Hace unos años, la novela de Mario Mendoza Satanás, tuvo una adaptación al cine en el año 2017 por Andy Baiz, una película que contó con Damián Alcázar haciendo el papel de Eliseo (Campo Elías Delgado). Ahora, Mendoza, encontró gracias a la tendencia de la novela gráfica otra forma de exprimir creativamente su relato más conocido. Para ello, decidió hacer una nueva versión de su libro, con un guion suyo y en compañía del ilustrador Keco Olano, quien trabajó con Antonio García Ángel y Juan Carlos Rodríguez en el Taxista llama dos veces.
Esta nueva adaptación que se ha vendido con bastante ruido, hace uso del término “novela gráfica” como etiqueta y nada más. Con esta versión de Satanás pasa lo que ha venido sucediendo desde la aparición del concepto: todo ahora es novela gráfica, menos las novelas gráficas. En suma, el resultado de este nuevo Satanás es otro, más cercano a una ágil historieta de acción, a esas versiones del Señor de los Anillos y Juego de Tronos que resumen en viñetas las escenas conocibles. Además de esto, la carente de densidad narrativa y gráfica está aparatada en una colección de decorados arquitectónicos que adornan las secuencias mientras las escenas simulan las capturas de una cámara de cine. Tal vez, esto último, se deba a que como ha afirmado Mendoza en repetidas ocasiones: “hacer cómic es como hacer cine 2D” afirmación que pasa de largo por las posibilidades narrativas y estructurales que se pueden lograr en una página de cómic. La idea ligera de Mendoza, es entonces, una idea errada, que desconoce de pleno el lenguaje del cómic y que solo lo reduce a un insumo como los storyboard. Haciendo además, que el uso deliberado de conceptos de este tipo, anticipen el resultado del trabajo de adaptación que se ve en este caso.
Por otro lado, la fabricada ornamentación es lo primero que se evidencia al pasar cada página, la historia y la trama conocida donde se funden las vidas de María, Andrés, Campo Elías y el sacerdote Ernesto, va apareciendo alrededor de lugares y edificios prefabricados de la ciudad de Bogotá, algo que sugiere, con atractivo, una lectura turística por los escenarios, calles, barrios y bares, e iglesias. En satanás “La novela gráfica” la arquitectura no es un lenguaje que opera en la sintaxis y la estructura de cada página sino que funciona como un elemento transitivo, ornamental, como se ha dicho, jugando con la arquitectura pero como simple escenario de cartón y maquetas puestas ahí, que le dan una sensación de postal a la historia.
Como sabemos, la literatura y los cómics tienen cualidades comunes, de hecho, ambos se dedican al arte narrativo, sin embargo en muchas ocasiones los trabajos de cómic, como este de Satanás “novela gráfica” reducen el dibujo a ilustraciones funcionales y expositivas y no a una narración con imágenes. Así pasa en Satanás “novela gráfica” donde las imágenes solo ilustran eventos y pierden a la vez, la fuerza narrativa que se ha tomado del texto original, aunque en este caso el original no ofrezca mucho. Dicho esto, la ausencia emocional y subjetiva de los personajes, están articulados como simples vehículos cargados de diálogos y acciones, con características más cercanos a las películas de acción y de superhéroes de los últimos años, o aquellas ilustraciones que aparecen en los video juegos de Rockstar game. Todo este collage de referencias da como resultado que los personajes sean solo unas marionetas intercambiables que podrían estar en otros escenarios, o producciones como los mencionados antes. De esta manera, las referencias gráficas remiten a películas de entrenamiento, de acción desechable, y la publicitada violencia, el temor y los devaneos culposos con el pecado y la religión que tanto se machacan en la obra literaria quedan diluidos en el escueto entintado digital.
Contrario a lo hecho por Lorenzo Mattoti y Jerry Kramky en Dr. Jekyll y Mister Hyde, el color en esta versión de Satanás no trasciende y se queda como un simple añadido de brillos y luces espectaculares. Las personalidades de los atormentados no entran en juego con metáforas visuales, y lo único destacable es el cuaderno del asesino, hecho a una tinta y que matiza el recorrido espectral de Campo Elías. Sin embargo, todo esto queda reducido a un artilugio cuando leemos la escena final de la masacre de Pozzetto como si se tratara de una escena de la película Matrix, es decir, todo el discurso y el drama por es malignidad legionaria no es más que una puesta en escena, un empaque, donde prevalecen los efectos especiales.
Esta es una adaptación con conceptos limitados e incluso didácticos de lo que puede hacer un cómic, siendo una emulación de escenas reconocibles para el lector, que es menospreciado en este caso. Por último, como escribió hace un tiempo el crítico español Gerardo Vilches: «existen otras estrategias que el cómic puede adoptar, y que, de hecho, ha adoptado desde que se publicó La ciudad de cristal de Paul Karasik y David Mazzucchelli: en lugar de intentar alcanzar la densidad del texto narrativo mediante la emulación, se persigue alcanzar territorios de más difícil acceso para la novela a través de una exploración de las cualidades que tiene el dibujo y el lenguaje del cómic».
Satanás (novela gráfica)
Mario Mendoza, Keco Olano
Planeta cómics
Página 136
2018