«Inframundo» de Xina Ocho y la generación del cansancio

Conocí a Xina Ocho por redes sociales con sus cuerpos diversos, gestualidades hiperbólicas y anatómicamente imposibles, sus colores estridentes y su ambiente oscuro. Podía (y puedo) leer en ella las problemáticas de una generación. Algunos nos llaman millennials: conjunto de individuos que nació entre fines de los 80s y los 90s. Las fechas no interesan realmente sino los procesos que nos han atravesado en una época de cambios enormes en cuanto a la presencia de medios de comunicación, la hiperconectividad y la influencia de redes sociales. A eso se le suma, sin ninguna duda, la hiperinflación, la precariedad laboral, la visibilización de la salud mental y los conflictos alimenticios de quienes no encajamos en las hegemonías de los cuerpos que nos pegaron tan fuerte en los 2000 con los pantalones tiro bajo y abdómenes planos al mejor estilo Britney Spears o Christina Aguilera. Somos una generación de ruptura y tensión entre un discurso conservador y tradicionalista devenido de las dictaduras cívico-militares , casi en simultáneo, en Brasil desde 1963 a 1985, en Chile a partir de 1973 hasta 1990 y, en Argentina, desde 1976 a 1983; y otro que abraza la diversidad, la inclusión y las disidencias. Estamos en constante jaque, viviendo las variaciones a medida que ocurren, como fue la aparición de las computadoras e internet en nuestras casas, los celulares digitales y una sociedad de consumo que amputa y prohíbe las tristezas. La inestabilidad es parte de nuestra rutina, al igual que la falta de oportunidades que, muchas veces, se escuda detrás del eslogan de la meritocracia. Se nos cataloga como sujetos sin esperanza, pero, la verdad, a veces, simplemente, es demasiado. Pero mejor que yo lo expresa Byung-Chul Han en su libro La Sociedad del Cansancio editado por Herder:

El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo. Estas enfermedades no son infecciones, son infartos ocasionados no por la negatividad de lo otro inmunológico, sino por un exceso de positividad. De este modo, se sustraen de cualquier técnica inmunológica destinada a repeler la negatividad de lo extraño (2012:11-12)

Eso es lo que nos muestra Xina Ocho en su historieta Inframundo publicada por Hotel de las Ideas en el 2021 con 94 páginas y ocho capítulos. En primera instancia, la obra se publicaba en tandas en la versión digital de El Destape de la clásica Revista Fierro entre septiembre de 2020 y octubre del 2021, luego de otra de sus transformaciones editoriales para palear las dificultades económicas del formato papel. Posteriormente, Hotel de las Ideas se encargó de la versión integral, dándonos todos los episodios de Carolina, un personaje con el que más de una persona podría identificarse. En sus veintes, tiene un trabajo de arquitecta en un estudio que paga una miseria. Aquí entra uno de los tópicos que podemos reconocer inmediatamente: alquilar es difícil, tener una propiedad roza ya lo imposible. Mark Fisher lo explica de la siguiente manera en Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? publicado por Caja Negra:

Para funcionar y ser un componente eficiente de la producción en tiempo real, es necesario desarrollar la capacidad de responder frente a eventos imprevistos; es necesario aprender a vivir en condiciones de total inestabilidad o (feo neologismo) «precariedad». El periodo de trabajo no alterna con el de ocio, sino con el de desempleo. Lo normal es pasar por una serie anárquica de empleos de corto plazo que hacen imposible planificar el futuro (2018: 65).

Carolina tiene proyectos, pero su trabajo la agota. Necesita explorar su lado creativo, pero este es disminuido en su valor por entenderse como fuera de lo productivo, es mero ocio y, de esta manera, no ser funcional 24/7 en una sociedad capitalista que nos quiere encerrados en nuestros puestos genera culpa y agotamiento. Dice el filósofo surcoreano:

Según Arendt, la sociedad moderna, como sociedad de trabajo, aniquila toda posibilidad de acción, degradando al ser humano a animal laborans, a meros animales trabajadores. Expone que la acción ordena nuevos procesos de manera activa, mientras que el ser humano moderno está sometido pasivamente al proceso de vida anónimo. Incluso la reflexión se degenera reduciéndose a una pura función cerebral que consiste en un ejercicio de cálculo. (2012: 43). 

