Patricio Oliver y Femimutancia son parte del ecosistema de la historieta argentina. Son, además, parte del colectivo LGBTIQ+. Ambas vertientes nutrieron una idea: crear una memoria colectiva y disidente sobre los últimos diez años de desarrollo de las narrativas gráficas en el país. Con Viñeta Torcida descubrieron artistas, derribaron mitos y convocaron a toda la comunidad a crear un archivo nómade en construcción constante.
Hace pocas semanas, apareció en Instagram un nuevo perfil sugerido: Viñeta Torcida. En su primera imagen compartida se veía en el centro una mano púrpura que tomaba un lápiz prendido fuego en la punta. Detrás, una página de historietas con viñetas multicolor. Debajo del dibujo, una frase: «Biblioteca Nómade de historieta LGBTIQ+ Argentina (2014-2024)».
Varias semanas después de ese primer contacto, de esa primera señal, apareció una segunda publicación. Ahora sí, con las caras de quienes estaban detrás del perfil: Patricio Oliver y Femimutancia (Jules Inés Mamone). Autores de historieta y parte del colectivo LGBTIQ+, referentes de una historieta argentina que busca narrar por fuera de la heteronorma. En ese posteo, explicaban que, a partir de esa doble pertenencia, sintieron «el impulso de crear este espacio de visibilización y recuperación del patrimonio cultural de nuestro colectivo en ese medio».
En un contexto caracterizado por el fuerte retroceso económico que impacta sobre la industria de historietas en Argentina y la poderosa revitalización de los discursos de odio nutridos por la llegada de Javier Milei a la presidencia, los espacios de memoria, empatía, contención y construcción de lazos se vuelven trinchera y hogar. Demian Urdin, editor de Revista Blast, habló con Patricio y con Femimutancia, fundadores de Viñeta Torcida, un espacio que mira hacia el futuro partiendo de una memoria queer sobre el pasado del arte gráfico nacional.
En Argentina contamos con un archivo de historietas oficial, el Archivo del Centro de Historietas y Humor Gráfico de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (¡HHA!). Es el único espacio gubernamental en pie, luego del desmantelamiento del archivo del Museo del Humor (MuHu). El ¡HHA! cumplió ya una década de estudio, catalogación, conservación y difusión del patrimonio historietístico nacional. Sin embargo, los archivos más ricos siguen siendo los personales. Cajas de zapatillas, cajones en algún mueble o bolsitas perdidas por la casa donde se guardan documentos, registros y publicaciones que hablan de la historia del medio gráfico argentino. Tesoros invaluables, más por lo que puede contar que por lo que pueden costar. Archivar, custodiar y patrimonializar es aún algo incipiente en Argentina. Lo es aún más cuando hablamos de narrativas por fuera de la norma.
Recuperar la historia, las experiencias, las memorias y las narrativas de aquelles que eligieron crear por fuera de lo establecido, de lo normativo, es un acto no solo de documentación y preservación, sino también de militancia. Para Pato y para Jules, el archivo como acto tiene un impacto que solo se refleja al final del camino. «Cumple un rol de recuperación histórica de un registro colectivo que no toma su dimensión real hasta que se lo puede reunir», explican.
La última década fue testigo de una serie de experiencias que tomaron la iniciativa y comenzaron a construir archivos y memorias por fuera de los espacios institucionales oficiales. En eso mucho tuvieron que ver las redes sociales. El Archivo de la Memoria Trans Argentina, sobre la historia del colectivo trans, o el Archivo Miguel Sánchez, sobre la vida del corredor, poeta y militante desaparecido en la dictadura, son ejemplos de experiencias en manos de personas que, desde una óptica queer, consolidaron una forma de construir memoria desde lo micro, lo cotidiano, el boca en boca, lo comunitario. Un modo de hacer con una potencia inigualable.
«Dentro de este marco, poder entender el cuerpo de obra de nuestro colectivo, en un medio ya de por sí tan particular como la historieta, es todo un desafío», cuentan los autores al frente de Viñeta Torcida. Algo de todo este nuevo movimiento de armar acervo sin esperar que parta desde un órgano oficial nutre al proyecto. «Los archivos de por sí tienen algo muy especial, son organismos que no tienen una dimensión conmensurable, porque se nutren continuamente del potencial a descubrir», describen Jules y Patricio.
El primer momento de Viñeta Torcida, al igual que en cualquier iniciativa que quiera emprender un trabajo de archivo, necesitó de un recorte temporal. Una sola década, la que va desde el 2014 hasta el 2024, fue la elegida. Esto permitió, según cuentan, «unir piezas, recuperar voces que se fueron apagando, establecer puntos de encuentro entre obras, autores y lectores». Estas primeras conexiones permitieron, además, «leer el clima de época y los distintos temas que abordaron sus autores» durante esos años. Al igual que en esos otros archivos que emprendieron tareas de documentación y rescate sobre temas que hablaban de elles mismes, para Oliver y Femimutancia «hacerlo en este presente y siendo nosotres historietistas, hace más fácil al acceso al material actual y le da, además, un carácter de autoetnografía».
