Cada año a mediados de enero la plaza Nueva York de Angulema queda cercada para dar lugar a uno de los espacios comerciales del festival. Nombrada así en honor al navegante Giovanni de Verrazzano, quien, en 1524, al servicio de por aquel entonces rey de Francia François I, nombró como Nueva Angulema al lugar donde está situada la actual ciudad de Nueva York. Ya había transcurrido apenas un siglo desde la invención de la imprenta, pero aún la modernidad debía avanzar hasta haberse acorralado a sí misma, para que ambas ciudades estuviesen de nuevo ligadas simbólicamente, esta vez por medio de los cómics.
En la segunda Angulema del otro lado del Atlántico los guetos del Yellow Kid también terminaron cercados por los rascacielos y la gimnasia de Peter Parker dando forma a un imaginario popular predominante para los cómics; pero el devenir de la primera Angulema fue otro, sus antiguas murallas de civitas romana la convirtieron fortuitamente en un lugar apropiado para otorgar y velar por las letras de nobleza de los cómics, que sin embargo en su esencia siempre han sido una forma de arte modesta, tal vez al punto de querer ser renombrada como tragics para quienes los producen.
Vivir al interior de la civitas amurallada tiene sus ventajas para quienes, además de interiorizar las reglas de la institución, saben cortejar a los nobles, pero nunca nada es ideal y la libertad siempre es un valor relativo, incluso en la era de los enmascarados idealismos anti aristocráticos.
El espacio comercial del festival presente en la plaza Nueva York de Angulema se llama coincidencialmente «Le Nouveau Monde», aquel nuevo mundo posterior a la consolidación cultural en el que los cómics han seguido desarrollándose en las últimas décadas. Apenas queda un eco lejano de las populares viñetas neoyorquinas impresas en papel barato, dirigidas en ese entonces a una masa de inmigrantes en proceso de alfabetización; sin embargo, aquel proceso no se ha detenido, nuevos lenguajes y estéticas se siguen cristalizando a través de los cómics.
El Festival de Angulema mantiene una visión panóptica del cómic que le ha permitido guardar su posición de referencia mundial y absorber las formas emergentes y nuevos públicos, además de establecer puentes de influencia con un nuevo país invitado durante cada versión. Este año el turno fue para España, bajo el eslogan «Viñetas de talento», dando cabida a un par de exposiciones y numerosos conversatorios en el pabellón español situado en pleno centro de Angulema en la calle Hergé, punto de encuentro para los dibujantes presentes de todas las generaciones, entre los que estuvieron: Max, Kim, Keko, Javier Olivares, Juanjo Guarnido, Paco Roca, Ana Penyas, Emma Ríos, Ana Galvañ, entre muchos otros.

Una exposición al aire libre trazó una línea de tiempo sobre la Historia del cómic español, desde el siglo XIX hasta nuestros días. Vale la pena señalar que las primeras historietas españolas vieron la luz en Cuba entre los años 1857 y 1864 con Víctor Patricio Landaluze, alias Bayaceto, posteriormente Salustiano Asenjo en Valencia y Luis Mariani en Sevilla. Revistas como Gil Blas y El Mundo Cómico. Aunque durante este siglo un desarrollo más pronunciado ocurrió en los últimos veinte años en las ciudades de Madrid y Barcelona de la mano de dibujantes como: Apeles Mestres, Tomás Padró, Ramón Cilla, Mecachis, Pablo de Rojas, Joaquín Xaudaró, por mencionar unos cuantos. Publicaciones tales como Granizada, Fullarca y The Monigoty, que a su vez estaban dirigidas por los mismos dibujantes, presentaban un contenido destinado a un público adulto y burgués con historias de humor adolescente y aventuras en territorios exóticos.
A partir de aquí la línea histórica se extiende a través del siglo XX hasta nuestros días, donde la consolidación en el círculo cultural español le ha permitido a la historieta gozar de un renovado estatus.

La exposición «Constelación Gráfica» que reunió a nueve mujeres dibujantes españolas de la generación milenial sirve como ejemplo de este renovado estatus, que no escapa al fenómeno de feminización institucionalizada vivido durante los últimos años. El conjunto de estilos gráficos presentados como vanguardistas, pero que por su redundante minimalismo de tipo Memphis Corporativo podrían parecer más a un fluorescente manual de instrucciones, sirven para ilustrar temáticas del desencanto, apatía y angustia propias de una generación emboscada en sus propios quijotismos, pero casi siempre lista para ironizar al respecto.
Cuarenta años atrás era otra la vanguardia que movía a la historieta española, múltiples revistas de fugaz existencia, entre las cuales han quedado grabadas en la memoria Madriz y El Víbora. Ambas dan testimonio de las ansias de conquista creativa y las arriesgadas apuestas temáticas de aquella época. Algunos de sus dibujantes supervivientes presentes en el festival recordaban en una charla dedicada a ese efervescente momento, lo rentable que era trabajar para una revista en Barcelona en ese entonces, donde la realización de un par de páginas al mes les permitía vivir cómodamente; en contraste radical al contexto económico actual donde los dibujantes se ven cada vez más orientados a producir obras de un volumen significativo de páginas si aspiran a guardar una relevancia en el mercado editorial. Estos dibujantes también reconocían que una revista como El Víbora sería imposible de publicar en el contexto cultural de la España actual, como una suerte de lamento del progreso.
Tal vez el precio a pagar por la legitimación institucional pasa por la admisión de un estricto marco moral, tarea asumida por el artista milenial para quien la validación institucional es su fortuna.

