El libro Hugo Pratt, a la sombra de Corto (Confluencias, 2013) recoge un ciclo de entrevistas, fechadas entre 1987 y 1989, que realizó el crítico francés Dominique Petitfaux al maestro italiano de la historieta. El eje de estas conversaciones es la revisión cronológica de la obra de Pratt, desde sus inicios en Italia, pasando por su trabajo en Argentina, hasta sus últimos días en Europa. A la sombra de Corto no es propiamente una entrevista de carácter biográfico, como lo es El deseo de ser inútil (Confluencias, 2012), también de Petitfaux, sino que es más bien una conversación sobre el oficio de historieta: las influencias, los métodos de trabajo, el dibujo, el guion, las editoriales, la publicación de una obra, que es ese factor material ineludible –a veces azaroso– del que también están hechas las ficciones.
Uno de los elementos más llamativos de las entrevistas de Petitfaux a Pratt es la fascinación del entrevistador por el entrevistado, por sus invenciones. El crítico francés conoce a fondo y como pocos la obra de Pratt. Su saber es exhaustivo, riguroso, aunque no necesariamente académico. Más bien se hablaría de que Petitfaux es una suerte de biógrafo del arte de Pratt, tanto de la evolución de su grafismo, como de las circunstancias personales y materiales que rodean cada una de sus creaciones; a lo que hay que añadir el esfuerzo del entrevistador por explorar toda esa vasta sabiduría libresca y vital del italiano, cuya historia se equipara a las de sus aventureros y cuya relación con lo imaginario se vincula con la Borges, aunque en otro sentido.
En la entrevista, además de toda su riqueza anecdótica –aquí se ve pasar a figuras como Ongaro, Oesterheld, Breccia, Caniff, Manara–, está la concepción de Hugo Pratt sobre su oficio, sobre el artesanado de la historieta, que es como él la califica. Así, por ejemplo, la idea de concebir al dibujo como un modo de escritura, lo que implica ir un poco más allá de la mera noción de narrativa gráfica, de la mera secuenciación, pues, según Pratt, la ilustración en la historieta se asemeja al arte de la caligrafía china, en el sentido en que es al mismo tiempo trazo pictórico y escritura. Esto podría explicar la evolución de su grafismo hacia un trazo menos realista, menos detallado, pero al mismo tiempo más sintético y estilizado. Lo que, por supuesto, no niega el hecho de que el dibujo en la historieta esté al servicio de la historia y su dinamismo, sino que más bien habla de las búsquedas expresivas del artista, de esa necesidad de Pratt por hacer que el dibujo «sea una escritura que prolongue la escritura del texto».
La agudeza de Petitfaux está en conducir la conversación a cuestiones fundamentales sobre la obra de Pratt, de confrontarlo sobre su propia labor como historietista. De ahí, pues, que sea el mismo entrevistador quien lleve a Pratt a la conclusión de que, por lo menos en su caso, no se puede separar al contador de historias del dibujante: ambos son una misma cosa. Revelación que se da casi al final de la entrevista y que es el punto climático de esta. Así, Pratt se define como un autor de literatura dibujada, un autor de aventuras clásico, cercano a los novelistas del siglo XIX, de la estirpe de Stevenson o London; pero que en su caso dibuja su escritura así como escribe sus dibujos. Se cataloga como un dialoguista, y por lo tanto como un escritor, como uno que remplaza las descripciones (expresiones, pausas, silencios, ritmos, entornos) por la ilustración. Quizás se pueda cuestionar la definición de la historieta como «literatura dibujada»; pero esa era la forma como se veía el maestro, esa la manera como juzgaba su obra.
El trabajo de Petitfaux fue una tarea difícil, Pratt estaba a la defensiva, por lo menos, en las primeras entrevistas. Luego, con el paso de los años, la relación entre entrevistador y entrevistado se haría más cercana, más íntima. El maestro italiano también faltó a varias de las citas, lo que alargó la producción de esta obra. Pero quién podía contener a Hugo Pratt. Era un viajero, un cosmopolita, aun en sus últimos años. Anarquista y libertario, según sus propias palabras, retenerlo en un lugar era ir en contra de su naturaleza. La naturaleza de ese hombre que alguna vez llamó a Breccia «puta barata»; lo que fue quizás, tal como el mismo Breccia lo recuerda, el mayor acto de generosidad de un artista por otro. Para la fecha de la entrevista, Pratt era una celebridad, un ícono cultural y comercial de la historieta; solo Corto Maltes vendía en todo el mundo más de 400.000 copias al año. Pero más allá de esto, estaba el humor de Pratt, su temperamento, esa ambivalencia del carácter, exacerbado y magnánimo, propio de los genios que tuvo que sortear Petitfaux para hacer la entrevista, y que afortunadamente está en este libro como otra muestra excepcional de su paso por este mundo.
Título: Hugo Pratt, a la sombra de Corto. Conversaciones sobre su obra
Autor: Dominique Petitfaux
Editorial: Confluencias (Málaga, España)
Año de publicación: 2013
Páginas: 424