Tres lecturas sobre Richard Sala

Hace unos días el dibujante Richard Sala fue encontrado muerto en su casa de Berkeley, California. Conocido por sus cómics de terror y misterio surrealistas como Night Drive y The Chuckling Whatsit y su prolífico trabajo en ilustración y dibujos animados. Sala murió a los 65 años. Como tenía escrito en su blog personal «Richard Sala creció fascinado por los antiguos museos mohosos, las viejas y polvorientas bibliotecas, las desordenadas tiendas de antigüedades, los callejones estrechos, las verdades ocultas, los dobles sentidos, los siniestros secretos y las viejas casas espeluznantes». En Revista Blast invitamos a tres lectores de Richard Sala a que escribieran sobre su trabajo como una forma de homenaje e invitación a leer su obra. 

Wolfgang, G, artista visual.

Mencionar a Richard Sala necesariamente conduce a la relación que establece un autor con su pasado y la importancia que representa el reconocimiento de sus influencias. En el caso de Sala, observar su trabajo siempre me permitió reconocer el trabajo de tantos otros creadores que desde una mirada única, perfilaron el desarrollo de las narrativas visuales asociadas al mundo del cómic o la historieta; algo así, como una ventana que ofrece la posibilidad de ver más allá de lo impreso en una página.

«Maniac Killer Strikes Again», Richard Sala.

En el caso de Richard Sala, y específicamente en su particular forma de contar historias, potenciadas por su sobresaliente estilo de dibujar, permite al lector descubrir un mundo rico de referencias, a un pasado que nos transporta a mundos como los ofrecidos por el expresionismo alemán o a los orígenes de la literatura fantástica y de ficción de los años 20 en Estados Unidos; que tendrían una influencia enorme en la manera como Sala crea su universo de personajes e historias. Situaciones que deforman la realidad, que plantean universos paralelos, donde la condición humana se ve deformada, alterada, por unas lógicas de comportamiento que se liberan de ataduras, restricciones o de la razón.

Richard Sala, Evil Eye Nro. 1 (junio de 1998). Fantagraphics Books.

En mi caso particular, siempre me sedujo su trabajo por la capacidad que tiene de ofrecer una invitación a la mirada en apariencia inofensiva, al tiempo que te inserta en un universo amenazante o peligroso, donde el horror es el fundamento. Sala seduce con su maestría visual, con su belleza formal, pero te hace cómplice de actos atroces que te revuelven las tripas y aprietan el corazón. Admirado por maestros como Art Spiegelman o R. Crumb, no es casualidad que su trabajo estuviera destinado a la historia. No se puede hablar de figuras del cómic contemporáneo sin mencionar su obra, a pesar de que su nombre no sea tan escuchado como el de otros autores, su trabajo ha influenciado el de muchos de ellos.

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Desde su primer publicación  Night Drive hasta su último trabajo Carlotta Havoc Versus Everybody  su integridad como autor, su visión única compartida en los universos creados, sus personajes seductores: mujeres en apariencia inocente, distantes, pero profundamente complejas e intrigantes; los monstruos, ese arsenal de monstruos maravillosos de miradas amenazantes; y su maestría gráfica para crear y contar historias, hace que su partida deje un gran vacío en el mundo de la historieta.

Jose Andrés Gómez, escritor.

Cuando era niño y no tenía más de seis o siete años, mis padres me llevaban ocasionalmente el televisor a mi habitación en las noches, para que viera alguna serie o película en una época en la que la programación nacional carecía de bastantes emociones, salvo las puntuales que podía ofrecer un festivo. Generalmente los programas elegidos, si mi memoria no me falla, eran Los Ricos También Lloran, melodrama mexicano con la permanentemente ojiaguada Verónica Castro, o el imborrable y eterno Cita con los Clásicos del Terror. Allí pude descubrir, entre el terror y el asombro, películas como El alarido del Mutilado, La Máscara de la Muerte Roja, El Alimento de los Dioses o el remake herzogiano de Nosferatu. El tiempo me llevaría a adentrarme aún más en las madrugadas, donde se refugiaban los verdaderos tesoros del cine clásico, y durante mi adolescencia además pasaron extraños programas que también caían en la franja maldita de los insomnes o los raritos. Uno de esos programas fue Liquid Television, en el que pude apreciar un extraño segmento llamado Invisible Hands, mezcla de film noir lleno de planes siniestros y venganzas de ultratumba, que unía lo que había visto las madrugadas de mi infancia, el melodrama y el terror, de un autor cuyo nombre en ese momento no reparé.