Se nos presenta también una familia disfuncional que carga con el peso del amor romántico a pesar de todo; las relaciones afectivas llenas de violencia, destrato o ausencias; y una autocrítica permanente por ser lo que se es: un cuerpo fuera de lugar, una imagen que no encaja, una subjetividad y emocionalidad sobrecargadas y, por sobre todas las cosas, una obligación de felicidad que reprime y aplasta los espacios de la tristeza, el cansancio y el hastío. Estas cuestiones pueden verse, una vez más, cuando leemos a Byung-Chul Han:

El mito de Prometeo puede reinterpretarse considerándolo una escena del aparato psíquico del sujeto de rendimiento contemporáneo, que se violenta a sí mismo, que está en guerra consigo mismo. En realidad, el sujeto de rendimiento, que se cree en libertad, se halla tan encadenado como Prometeo. El águila que devora su hígado en constante crecimiento es su álter ego, con el cual está en guerra. Así visto, la relación de Prometeo y el águila es una relación consigo mismo, una relación de autoexplotación. El dolor del hígado, que en sí es indoloro, es el cansancio. De esta manera, Prometeo, como sujeto de autoexplotación, se vuelve presa de un cansancio infinito. Es la figura originaria de la sociedad del cansancio (2012: 9)

En la página 30 de la edición de Hotel de las Ideas se ve la paradoja del «yo» de Prometeo. Carolina y su monstruo son el mismo individuo. Las dos voces predominantes en la historia se complementan en el refuerzo de las inseguridades.

Más patente aún es este recurso en la página 91, cuando ambas se miran al espejo y solo se ve una única figura.

El tiempo, por otra parte, sucede de manera extraña, o muy lento o muy rápido. Esto puede verse perfectamente en las incursiones en el celular de Carolina, invadida de mensajes, interacciones en redes y tareas que limitan su deseo.

Como lo explica Mark Fisher en Bueno para nada refiriéndose a la depresión:

La depresión está en parte constituida por una desdeñosa voz «interior» que te acusa de autoindulgencia –no estás deprimido, solamente te estás lamentando de ti mismo, debes tranquilizarte–; y esa voz tiende a despertarse cuando se hace pública la condición. Por supuesto, no se trata para nada de una voz «interior»: es la expresión internalizada de fuerzas sociales reales, algunas de las cuales tienen un interés particular en negar cualquier conexión entre depresión y política. Mi depresión siempre estuvo atada a la convicción de que yo era literalmente un bueno para nada.

De la mano de lo expresado por Fisher, la voz no-interior menosprecia el trabajo artístico de Carolina, le insiste en que no vale la pena mostrar sus cosas, que nadie se interesaría y la persigue por todas partes con esa negatividad arraigada que desarma y atosiga.

Como si fuera poco, no se permite sentirse mal sino que le sucede. Intenta responder a los deseos ajenos de su madre, amigxs, jefe y demás negándose a sí misma. Estas circunstancias se acumulan y en cada una de ellas aparece un ser oscuro de identidad queer que le habla.

Podríamos considerar que es la voz de la ansiedad y la depresión, la que baja la autoestima y castiga sin piedad. Es un ser propio que inunda pero que es parte de Carolina, de eso que no quiere mostrar pero que revienta desde dentro. Es en este punto donde noto uno de los pilares más realistas de la obra. Más allá de su trabajo con la cotidianidad, esa incesante vocecita es palpable en quien padece su presencia de meticulosa aniquilación. Da pie a preguntas que se repiten, a reflexiones paranoicas y reacciones que se transitan por la agresividad, ya sea, hacia uno mismo u otros. Afecta todos los ámbitos de la vida, causando procrastinación y, por lo tanto, ineficiencia, además de aislamiento y dejadez. En este sentido, me gusta particularmente el uso de las tapas de cada capítulo.

