La década del 70, en Estados Unidos, se recuerda como una época de ‘esplendor’ para el comic underground, movimiento al que pertenecían, entre otros, Robert Crumb (Fritz el gato, 1965-1972) o Harvey Pekar (American Splendor, 1976-2008) que trabajaron desde finales de los años 60 y que ahora son figuras referentes para los estudios sobre cómic, y para los mismos dibujantes de historietas.
De esa época de la historia de los cómic en occidente, quedó un conjunto de revistas que dedicaron su corto —tal vez muy corto, para algunas— periodo de edición a publicar historietas que nada tenían que ver con la línea de los superhéroes. Entre ellas estaban Zap o Heavy Metal que, en contra de toda la fragilidad del medio editorial, se sigue publicando. También marca su punto en la historia la revista Raw, editada por la dupla de Françoise Mouly (editora) y Art Spiegelman (dibujante), en la cual se publicó, desde 1980, la primera parte de Maus, proyecto empezado por Spiegelman dos años atrás. Ahí Spiegelman cuenta el inicio del testimonio de su padre Vladek Spiegelman, sobreviviente al Holocausto, algo que terminó siendo más que eso. Su obra completa y recopilada ganó, entre otros, el premio Eisner (1992), Mejor historieta del Festival internacional de Angulema (1992) y es la única en su género en tener un premio Pulitzer por Mejor obra literaria de ficción y Premio Especial (1992). Cabe nombrar que este último se otorga a los logros en el periodismo y este cómic tiene suficientes argumentos para ganar un premio de esta índole y para entrar a la lista de grandes obras, ya sea de obras literarias o de novelas gráficas.
Detalle de Maus, parte: I, II
A Maus se le han hecho innumerables lecturas, empezando por su principal característica: los judíos están dibujados como ratones, los nazis como gatos, los polacos como cerdos, los americanos como perros, el único francés que aparece es una rana. Pero su relevancia dentro de las narrativas que existen sobre la temática del Holocausto radica en que no es una obra sobre esta tragedia misma, sino que su valor testimonial le abre campo al autor para reconstruir la experiencia desde la memoria de su padre. Me explico: el primer gran argumento de esta obra es la historia de Vladek, un judío polaco, desde antes hasta después del Holocausto. Es un sobreviviente a unos de los horrores más grandes de la humanidad, su testimonio en Maus representa a las víctimas de este episodio de la historia —como de la misma manera conservamos testimonios de otras voces del conflicto en libros, películas, fotografías y documentos que nos recuerdan los límites atroces a los que puede llegar el hombre—.
En esta historia, como segunda línea narrativa está la relación de Art con su padre a lo que podría decirse que es el verdadero argumento de esta historia. Parafraseando a Beatriz Sarlo , la reflexión que sucede al momento de llevar una experiencia a la narración resulta en una inscripción temporal diferente en cuanto a que trae al presente un acontecer ya pasado, liberando el sentido de la experiencia y así se permite una resignificación de la ésta. En el cómic se expresa el estar en ese lugar difícil de quien carga el dolor de un trauma que no es suyo y que se enfrenta al proceso de resignificarlo. A lo que Sarlo denomina como “posmemoria”: la memoria de los hijos sobre la memoria de sus padres. Y la obra de Spiegelman es ejemplo de este concepto. La historia no tendría ese sabor conflictivo si no se nos fuera evidente que Art y Vladek están conversando, siendo conscientes del proceso de las entrevistas y las grabaciones. Incluso, los paréntesis narrativos en los que se incluyen los recuerdos de Mala, su madrastra, y de su psiquiatra Pavel son parte de este mismo proceso de mostrar la memoria sobre algo que el autor no vivió.
Detalle, de Metamaus, Art Spiegelman
Una tercera línea narrativa da cierre a esta obra: la de Art Spiegelman haciendo el meta relato sobre el cómic. En ese bellísimo y desgarrador capítulo dos de la segunda parte de Maus, “Auschwitz (el tiempo vuela)”, vemos lo que para el autor representó hacer este cómic, la dificultad de la memoria transmitida y su objetivo personal de enfrentarse a los numerosos conflictos que se tratan en la obra, como el suicidio de su madre.
Al dibujarse a si mimo es sincero: su rostro es una máscara de ratón, él no es un sobreviviente por entero. Por un lado, como descendiente de quien sangra la historia, Spiegelman tiene una voluntad de hacer memoria a través de la memoria de su padre. Le concede a él la oportunidad de darle un valor protagónico a la experiencia de la guerra y de haber estado en un campo de concentración. Por otro, la muerte de su padre aumenta la carga emocional entre su relación; Spiegelman, entre el proceso de realizar la primera y la segunda parte del cómic, viaja a Auschwitz acompañado de su esposa para poder hacer un registro fiel de lo que le contó su padre y, en parte también, para darle una resolución material y significativa a la representación que construye de Vladek como testigo, como personaje, como esposo y como padre. Por último, Art Spiegelman responde a la necesidad artística de inscribir su obra dentro de los lenguajes de la memoria, su deber como autor no es otro sino el de poder representar su historia y la historia de su familia fundando la relación con su pasado desde el presente. Hacer el cómic es un proceso de resolución que involucra tanto la escritura como la recepción de la obra y todo el conflicto interno por el que pasa el dibujante.
Detalle de Maus, Art Spiegelman
Por eso, Maus es —además— un duelo y, como lectores, también procesamos a esta novela gráfica de tal forma. Que si bien, como integrantes de esta humanidad, nos recuerda que entre la ficción y la cruel verdad sólo hace falta un cambio de representación, también inscribe al género del cómic como un lenguaje autónomo al que es válido analizar con herramientas estéticas, narratológicas, historiográficas. O esa que da el cómodo sillón de la casa, en el que creemos que nos estamos enfrentando a una lectura ligera, con animales dibujados, mientras que nos carga con el peso de una historia que seguramente no vivimos, que no está directamente relacionada con nuestros parientes o de alguna persona conocida, que tomamos con la distancia con la que se mira un libro de historia y aun así sentimos que el dolor del recuerdo de los recuerdos Art Sipiegelman es una deuda que tenemos todos con nuestras propias historias familiares.