Sobre Alienígena (2019) y Banzai (2021) de Femimutancia
La primer viñeta de Banzai (editada por Feminismo Gráfico) es un fragmento del mural Canciones, costumbres y leyendas del país de la selva (1938) de Alfredo Guido. Es un fragmento de algo hecho a su vez de fragmentos. La inclusión de ese mural al comienzo de la obra es sumamente significativo. En primer lugar, las cerámicas del mural ofrecen una clave estructural sintáctica, formal, para leer toda la obra, que se presenta como una serie de viñetas bastante regulares, como azulejos. Esa es la ontología del mundo de Femimutancia, algo que ya reconoce María Ibarra en el prólogo de Alienígena (editada por Hotel de las Ideas) cuando escribe que lx autorx «no jerarquiza hechos ni situaciones» (Ibarra 2019, 5). Como en las baldosas que cubren las veredas de las grandes ciudades, y particularmente en las de Buenos Aires, se manifiesta allí una extraña democracia de las superficies, una sinfonía caótica, en la que cada viñeta de la vida cotidiana posee una autonomía inquebrantable y fatal.

Pero hay otra premonición en aquel mural de Guido: su siniestro folklorismo. El espíritu que allí se refleja es el de un americanismo naciente bajo la forma de un indigenismo mítico. Guido, después de todo, buscaba una forma de unificar lo hispano con lo indígena, lo europeo con lo americano. Los escenarios de Femimutancia, por otro lado, tan cuidadosamente ilustrados, parecen pertenecer también a un ejercicio de re-apropiación de lo propio (y lo ajeno). Los paisajes de Buenos Aires, tan maravillosa y decadente, dan cuenta de un intento por pensar lo político en la historieta desde la perspectiva contaminada de Latinoamérica.
El diálogo con lo autóctono se logra paradójicamente mediante el diálogo con lo ajeno. En el caso de Alienígena, es lo extraterrestre; en Banzai, es el anime. Japón es un lugar común, un lugar exótico, pero también un topos siempre abierto a la deterritorialziación ¿Cómo se construye un feminismo del subdesarrollo desde lo ajeno? Es decir, por qué recurrir al anime si lo que habría que buscar es construir una historieta feminista latinoamericana? Hay tres personajes de anime que son reapropiados en Banzai: Kaori (de Akira), Kaonashi (de El viaje de Chihiro) y Lain. Kaori, que en la película de Akira cumple un rol mas bien secundario, aparece ahora como dueña de su propia narrativa; Kaonashi (que significa literalmente «Sin cara»), aparece dotadx de expresiones; Lain es la encarnación de la amiga de Be, Van. En contraste con el anime, Lain aparece resignada, pero confiada en sí misma, y esperanzada con volver a encontrarse con su amiga Alice. En otras palabras, la tergiversación de estos personajes es un acto político de reescritura. El acto de reescribir desde los márgenes implica deconstruir lo que está dado. Lo post-digital de este gesto tiene que ver con que la referencia al «original» tiene que evidenciarse, porque sólo así la tergiversación tiene un impacto crítico. Evidentemente, lo original es sólo una ficción, pero sólo dando cuenta de su existencia (de su autoafirmación) es posible deconstruirla. Cuando se copia algo sin evidenciar la operación de la copia, no se está destruyendo el sistema de la autoría, simplemente se cierran los lazos dialógicos, se difuminan las alianzas y todo se transforma en autoreferencia. Por eso los animes apropiacionistas de Fátima Pecci Carou resultan ideológicamente débiles, porque no tergiversan, sino que meramente reproducen esquemas estilísticos sin ningún tipo de diálogo con lxs autorxs citadxs. Entonces, volviendo al tema de lo ajeno y lo propio, solo el gesto dialéctico que marca una tensión con lo ajeno, sin borronear sus contornos, es capaz de construir una política que no fagocite las otras subjetividades.
Si lo personal es político, entonces, lo político parece requerir, al menos a priori, algún tipo de subjetividad (una premisa que se podría criticar desde perspectivas como las de Latour o Graham, pero dejaremos esto de lado aquí). Los sujetos hacen política. Si entendemos la subjetividad como lo que se refiere a una perspectiva y a una identidad (a algo capaz de afirmar una identidad), el tema de la subjetividad está sin duda presente en ambas obras. Una pregunta recurrente en estos caso es, entonces, cómo reconciliar la crítica a la subjetividad egocentrada del machismo con el agenciamiento que requiere toda praxis política. Sin embargo, como dice Judith Butler, «la deconstrucción de la identidad no es la deconstrucción de la política; más bien instaura como política los términos mismos con los que se estructura la identidad» (Butler 2007, 288). Por ello, en estas obras, las subjetividades políticas no son nunca algo ya dado, sino algo que se ofrece como deviniendo. No hay personaje central. Los alteregos de Be forman un mosaico. Cada mosaico a su vez está formado de fragmentos más pequeños. Se trata de una fragmentación, más que una construcción. Una diversificación, más que un camino teleológico. Por otro lado, la subjetividad no puede constituirse como algo aislado. Un yo requiere de otro yo para acceder a su propia estructura. Lo ajeno es lo constitutivo, «tal como lo representan los personajes de Femimutancia en su soledad, la escasa confianza en sí mismos, al punto de autopercibirse como de otro planeta» (Caraballo 2021). Así, continuando con el tema del isomorfismo de las viñetas, no hay forma de establecer una jerarquía de identidades como querría una lógica másculina. Si «masculino» y «femenino» existen únicamente desde la matriz heterosexual (cf. Butler 2007, 224), entonces la lógica alien, la lógica de lo Otro, abre el juego a nuevas codificaciones post-binarias.