Cuando los archivos no cuentan con el apoyo o el interés de órganos institucionales oficiales, logran conformarse a través de una fuerza incontenible e inigualable, la fuerza colectiva. Viñeta Torcida, desde su creación, fue un llamado a la construcción de una memoria colectiva, no verticalista y comunitaria. Ese conjunto de publicaciones de historieta se hilan en una sola línea gracias a los relatos orales de sus protagonistas, autores o lectores. Lo material y lo discursivo, unidos, son fundamentales a la hora de generar un archivo que enfrente los pocos registros que existen.
El proyecto, que fue uno de los seleccionados para el programa FUTURA: herramientas para una cultura en movimiento 2024, del Centro Cultural España en Buenos Aires (CCEBA) y que cuenta con la colaboración de la Fundación Williams y la coordinación de Juan Urraco, se piensa como un primer paso. «Esperamos que esto motive a que se acerquen miembros de nuestra comunidad y nos hagan descubrir publicaciones de las que no teníamos previo conocimiento», cuentan sus fundadores. Y esto comenzó a suceder. En su primera presentación en el club cultural queer Casa Brandon, se comentó lo difícil que era acceder a las publicaciones del poeta, dibujante y activista Ioshua (Josué Marcos Belmonte), fallecido en 2015. Una de las personas que asistió a esa fecha de inauguración se acercó y ofreció donar sus copias al archivo.
Estas historias van a repetirse y ambos lo saben. «Hay muchísimo que ocurrió en tiradas muy limitadas de fanzines, historietas que tienen más de treinta años y no más de cincuenta copias», describen. Por cuenta propia, sería muy difícil, hasta imposible, acceder a esos materiales. Y más difícil se vuelve al extender hacia el pasado el recorte temporal. Mientras más alejado en el tiempo, más indispensable será el aporte de la comunidad.
Una vez más, la existencia de experiencias colectivas previas, como el Archivo Memoria Trans, dentro de las perspectivas queer, o Nosotras Contamos y Coordenadas Gráficas, dentro de las perspectivas de género en el ámbito específico de la historieta, se vuelven grandes influencias. «La idea de poder reconstruir una genealogía desde lo colectivo es un elemento clave en nuestra propuesta», explican, pero agregan que «la única gran diferencia es que nuestro archivo es un archivo de temática LGTBI+, de representaciones en la historieta argentina, lo cual nos abre a una participación de identidades que tal vez no estén dentro de ese colectivo».
Parte de la naturaleza de toda investigación es la de ser una puerta de entrada a aquello que se desconoce o, al menos, ser un corrimiento de ese lugar desde el que se mira un fenómeno, para verlo desde una nueva óptica. Les Viñeta Torcida encontraron que «hay muchas más representaciones de las que pensábamos» y en eso mucho tuvieron que ver los cruces e intercambios que comenzaron a darse con otres autores en eventos, charlas y festivales.
Sin embargo, lo recolectado hasta ahora también permitió derribar un mito que había tomado cierta fuerza en el último tiempo. Si bien destacan y valoran el poder contar con un acervo de más de cincuenta libros y fanzines, este es un número bastante bajo si se compara con la cantidad total de libros y fanzines de historieta que se publicaron en los últimos diez años. «Esto desmitifica fuertemente la idea de que en los últimos años la historieta LGTBI+ vino a desplazar a toda esa otra historieta previa», explican Jules y Pato. Un argumento que logró cierta aprobación y aceptación, sobre todo en los últimos meses y con el fuerte avance de las agendas de derecha y ultraderecha en Argentina.
Junto al estudio de arquitectura A77 desarrollaron dos módulos rodantes, dos bibliotecas itinerantes que se abren, se cierran y se transportan para habilitar la naturaleza nómade el archivo. Con esa tecnología puesta en función de una identidad, el archivo está listo para viajar hacia donde lo convoquen.
La identidad de Viñeta Torcida, la naturaleza desde la que nace, habla de visibilizar, recuperar, observar y participar, mirando hacia el futuro. Sus fundadores esperan que se sigan creando muchas más historietas LGTBI+. Al mismo tiempo, quieren que el archivo pueda ser un lugar de consulta para investigadores e investigadoras pueda ser un lugar de consulta para investigadores e investigadoras y, sobre todo, un espacio de contención, como lo fueron otros proyectos cuando elles mismes comenzaron a crear obra.