Una de las virtudes del cómic es su capacidad de abarcar lo inabarcable, y contarlo de manera que los lectores se hagan una idea completa de la historia, el fenómeno o la vida que está siendo recreada en las viñetas. La síntesis y el arte de la alusión son particularmente eficaces cuando de perfilar a un personaje complejo, inabarcable, se trata. La vida y obra del escritor español Francisco Umbral componen un universo fascinante al que sin embargo no es fácil seguirle el rastro. Alrededor de 117 libros y más de 50 mil artículos de prensa son cifras sin duda abrumadoras, y que convierten cualquier ejercicio de lectura y aproximación bio-bibliográfica en una empresa prácticamente irrealizable para una sola persona.
Pero los retos y la curiosidad, sumados al espíritu de la provocación, son buenos acicates para los creadores. Lo fueron para Umbral en la construcción de su monumental obra, e igualmente para el historietista madrileño Lorenzo Montatore (1983), autor de La mentira por delante (Astiberri, 2021), obra que, apartada de la estructura lineal del cómic biográfico que ha hecho carrera en Latinoamérica, aporta una muy original mirada al periplo vital y creativo de Umbral. Con una notable cultura literaria y un estilo gráfico marcado por el expresionismo pop, Montatore se ha ido ubicando entre los nombres de referencia de la narrativa gráfica española, con títulos provocadores como ¡Cuidado, que te asesinas! (La Cúpula, 2018) y California Rocket Fuel (Sugoi Ediciones, 2019).

La decisión de alejarse de la biografía al uso condujo a Montatore a plantarse en el terreno de la libertad y la intuición, y poder decir «voy a hacer mi propio Umbral», una postura que el mismo historietista reconoce como propia del escritor al emprender las biografías que escribió de Lorca, Valle-Inclán y Miguel Delibes, entre otros. Así pues, se advierte que la intención de Montatore es, más que biografiar o perfilar a Umbral, convertirlo en un personaje de cómic, así como en la vida real él hizo de sí mismo un personaje, volviendo icónica su figura de dandy y haciendo de la provocación un arte.

Para «hacer su Umbral», Montatore se fue por un camino que algunos podrían considerar facilista, pero que en realidad comprende una dedicada labor de lectura y curaduría: compilar y poner en diálogo fragmentos de sus libros, artículos y entrevistas, componiendo un sustrato documental muy consistente sobre los temas capitales de la vida y obra del escritor, y que le permite desarrollar una propuesta gráfica acorde a su estilo, en la que el color y las referencias a la cultura pop y los videojuegos suman para darle una fuerza particular a la obra. Así, desde el minimalismo que supone dibujar a todos los personajes de perfil, la elección de una paleta de colores que expresan muy bien las atmosferas de los diferentes momentos recreados, y las palabras y diálogos del propio Umbral desde su infancia hasta la adultez, Montatore consigue, además de retratar al escritor dándole plena identidad como personaje de su vida en cómic, dibujar un panorama muy vívido del Madrid postdictadura, iluminado por el espíritu libertario y vanguardista que se instauró con La Movida.

La obra de Montatore logra lo podría denominarse una «domesticación» del Umbral más fiero y provocador, mostrando su lado tierno e íntimo, y repasando aspectos de su vida familiar que él convirtió en notables piezas literarias, como la relación con su madre (El hijo de Greta Garbo), o la muerte de su pequeño hijo Pincho (Mortal y rosa), episodio que en los trazos de Montatore es recreado con delicada y respetuosa sobriedad.
Mención aparte merecen tres de las principales entrevistas televisivas que concedió Umbral, que también son recreadas por Montatore, y muestran al dandy gamberro y brillante provocador en todo su esplendor: la concedida a Mercedes Milá en la que pronuncia la ya legendaria «¡He venido aquí a hablar de mi libro!»; la charla con Lola Flores en la que suelta la frase que toma Montatore para titular su cómic («Bueno, Lola, es que el mundo no se merece la verdad. Hay que salir con la mentira por delante»); y la que le hiciera el carismático Fernando Sánchez Dragó para su programa Negro sobre blanco, donde Umbral elogia sin contemplaciones la figura del político, considerándolo como «el último hombre épico». Distribuidas en diferentes momentos del entramado narrativo del cómic, estas entrevistas dialogan muy bien con el resto de elementos documentales y estéticos que ha trabajado el historietista.

Pero quizás los diálogos más significativos que propone la obra sean los del autor consigo mismo, en un juego de espejos que pone al Umbral veterano a interpelar y aconsejar a sus versiones más jóvenes, y viceversa. Este recurso aporta a la singularidad estilística, y se suma a los otros elementos de la narrativa gráfica para darle al conjunto el carácter reiterativo y acumulativo con el que el lector comprende que, aunque llegue a una última viñeta, la obra se expande y gana en significados en su cabeza, y tendrá siempre algo nuevo para decirle sobre Umbral cada vez que vuelva a sus páginas.