Las historias de los delirantes

Ahora que la historieta ha abandonado su tibio nido donde ocultaba su potencial capacidad para generar opinión frente a otras manifestaciones artísticas y se ha aventurado a enfrentar sin timidez a la crítica especializada, vemos como también se anima a hacer revisiones históricas. El texto objeto de análisis en nuestra reseña de hoy, es un ejemplo de esta condición.

Delirantes un libro de Olga Acosta, Electrobudista y John Naranjo (Rey Naranjo Editores, 2020), explora un segmento de la intrincada historia colombiana, tan prolija en hazañas, como en exabruptos difíciles de clasificar desde la rigurosidad. En una Bogotá capital de la Gran Colombia, entidad política que tuvo vida entre 1819 y 1831, se enmarcan las intrigas de los hermanos Vergara, especie de mecenas que padecen la desgracia del terremoto que golpeó a la joven urbe el 16 de noviembre de 1827; pero más allá de la desgracia que representa el sismo en sí, es tener que contemplar con sus propios ojos la caída de una joya arquitectónica bajo su custodia, como es, el templo de La Capilla del Sagrario, quedando casi reducida a escombros. Los Vergara se enfrascan en un círculo de remordimientos y cargos de conciencia por no estar a la altura moral de sus antepasados, que han contribuido significativamente al fortalecimiento del edificio. En este ambiente de desesperanza, entran en escena el ingenio de su sobrino Ignacio y su ambicioso amigo Rufino Cuervo (apellido que le hace honor a su personificación en la obra), aparentemente como los salvadores de la crisis familiar. En su pretensión por rescatar del olvido el nombre del pintor colonial Gregorio Vásquez de Arce, a nuestros protagonistas se les ocurre promocionar las pinturas de este artista a la comunidad de galeristas europeos. Animados por los comentarios de un viejo conocido de Cuervo que está de visita por el país, deciden planear una travesía hasta el viejo continente convencidos de vender las obras y obtener a cambio grandes reconocimientos monetarios para ayudar a reconstruir el templo y ganarse de paso la confianza de los hermanos Vergara. Luego de exponer argumentos variopintos, convencen no solo a los tíos de Ignacio, sino a otras personas de su entorno cercano para que les colaboren con dinero y provisiones, y finalmente, embarcarse hacia 1835; así, Ignacio y Rufino se convierten en la sensación de la comunidad. Una vez llegan a Paris con las pinturas, la fortuna les juega una mala pasada, o mejor dicho, el poco tacto a la hora de medir su ambición, les pasa factura y fracasan en su cometido de engrandecer el nombre de Vásquez para hacer fortuna a costa de su nombre. Esto, tal vez a modo de parangón a la misma acción que llevó a cabo el mismo Gabriel Gómez de Sandoval, artífice del templo, quien también comercializó objetos de arte para financiar la puesta en marcha de su creación en 1700. Las circunstancias adversas provocan al deterioro de la amistad entre ambos personajes, terminando cada uno por su lado y llevando una vida azarosa que terminan por aceptar.

El argumento se preocupa más por los medios que por el fin, al vislumbrarse un desenlace trágico, a lo cual se le prefiere dar un barniz de humor ácido; de ahí la sensación de que la trama queda en puntos suspensivos y expectativas no resueltas. Pero esto beneficia en gran medida el desarrollo de la historia, ya que, en algunos apartes, los personajes caen en estereotipos marcados que se rompen cuando experimentan situaciones atípicas, tales como el aislamiento por la cuarentena o cuando pierden el control ante la frustración por no vender los cuadros. En el aspecto técnico, hay una ingeniosa recursividad que conserva la solidaridad entre viñetas para que la vista del lector no se extravíe a pesar a la variedad de colores; sin embargo, existe una gama predominante que actúa como hilo conductor, particularmente en los escenarios por donde se mueven Ignacio y Rufino. Las figuras, si bien presentan un trazo fuerte en su contorno, son proporcionadas en referencia al espacio, respetando primeros y segundos planos que facilitan la visualización de la perspectiva.

Sin duda, es otra propuesta a tener en cuenta porque parte de una investigación a partir de hechos documentados y personalidades históricas. Si bien estos últimos solo difieren de los semi ficticios en algunos rasgos de su personalidad, se convierten en el ingrediente principal para justificar las delirantes ideas de este par de exploradores, sin restarles veracidad. La labor llevada a cabo por Olga Acosta, Adalberto Camperos (Electrobudista) y John Naranjo como historiadores y artistas al mismo tiempo, al procrear un producto narrativo de estas características en época de COVID 19, le da un toque distintivo porque permite inferir que la academia cada vez está más involucrada en el redescubrimiento de nuestra historia usando las manifestaciones gráficas como vehículo de propulsión.

Delirantes

Rey Naranjo Editores

Olga Acosta, Electrobudista y John Naranjo

68 páginas

2020

 

 

 

 

Raúl Trujillo
Raúl Trujillo
Ilustrador freelance y bibliotecólogo en formación. Ha realizado colaboraciones para el periódico Dela Urbe, de la facultad de comunicación de la Universidad de Antioquia y Revista Pérgamo de la Escuela de Bibliotecologia de la Universidad de Antioquia. Además ha sido seleccionado para exposiciones y muestras de caricatura e ilustración en Colombia en ciudades como Medellin, Rionegro, Pereira y Armenia. En el extranjero en Buenos Aires (Argentina) y Sinaloa (Mexico).

Dejar un comentario

Por favor escribe tu comentario
Por favor ingrese su nombre aquí

Leer artículos similares...