El tiempo congelado

«Porque la Historia de lo que fue — toda teoría novela o ensayo histórico — es también una novela de ciencia-ficción. Lo que sucedió es algo tan fantástico como lo que sucederá.
El pasado nunca deja de moverse aunque parezca algo inmóvil. Como la nieve». 

Rodrigo Fresán

 

Revisar de cerca, leer los pasos y seguir los monólogos que aparecen en los libros de Seth, la idea que se respira, que se repite y aparece retornando es la nostalgia — un pasado como lugar para ser habitado— donde se perciben las huellas en un tiempo congelado, en el cual las posibilidades del futuro se desvanecen. El futuro, en su obra, no es su preocupación llamativa, de eso hay evidencias en su trabajo. Tampoco esa otra cara del recuerdo, la del simulacro nostálgico y la manía retro  que señaló Simon Reynolds como estrategia comercial. Lo que Seth dispone de manera constante en sus narraciones son las pistas y los rastros de esas intimidades plegables que son sus cómics, con los cuales nos lleva hacia él, hacia el interior de otros lugares que son los nuestros, y así, por instantes podemos ver qué son los objetos y materiales que nos rodean, cómo podrían verse con el paso del tiempo, y cuál es el destino posible de todo lo hecho, vivo y creado. 

En Ventiladores Clyde, una «novela con imágenes» como la definió Gregory Gallant (Seth) —luego de terminar el proyecto que inició hace más de veinte años— los mecanismos de sus arquitecturas funcionan dentro de una caja de resonancias, un aparato donde los monólogos de dos hermanos: Simón y Abraham Matchcard van rotando entre sí, en la ciudad imaginada por Seth –Dominion- el escenario creado y posible de sus ficciones y arquitecturas narrativas. Un espacio urbano que, en este caso, rima con mayor cercanía con los bordes rurales.  

La caja de Ventiladores Clyde

La anécdota puede ser lo de menos en la descripción posible de este libro, resumir qué es lo pasa en los Ventiladores Clyde, «el negocio real», la angustia de Simón y el desequilibrio de Abraham, la pérdida de la memoria de la madre,la desaparición del padre y la brecha que genera en las relaciones familiares el coleccionismo de postales que se alternan con las viñetas, esas cuadrículas meticulosas, donde observamos a los protagonistas solitarios, a los objetos perdidos, a  las presencias fantasmales y la latencia de que «todo se está desinflando» como dice Simón, y lo que leemos se desvanece, se deshace y toma otra forma como el estilo de Seth que era uno, con mayor demarcación, con otra soltura en el inicio de Ventiladores y otro, al final del libro, más rígido, compacto, desprovisto de algunos detalles.

La adaptación, la modernización es algo reiterado en la historia misma de la fábrica de ventiladores que Seth conoció desde afuera, y observó con tiempo suficiente a través de una ventana para extraer algunos detalles que utilizaría para darle flujo a sus páginas. Los inicios de la fábrica, el punto de mayor apogeo y las piezas abandonadas cohabitan entre las viñetas, es algo que vemos mientras leemos, es lo que se observa en la narración que sucede, mientras las partes de la retícula se agrupan.

 

Hace un tiempo Seth decía en una entrevista para el diario argentino Página 12 —refiriéndose al modo particular de leer una página de cómic— que «lo que encuentro único de esta experiencia es que hace de leer un cómic un momento muy íntimo. Y por esto mismo, creo que los cómics son un buen medio para contar historias silenciosas, introspectivas, personales». Ese rasgo de estilo es el material que se desliza en la mayoría de sus narraciones —incluida Ventiladores Clyde—. En sus páginas el ruido desaparece, el vértigo de los últimos días y las noticias aceleradas se cancelan, se suspenden, son otro espacio. Las viñetas no funcionan como puertas a la imaginación y la acción, son espejos que la mirada traspasa, uno está ahí, los recuerdos personales pueden ser instalados en sus dibujos donde además de los personajes, estos son sustituidos por lugares abandonados. 

Las derivas de Simón

 

No es gratuito además que para Seth, el formato no sea un lugar decorativo para sus textos y los dibujos, el libro en sí, es la misma caja de muestra de ventiladores que Simón carga —y que pierde— pero también lo es la casa, la fábrica, un álbum de fotografías, la caja de las postales que aparecen en la narración. En Ventildaores Clyde el medio de representación es en sí, un material de conservación, que crea un efecto de tiempo ralentizado en la forma, y hace de la composición agrupada de imágenes un espacio con partículas del tiempo detenido aludiendo con perfección a aquellas palabras de Chris Ware sobre las posibilidades narrativas y diferenciales que tiene el lenguaje en una página de historietas: «Lo que haces en los cómics, esencialmente, es tomar piezas de experiencia y congelarlas al tiempo. Los momentos son inertes, yacen en la página… En la música, le das vida a la composición tocándola. En los cómics, haces que la tira cobre vida al leerla, al experimentarla latido a latido como tocarías música». Es por eso que esas naturalezas muertas, los objetos físicos, los accesorios y demás materiales puestos ahí, conservados en cada viñeta, son la señal continua de «la obsolescencia que nos está invadiendo» como apuntó la escritora mexicana Margo Glantz —en una entrevista reciente para la Revista Arcadia— cuando se refirió a la relación con las cosas que en un tiempo fueron fundamentales y que con el paso de los días dejan de serlo. Visto así, lo que hizo Seth con Ventiladores Clyde fue agrupar evidencias  de lo inevitable en una caja de recuerdos que podría ser la memoria personal y todas las posibles formas de representación de esta, como de todo lo que nos rodea y creemos nos pertenece. 

 

Una de las últimas secuencias de poesía en Ventiladores Clyde

 

A todo esto, habría que sumarle la forma cómo Seth cuenta, cómo usa la página para que el lector contemple lo que sucede y no asista a una acumulación de acciones en viñetas, su exploración vira hacia otro lugar, una donde la narración no actúa por agrupación de anécdotas. Las páginas dibujadas por Seth se transforman en un espacio para la contemplación, son poesía, y las palabras e imágenes congeladas van atrayéndose de forma simultánea, y en esa concreción entre ambas se puede leer un largo poema en -prosa e imágenes- en una de las secuencias al final del libro, y aunque acá deba transcribirlo de manera mutilada, cito  algunas palabras «Quizá así pueda comprender, la belleza y la solemnidad, que están ligadas a la soledad, al desarraigo, al deterioro, el encanto de lo que está velado y es privado, apartado de las miradas fisgonas». 

 

Ventiladores Clyde

Seth

Salamandra Graphic 

488 páginas

2019

 

Mario Cárdenas
Mario Cárdenas
Estudió literatura en la Universidad del Quindío. Ha escrito en diferentes medios sobre cómic y literatura. En sus ratos libres se dedica a tomarle fotos a "Caldera" su Bull terrier.

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