, con la única condición de contar con una historieta publicada. Año tras año la cantidad de autores inscriptes fue en aumento, superándose en cada edición y mostrando que había todo un universo de expresiones artísticas por fuera de la cis heteronorma.

En 2018 comenzó el camino del gran festival que reunió lo mejor de la producción por fuera de la norma hetero cis.

Autoras que participaron del festival recuerdan las diferentes formas en que llegaron a conocerlos. Caminos que son representativos de la forma en que el evento fue creciendo.

Para Delius, pensar en cómo conoció el V.L.P. significó poner a trabajar la memoria. Revisó agendas, posteos de redes sociales e indagó en recuerdos. Con todo eso, armó una crónica detallada. «Siempre me dio curiosidad el tema de las historietas que estaban hechas por chicas», explica.

A fines de 2016, el colectivo Chicks on Comics, del cual Delius formaba parte, organizó una muestra en la Fundación PROA. Les Chicks agitaron mucho y mucha gente respondió yendo a la exhibición. Ahí conocieron a muchas artistas, entre las que estaba Agus Casot. Pasaron dos años y «en medio de la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, Agus nos invita a la segunda edición, la del 10 de marzo de 2018, para hacer una intervención con tizas y vender fanzines», recuerda Delius. Si bien la entrada fue por les Chicks, también fue por el medio en sí mismo, por esa cada vez mayor intención por reunirse.

Delius fue a la primera edición, pero solo de visita y no como feriante. Por eso, sería la segunda experiencia la que marcaría lo que vino después: «Participé en cinco ediciones sucesivas, porque estuve en la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta y la séptima, la que fue en versión live de Instagram». Ya para la tercera compartió espacio con Sole Otero, Lía Copello y Azul Blaseotto en la charla «Los caminos de la historieta», en otra fue como feriante y en otra compartió espacio con su hija, Nina, que también participó vendiendo su obra. En esta última edición, la doceava, van a participar las alumnas de los talleres que Delius dicta año a año.

Delius comparte mesa con Teora Bravo, Sole Otero y Lía Copello. Foto: Feliza Arcoiris.

2017 fue el año que vio nacer al festival. En esa primera edición, la humorista gráfica Sine llegaba a V.L.P. por invitación de Casot, pero no lo hacía sola. «Yo era parte del colectivo Periférica Narrativa al Margen, que era un colectivo mixto, así que participamos solo las mujeres». Aunque esa primera experiencia fue dentro de un grupo, Sine se volvió artista habitué del evento y una de las exponentes del humor gráfico dentro de cada fecha. Participó de casi todas las ediciones, faltando solo en una de ellas.

Aunque pasaron ya algunos años, Dolores Alcatena está bastante segura de cómo conoció el V.L.P. «Jules Mamone (Femimutancia) me habló por primera vez del evento», cuenta Para que una feria independiente y autogestiva como esta logre el nivel de convocatoria que tuvo siempre, con las redes sociales y el trabajo de Casot no alcanza. El boca en boca, elemento fundamental de la dinámica cultural urbana de Buenos Aires, fue también para V.L.P. un motor para su crecimiento.

Aunque el adjetivo de «nueva autora» podría corresponder a los años que Dolores lleva trabajando con sus historietas, no hace justicia a la casi decena de obras que ya tiene publicadas. Una producción que marca lo que podría llamarse ya una «larga trayectoria», pero con la particularidad de haberse desarrollado en menos de una década. La línea de tiempo de Dolo se entrecruza con la de V.L.P.: «Yo llegué creo que ya para la segunda o tercera edición del V.L.P. y después nunca me fui». Desde 2018, una parte importante del desarrollo autoral de Alcatena corrió a la par del crecimiento del evento.

Con cada edición, Agustina Casot fue delimitando una identidad que volvió al festival una tradición de la escena porteña.

V.L.P. es la sigla para Vamos las Pibas, nombre original del evento. Sin embargo, a partir de la octava edición el nombre es la misma sigla, para así representar no solo las identidades que responden a pronombres femeninos, sino ya al amplio abanico de disidencias que forman parte de su comunidad. Esta importancia que tiene, que tuvo y que tendrá V.L.P. sólo puede comprenderse al recuperar las voces de les artistas que participaron de cada una de sus ediciones.