En las primeras tres podemos ver adjetivaciones y juicios de valor («Sos un asco», «Sucia», «Inútil») que se encarnan en la voz de ese ser estrafalario que la acompaña pero que no son más que la interioridad de la protagonista hacia sí misma.

En las siguientes hay diferentes procesos. Un «Despertate» que se dice desde ambos lugares como punto de inflexión para que “encamine” su vida. Luego, una aceptación en una primera persona que dice «Ya no puedo» y se deja consumir por lo macabro, la ira con «Patéticos» y la autorreflexión con «¿Quién sos?» que se refiere tanto al espectro, como a ella y al público: ¿Quiénes somos detrás de nuestro pánico?

Se elabora con una interesante perspectiva la sexualidad. Xina Ocho comentó para una entrevista con Micaela Soquiransky de Indie Hoy:

En el 2017 se habían dado algunas situaciones todas juntas. Estaba harta de laburar de arquitecta, en una relación tóxica y con ataques de pánico. La ansiedad fue algo que siempre estuvo latente, pero en ese momento llegó a un pico que nunca había experimentado. Eso de no poder levantarme, no poder comer o hacer cosas básicas. De despertarme y sentir que se me iba a salir el pecho por la boca. Un día, hablando con una amiga sobre esto, me dijo que el chabón con el que salía me iba a llevar al inframundo. Ese mismo año empecé a escribir y me pareció reacertado como título. En un principio iba a ser una historia sobre esa relación tóxica pero cuando lo retomé me pareció mucho más interesante darle una vuelta y usar las emociones en vez de contar toda mi historia personal.

Es interesante el uso de lo que solemos llamar autoficción, ya que, la autora retoma algunos aspectos de su vida personal y los relata extrapoladamente en su historieta. Así, podemos reconocer dos puntos: el abuso y la alienación. Ella sale con sus amigxs, consume drogas varias (aunque siempre está por irse temprano) y las mezcla con alcohol de toda calaña, y siempre termina al límite.

En estas doce viñetas de la página 17, las formas del cuerpo cambian y se salen del límite de la viñeta al igual que la mente de Carolina, sus reacciones y actuares la llevan a lugares desafortunados de los que luego se arrepentirá por sentirse la única responsable de su estado emocional, aunque, como veíamos, es algo que tiene que ver con lo estructural a nivel político y social: arcadas, vómito, asco y resaca la acompañan por una necesidad fundamental de escapar de la realidad que la abruma. En ese estado de inconsciencia experimenta situaciones de carácter sexual en las que es imposible que pueda dar su consentimiento. Sufre una cosificación que, para colmo, será motivo de vergüenza para ella y burla para sus amistades.

Muestra el sistema patriarcal en su estado más puro de impunidad: quien siente la culpa y el asco por lo sucedido es la víctima y no el victimario. Es él quien la define y juzga al llamarla «gorda» de modo despectivo y «sucia». ¿Con cuántos testimonios propios y ajenos podemos relacionar estas escenas? Xina Ocho es cruda en este punto y, de hecho, será un episodio parecido el que hará explotar a Carolina.

La lectura de esta historieta no es necesariamente ligera porque traduce en viñetas traumas y estados sociales y políticos que nos afectan en muchos aspectos. Pero sí creo que es una lectura necesaria, con la que sus lectorxs pueden identificarse, repensarse y acompañarse por quien deja de reprimirse para darle lugar a eso otro que también es: oscuridad y bronca. ¿Y qué es eso sino el proceso de sanación para seguir adelante?

Rocío Quiroga
Rocío Quiroga
Es del conurbano bonaerense y estudió Letras en la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, Argentina, donde forma parte del Grupo de Lectura y Estudios de Historietas "Rorschach". Coordina talleres literarios y dicta clases en escuelas secundarias. Ama escribir sobre lo que le apasiona: historietas, audiovisuales y literatura con un estilo que sale de su oralidad más auténtica. Cree fervientemente que el arte, la lectura (en el mejor sentido barthesiano) y la escritura podrán salvarla de nuestro mundo caótico.
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