La tecnología de construir la identidad
Ahora bien, construir un feminismo desde lo alien es precisamente la búsqueda del xenofeminismo. Después de todo, el prefijo de origen griego «xeno-» hace referencia justamente a lo extraño y lo ajeno. El sujeto del feminismo no puede reducirse al «ser mujer», pues ese ser es precisamente lo propio, no lo extraño. La matriz no binaria del xenofeminismo debe abrir las puertas a otros agenciamientos. Pero dado que no hay subjetividad sin tecnologías de la subjetividad, es preciso preguntarse cómo es posible pensar un xenofeminismo desde los márgenes de la tecnología, desde aquellos lugares donde la tecnología es negada. El xenofeminismo es tecnologicista porque tiene fe en que la tecnología es capaz de transformar nuestras nociones de naturaleza. En definitiva, la tecnología (por ejemplo, la tecnología hormonal) es la única capaz de acabar con la idea de naturaleza como algo estático y absoluto.
En este contexto podría hablarse también de «futurismo», es decir, de una perspectiva de cambio basada en el futuro. El término «futurismo», como en «afro-futurismo», suele utilizarse para referirse a cierto conjunto de prácticas estéticas que pretenden reapropiarse de los discursos de la ciencia ficción y la tecnología desde el punto de vista de los grupos marginalizados, es decir, desde el punto de vista de aquellos que fueron históricamente excluidos de las narrativas del progreso civilizatorio (véase Dillon 2012; Fricke 2019). Algo similar ocurre con otras palabras como «futurismo indígena», «chicanx-futurismo», «sinofuturismo» (y «Asia-futurismo»), «golfo-futurismo», etc.
Si pensamos en las obras tradicionales de ciencia ficción, la agencia de la gente de color y de otras minorías sólo se introdujo en las últimas etapas de la ciencia ficción dominante durante la década de 1980. Como dice Alondra Nelson «En la mitología popular, los primeros años del boom digital de finales de la década de 1990 se caracterizaron por las historias de millonarios puntocom convertidos en ricos y por la promesa de un futuro cercano sin lugar, sin raza y sin cuerpo, posibilitado por el progreso tecnológico» (Nelson 2002, 1). La película Black Panther (2018) es sólo un ejemplo paradigmático que muestra cómo recientemente la conciencia de este fenómeno ha adquirido un mayor alcance. Mientras que la ciencia ficción dominante pintó una representación de un futuro post-cultural y post-racial neutral, los futurismos subalternos son contextuales y situacionales.
Tanto Alienígena como Banzai juegan con elementos de la ciencia ficción en un contexto anti-futurista: Latinoamérica. Los países del tercer mundo aparecen siempre como atrasados, «en desarrollo», «en emergencia», es decir, más orientados a su pasado que por su futuro. Basta prestar atención a los detalles de estas dos historietas, a su ecosistema compuesto de artefactos que va desde anticuados teléfonos móviles hasta vibradores. Por ese motivo, hacer ciencia ficción latinoamericana parece siempre una gesta kitsch y risible.
Todo este desvío sobre el concepto de futurismo y xenofeminismo tiene que ver con la necesidad de pensar un xenofeminismo post-europeo. Un xenofeminismo tecno-optimista que solo tome sus herramientas de las sociedades tecnológicamente desarrolladas de Europa o Estados Unidos no puede ser verdaderamente «alien». Es necesario también pensar en las «cosmotécnicas» del subdesarrollo.
Tomo este término del filósofo Yuk Hui, para quien nuestro concepto usual de «tecnología» se refiere principalmente a la tecnología occidental, in-visibilizando otros saberes técnicos (ver Hui 2016). Femimutancia pone esto en duda cuando la ciencia ficción es contaminada con los elementos del subdesarrollo. La nave espacial y el bondi, el ramen y las empanadas. No se trata de un multi- o transculturalismo postmoderno, sino de evidenciar lo extraño y de construir una política de lo extraño.
La primera viñeta de Banzai, que es redibujada en la última página, ofrece una clave de lectura para pensar una forma de historieta transfeminista capaz de construir nuevas alianzas (o alien-zas?) políticas situadas en el sur, donde no existe la totalidad, sino la fragmentación.
Referencias:
Butler, J. (2007). El género en disputa. Paidós.
Caraballo, L. (2021). Abolir el binarismo. Femimutancia y la historieta argentina transfeminista. Caravelle [En línea], (116). https://journals.openedition.org/caravelle/10800?lang=es#quotation
Dillon, G. L. (2012). Walking the clouds: An anthology of indigenous science fiction. University of Arizona Press.
Ibarra, M. (2019). «Prólogo». En Femimutancia, Alienígena. Hotel de las Ideas, 5.
Femimutancia entrevistadx por Demian Urdin. (2020). Femimutancia y la no hegemonía como materia para la narración. Revista Blast. https://revistablast.com/entrevistas/femimutancia-y-la-no-hegemonia-como-materia-para-la-narracion/
Fricke, S. N. (2019). Introduction: Indigenous Futurisms in the hyperpresent now. World Art, 9(2), 107-121. https://doi.org/10.1080/21500894.2019.1627674
Hui, Y. (2016). The Question Concerning Technology in China. An Essay in Cosmothechnics. Urbanomic.
Nelson, A. (2002). Introduction: Future Texts. Social Text, 20(2 (71)), 1-15. https://doi.org/10.1215/01642472-20-2_71-1