 

Para Sine, en primer lugar, «es un evento que siempre dio prioridad a mujeres y diversidades en un ambiente que en general estaba muy masculinizado». En segundo lugar, para la humorista gráfica, «dio la oportunidad a un montón de nueves autores, generó que circulen y sean más visibles otros relatos y otras miradas». Pero, además, y en tercer lugar, destaca que «se volvió atrayente para públicos que quizás no están tan inmersos en lo que es la historieta específicamente, pero que se interesan por las temáticas e historias que pueden encontrar».

A lo largo de sus doce ediciones, V.L.P. creo una colección de cinco fanzines exclusivos que hoy son su memoria, su archivo. En ellos participaron artistas como Macarena García Cuerva, Maelitha o Nacha Vollenweider, entre otras. Con tiradas cortas y una altísima demanda, los números están en su mayoría agotados. En la plataforma Whakoom pueden verse catalogados y pueden consultarse de manera gratuita en el archivo del Centro de Historietas y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

Detalle de la portada del fanzine volumen 3 realizada por Delius.

Al preguntarle sobre las diferencias que mostró V.L.P. frente a otros eventos, Delius conecta esta identidad con otra fecha que ocupó un rol importante en el calendario porteño de los últimos años: Dibujadxs. Para ella, los dos tienen una energía parecida. «Los relaciono por el lugar, por eso que sucede en los espacios chiquitos que terminan tomados en su totalidad por todo eso que hacen las y los historietistas», explica. Rodearse de charlas, de publicaciones, de conversaciones, genera para Delius un ecosistema: «Si te metías ahí, te metías en un universo, en una crema historietil fantástica, en un microclima de la autoedición y la rareza» y agrega, «lo distintivo fue cuidar ese lugar, esa tierrita que favoreció el crecimiento de todas esas expresiones».

Cuenta Alcatena, conectando la historia del festival con su propia carrera: «Creo que fue un lugar muy agradable para las historietistas que estábamos dando nuestros primeros pasos». Para la autora de Manos Horribles, «es un festival que ha marcado la escena feminista de la historieta nacional, y durante mucho tiempo sinónimo de fiesta para les feriantes». Este componente celebratorio fue un elemento que se repitió en todas y cada una de sus ediciones, volviéndose una marca de identidad.

A lo festivo hay que sumar lo vincular, porque V.L.P. fue también, y quizás por encima de todo lo demás, un lugar de encuentro. Cuenta Sine: «ahí conocí mucha gente y me encontré en persona con autores que solo conocía en redes sociales». Y esa idea de encuentro que aparece en lo que ella cuenta es también una idea de comunidad, de compartir lo propio con otres: «Tuve el privilegio de participar en varias charlas y hablar de mi trabajo frente a ese público».

Delius opina que la proliferación de autoras mujeres, lesbianas, trans y travestis tuvo que ver con una «apertura» que V.L.P. generó. «Se abrió todo ese panorama en el que todas vimos cómo es posible contar historias, autoeditarse, participar de un evento y, además, generar un interés», piensa. En ese intercambio que representó y, hasta este sábado, representará consumir esas historias y cruzarse con colegas, está la energía de la que habla la autora de El sendero prometido. Porque, si bien pasa todo esto en otras ferias, «Vamos las Pibas tiene una cosa de microclima distinta e interesante».

El valor de la producción independiente y autogestiva fue uno de los pilares de cada encuentro. Foto: Feliza Arcoiris.

Para Sine, que dio sus primeros pasos en aquellas primeras ediciones de 2017 y 2018, también existe una conexión entre esta características y lo que significa «arrancar» en este universo. «Creo que V.L.P. dio a muches autores que recién empezaban la oportunidad de animarse a mostrar su trabajo», defiende. Destaca, además, que el festival se volvió un espacio seguro, porque, «una cosa que caracteriza a V.L.P. es la no tolerancia a cualquier tipo de discriminación». Desde una sensibilidad y una empatía de la que otros eventos supieron carecer, el festival se construyó como una fecha esperada, como una fecha deseada. «La no discriminación estaba explícita en el reglamento de cada edición, así como el pedido de respetar los pronombres de cada participante, lo que lo convierte en un espacio seguro, tanto para feriantes como para visitantes», explica la autora de la tira Celiaquía y Confusión.