Se puede afirmar que los dibujantes españoles históricamente han gozado de una mayor libertad creativa, debido a la ausencia de las restricciones propias a las estructuras editoriales económicamente más estables, por lo que la originalidad, adaptabilidad y el afán de integrarse en circuitos económicos mejor remunerados los ha llevado a conquistar diversos mercados extranjeros desde hace varias décadas. Justo en la exposición dedicada a la galardonada Posy Simmonds, se señala la temprana influencia de la revista inglesa Valentine, una publicación semanal de cómics de romance, activa desde 1957 hasta 1974, donde trabajaron varios dibujantes españoles, tales como José Beá, Victor de la Fuente, Félix Mas, Carlos Ezquerra y otros tantos.

Aunque ya desde entonces Posy Simmonds dudaba de los finales de tipo «Y vivieron juntos y felices para siempre», contraatacando a sus catorce años a los furtivos navegantes españoles del río Támesis, con un fanzine donde la crudeza del cotidiano en las relaciones amorosas bastó para parodiar cualquier forma de romance platónico, una publicación que por ese entonces no dejó indiferente a sus autoridades escolares.
Herself (Ella misma), fue el título de su exposición retrospectiva, curada por Paul Gravett, que puso en escena varias de sus planchas originales e ilustraciones infantiles y para prensa de temáticas más adultas. Su formato de trabajo es mediano a pequeño y en algunas de sus planchas se observan los párrafos de texto que la componen a manera de collage. Sus técnicas de dibujo son simples, pero de una indiscutible eficacia, su uso de marcadores y lápices de colores crean unas suaves texturas de luz que sumado al estilo gráfico de sus personajes constituyen una personalidad artística ineludible en el paisaje británico de los cómics. Entre sus influencias mencionadas figuraban nombres como Beatrix Potter, Ronald Searle, Raymond Briggs e incluso el también dibujante alemán George Grosz.
El manga sigue ganando terreno en el Festival de Angulema, este año tres exposiciones estuvieron dedicadas a esta tradición japonesa que ya parece haber conquistado al planeta entero. Gou Tanabe, Kamome Shirahama y Makoto Yukimura, todos tres autores, que, si bien son japoneses, sus universos están fuertemente influenciados por el folclore europeo.

Gou Tanabe se ha embarcado en la colosal tarea de adaptar todo el universo literario de H.P. Lovecraft. Si traducir es traicionar, adaptar es fragmentar; este tipo de ejercicios en la historieta siempre implican seleccionar y reorganizar las partes que pueden generar un mayor impacto visual y narrativo, siempre intentando mantener el sentido de la obra matriz. Los dibujos de Tanabe son de una limpidez y potencia gráfica que apenas se puede apreciar en su versión impresa, su maestría en el uso de tramas le permite generar volúmenes y texturas que se acoplan perfectamente a las sombrías criaturas lovecraftianas. Gustave Doré, Antonio Gaudí y Bernie Wrightson, se cuentan entre sus influencias adicionales, según el comisario de la exposición Xavier Guilbert.
Una réplica de un barco vikingo Drakkar navegó sobre el río Charente que atraviesa la ciudad de Angulema; a un paso del embarcadero se encontraba la exposición dedicada a la serie Vinland Saga de Makoto Yukimura. Una epopeya vikinga basada en la saga islandesa Flateyjarbók que se traduce como «El libro de la isla plana», que narra las exploraciones vikingas que se cree llegaron hasta el extremo norteaméricano contorneando el territorio de la actual Groenlandia. La exposición presentó numerosas planchas originales a través de una escenografía inmersiva cargada de madera húmeda, bruma y reproducciones de vestigios humanos enterrados tales como cráneos y armas.
La tercera exposición de manga más discreta pero no menos relevante para el público, fue aquella dedicada a la serie Tongari Bōshi no Atelier que se podría traducir como «El taller de los brujos» de la mangaka Kamome Shirahama. De una meticulosa manufactura su obra se nutre de una mezcla de influencias gráficas europeas y norteamericanas, que van desde el art nouveau hasta los cómics de Marvel.
Estas tres exposiciones evidencian aún una actitud japonesa de humildad frente al dibujo, que garantiza el respeto y la dignificación de esta práctica, que se manifiesta meritoriamente en su creciente predominancia comercial.

El universo superheroico en los cómics ha vivido ocasos y amaneceres a lo largo de su historia, parecido al muy conocido ciclo campbelliano, la figura de Superman como arquetipo del superhéroe divino también ha sufrido la progresión histórica de estos ciclos de surgimiento, muerte y renacimiento. La exposición retrospectiva dedicada a Clark Kent presentó la evolución de su universo, los momentos claves de la serie y sus personajes asociados. Ha sido incontable el número de dibujantes y guionistas que han contribuido a su desarrollo, que, a pesar de portar con el peso de la aparente monotonía de su invencibilidad, su maduración psicológica llegó a través de la introducción en sus historias de sus vínculos amorosos y familiares.
En un conversatorio el dibujante belga flamenco Herr Seele afirmaba que los cómics en tanto que son una expresión artesanal representan a su vez una resistencia al imperio del gran capital propio del mundo moderno, puesto que la especulación y el conceptualismo están íntimamente ligados. El Festival de Angulema nos recuerda que los cómics hoy día tienen una múltiple condición de existencia, en tanto que son una artesanía para quienes los producen, una mercancía para quienes los venden y una forma de arte para quienes los leen y los premian. El dibujo es una forma de arte libre y modesta que siempre ha acompañado a la humanidad, el cómic es uno más de sus múltiples avatares, que aún sigue dando fuertes signos de vida que resuenan y mantienen viva la flama de su creación, a pesar de todas las mutaciones culturales, tecnológicas y comerciales que los seguirán rodeando.
un artículo muy informativo sobre el que tal vez sea el festival de comic mas importante del mundo. Y que bueno volver a saber de Santiago en estas plataneras.