El baile de San Pascual

Lo fantástico, la idea circundante de algo fantástico en una narración, parece estar lejos, en otros espacios, y otras órbitas fuera del territorio que conocemos como Colombia. Un espacio destinado a otros compromisos, inmediatos, urgentes, como hablar de violencia, por todos lados y sin salida. Esa idea objetiva de lo “real”, de mostrar una realidad, o lo que es más básico: el compromiso con la realidad nacional, campea con mayor soltura, e intenta ser a la vez, un procedimiento más conveniente para hacer memoria  de todo aquello que pueda dar testimonio de lo que somos. Lo que hace, en bastantes ocasiones que la posibilidad de imaginar espacios y mundos posibles quede al margen.

En cómic, en algunas publicaciones nacionales recientes, más allá de las consecuencias por la oleada y la tendencia tardía de cómics autobiográficos, la idea de algo fantástico-un género que tiene en el cómic una fértil tradición- parece soltarse de esa tendencia, y operar, por fortuna, en otras direcciones. Para encontrar evidencias, basta con leer el trabajo de algunos autores  que han alternado lo fantástico en sus páginas. Los celebrados álbumes de Lorena Alvarez en Luces Nocturnas y la reciente Hicotea, son una de las tantas muestras.

 

Una página de «El baile de San Pascual» Camilo Vieco. Cohete cómics.

Dicho esto, en la nueva generación de autores colombianos que están trabajando en cómics que sortean esos espacios se pueden mencionar otros ejemplos: lo hecho por Henry Díaz en el Señor P, Ed Muñoz en Desprendimientos, Diego Zakhen en El resplandor de la noche, Luis Echavarría en sus historietas cortas, y Camilo Vieco (Bogotá, 1985) un dibujante e historietista, diseñador e ilustrador, que dicho sea de paso, ganó el Premio Talento Joven en el Festival de Angulema. Vieco es conocido además, por sus trabajos para el colectivo Globoscopio, sobre todo  por el libro que hizo con el guionista Pablo Guerra para el cómic documental: Sin mascar palabra, Por los caminos de Tulapas, donde hizo cartografía gráfica de la región de Tulapas que comprende 58 veredas de varios municipios antioqueños, para dar testimonio de las tierras arrebatadas por el latifundio ganadero y que dejó sin hogar a las familias que habitaban estos territorios.

 

En su último libro, El baile de San Pascual, editado por la editorial colombiana Cohete cómics, Vieco construye una historia que transita entre las costumbres, las tradiciones y las filiaciones religiosas que le dan identidad a una población campesina sumergida en las montañas colombianas. En este libro, entre líneas y viñetas se lee la relación del hombre y sus ambiciones confrontadas con la naturaleza, pero esta vez sin acudir al registro testimonial usado en su proyecto anterior. El hombre y su fascinación por el oro, y las consecuencias derivadas en una cosecha malograda, son una de las premisas que pueden leerse al inicio de la historia.

No es la memoria y la historia a gran escala lo que aparece retratado en El baile de San Pascual, la idea, otra, pone a circular unas tradiciones que oscilan entre el sacrificio, la ceremonia y la relación de los hombres con la naturaleza y los mitos que las poblaciones han fundado para crear y darle sentido a su forma de habitar el territorio. Esta historieta muestra esa relación de las comunidades con sus territorios, puesta en relación con las creencias, pero sujetas a las presencias fantásticas sugeridas por el historietista, que alteran y determinan el destino de sus habitantes y los personajes que él ha dibujado. Es ahí, donde usa el traje de lo fantástico, para hacer que su narración en cómic sea un registro más allá del tono complaciente, publicitario o antropológico que sea hace en muchas ocasiones con el territorio rural en Colombia. El Baile de San Pascual es así, un viaje al territorio pero en el que se encuentran otros materiales, otros contornos, algunos revisitados, como los mitos Muiscas de Bachué y el de Bochica que encuentran resonancia en las páginas donde aparecen; lagunas encantadas y hombres mensajeros.

 

Detalle de «El baile de San Pascual» Camilo Vieco.

El registro y los detalles de una comunidad campesina son los espacios que le sirven al autor para enmarcar esta aventura y los efectos fantásticos que se superponen a las tradiciones. Con su particular trazo y la evidencia en viñetas, Vieco grafica la presencia de unos seres fantásticos que se parecen, en algo, a las figuras de petroglifos, para mezclarlos con personajes como Eustaquio e Ignacio, mostrando una versión alterada del baile que una comunidad campesina organiza para pedirle ayuda a un santo como San Pascual.

En medio de montañas, cerros, ciudades de piedra, frailejones, animales y la vida apacible de la comunidad, el suceso va apareciendo ante la vista de lector acompañado de trazo ágil y las secuencias que Vieco dispone, deslizando lo contado en un hábil manejo de la composición de la página, rica en detalles, y formas maleables que aparecen para jugar incluso con lecturas dentro de la página cuando uno de sus personajes aparece leyendo una historieta de superhéroes.

Hecho a una tinta, con el visible uso de pinceles y con espacios donde predominan las sombras, la ausencia de colores parece una deuda en la historia y en el libro presentado. La naturaleza dibujada, sin color, queda marginada de sus texturas, y la riqueza visual que supone el ambiente donde se está contando la historia.

Con esta historia, Vieco usa la fantasía y la aventura para dar cuenta no solo de este baile de San Pascual, sino de las relaciones y los posibles imaginarios que suceden entre los hombres y la tierra. Lo que demuestra que los historietistas- por lo menos en Colombia- pueden  moldear  ideas fantásticas en un espacio nacional, partiendo de los mismos insumos que son utilizados para hablar de la realidad: la observación, investigación y la imaginación.

 

El Baile de San Pascual

Camilo Vieco

Cohete cómics

2019

 

 

Mario Cárdenas
Mario Cárdenas
Estudió literatura en la Universidad del Quindío. Ha escrito en diferentes medios sobre cómic y literatura. En sus ratos libres se dedica a tomarle fotos a "Caldera" su Bull terrier.

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