El Club Social y Cultural LGBTIQ+ Feliza, uno de los bares gay más importantes de la Ciudad de Buenos Aires, fue su sede, su base de operaciones, su casa. Allí se materializaron los doce capítulos que componen esta historia, al que hay que sumar también la séptima edición que se realizó durante la cuarentena, en formato online y que contó con entrevistas a artistas de otros países, como Powerpaola, Maco o Tommy Parrish.

Durante la cuarentena por Covid-19, V.L.P. mutó al formato virtual y se expandió a otras latitudes.

Con el anuncio de su última edición, quedan flotando interrogantes acerca de cuál será el impacto cuando toque pensar en su ausencia. Preguntas que solo podrán responderse con el tiempo. Mientras tanto, sí pueden evaluarse los cambios que trajo V.L.P. a la escena nacional de historietas.

Este capítulo cúlmine marca lo que será, desde el 7 de abril, el fin del más importante festival de historietas y arte gráfico con convocatoria 100% orientada a mujeres y disidencias de la comunidad artística nacional. Pero para Dolores Alcatena este cierre marca el inicio de nuevas posibilidades y cree que, «aunque los finales siempre son tristes, felizmente los tiempos han cambiado y ya no se depende de un sólo evento para llegar a la obra de autoras mujeres y disidencias».

La expectativa de lo que viene es positiva también para Delius, porque para ella V.L.P. permite pensar en «la certeza de que se puede hacer el trabajo que uno quiere, que se puede autoeditar, que es posible». Un trabajo que implica no sólo organizarse, sino también ponerse de acuerdo, tener buena voluntad y sacarla adelante. Y Delius sabe que esto no es poco, que es un montón de trabajo, pero que se puede.

El próximo 6 de abril significará el cierre de una experiencia fundamental como fue V.L.P.

Lo que sucederá post V.L.P. es entonces fruto mismo de su aparición en la escena. «Nos van a quedar todas las autores y autores nuevos, nuevas, nueves, con sus trabajos, con la experiencia de juntarse y con la certeza de que se puede hacer algo de este tipo, que hay que seguir haciéndolo», defiende Delius. Como sostuvo su maestro, Alberto Breccia, la ex Tripero también cree en «los rastros» que deja el trabajo: «De V.L.P. queda la explosión, la gran explosión de figuras femeninas, lesbianas, trans travestis y lesbianas haciendo este tipo de materiales». Y ese impacto, como lo dijo más arriba, abrió una puerta, «una puerta que ya está, que ahora no se puede cerrar».

Con todo lo que V.L.P. ha sabido construir, la escena hoy se conforma de otra manera y el panorama es muchísimo más alentador. Por eso, para Dolo Alcatena, «es momento de celebrar al V.L.P. por todo lo que nos ha dado y despedirlo a lo grande».

Demian Urdin
Demian Urdin
Estudiante de Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires, especializado en el estudio de la Historieta Argentina como construcción patrimonial. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina en el año 2018, donde analizó los procesos históricos de desarrollo del fanzine de historietas y su incorporación al Archivo de la Historieta y el Humor Gráfico Argentinos de esta misma institución. Ha realizado diferentes investigaciones en clave museológica acerca del trabajo del Museo del Humor de la Ciudad Autónoma de Buenos Aire. Es, además, columnista para diferentes medios gráficos y radiofónicos argentinos donde indaga en el mundo de la historieta, los cómics, las series, el cine y los videojuegos. Fue co-creador y co-conductor del ciclo de entrevistas “Guion y Dibujo: Diálogos de Historieta”. Actualmente, dirige el proyecto de difusión de la historieta latinoamericana "Grafo: Culturas Dibujadas".

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