«The Chuckling Whatsit», Richard Sala.

Años después todos los puntos se unirían cuando leí unos números de Evil Eye, prestados por un amigo de gustos similares, y descubrí ese nombre ignorado: Richard Sala. Y es que los gustos peculiares tienden a convertir en compañeros de andanzas a los más dispares personajes. El mantener viva la emoción de haber descubierto ese cine, esos libros, esos cómics que muy pocos miraban con la misma obsesión, hace que, cuando dos de estas figuras se encuentren, se cree casi de inmediato un lazo de afecto. Somos del mismo grupo, one of us nos decimos tácitamente, compartiendo el recuerdo de infancia al ver aquellas imágenes que nos llenaban de miedo y que a la vez no podíamos dejar de ver. Richard Sala se convirtió de la misma manera, a través de sus cómics, en un amigo con quien podía compartir esa misma devoción y amor por estas obras, un refugio que nos ponía a salvo de los enredos del mundo exterior, así acabaran por reflejarlos. Sus historias, con un color y unas líneas que nadie podrá ya confundir con las de otro autor, estaban plagadas de citas a innumerables influencias que se habían digerido en su mente. Les Vampires, Judex, Fantomas, Stranger on the Third Floor, Lon Chaney, Fritz Lang… tantos más que podríamos continuar el juego de detectar citas en sus páginas durante horas. Y de esa manera Sala se convertiría en alguien muy cercano, a pesar de ni siquiera haber visto su rostro en una foto hasta hace apenas unos días, cuando supe de su muerte.

Richard Sala «The Grave Robber’s Daughter», 2007

Si la arqueología cinematográfica, literaria o musical, es una continua fuente de sorpresas que nos llevan a peculiares mundos que las actuales movidas han olvidado, Richard Sala nos deja a todos los que nos identificamos con su estilo y sus creaciones un legado a revisitar. No solo el deleite que puedan producirnos sus obras: si miramos con detalle las viñetas encontraremos que son un gigantesco mapa, lleno de pistas e indicios para trazar un camino hacia otros parajes. Exóticos tesoros escondidos que nos permitirán compartir la misma emoción que sintió aquel cartógrafo, que seguramente desde la tumba nos echará una mirada cómplice y nos dirá, «a qué es bueno », como el amigo que indica a otro una joya que no podía perderse ni dejar olvidada.

 

M . A . Noreña, dibujante de cómics.

«Parecido a nada y a todo lo demás en la cultura popular».*  

“I’ve always felt a struggle with duality, between two sides of myself. For example, how do I reconcile the side that loves fine art and literature with the side that loves lurid pulp fiction and comic books?” Richard Sala.

Dos cosas que no suelen asociarse ni relacionarse usualmente, salvo en oposición, son tradición e innovación. Si entendemos que estas son importantes dentro de una manifestación, sabremos que la labor de cada momento y cada quién es valiosa y es por fuera de su tiempo que éste saber se nos revela. No en vano revivals y tradicionalistas aparecen y reaparecen sea por ejercicio o convicción estética, a veces como parte de una moda o un anacronismo espontaneo. Los llamados nichos de género como el terror y el misterio siempre han estado presentes, también en el otrora llamado cómic independiente o alternativo. Voces tan particulares y estilos tan diferenciados siguiendo esa especie de tradición pero desde una posición muy personal como: Rick Geary, Dame Darcy, Al Columbia, Charles Burns… Y entre ellos Richard Sala.

La consistencia del quehacer es algo que aqueja a muchos artistas sea cual fuere su medio o nicho en algún punto de sus vidas. En algunos es una sombra permanente sobre su oficio y a pesar de así manifestarlo, Sala logró equilibrarlo y lo corrobora una obra consistente y considerable. Desde sus inicios en los 80’s y los 90s, publicó en casi todas las antologías independientes de entonces como RAW y BLAB, mientras su estilo y temas distinguibles desde el principio se iban refinando tanto gráfica como narrativamente. Su estilo y temas bebían tanto de Gorey como de Charles Addams y de otros tantos, así como de un sinfín de influencias literarias y cinematográficas como Kafka, los hermanos Grimm y Louis Feuillade, sumado todo esto a su coleccionismo comparable a su propio conocimiento enciclopédico de todo lo que le apasionaba. Un uso del color vibrante, de un blanco y negro bello y acorde a sus mundo (una dualidad que se pensaría normal en el mundo de los cómics pero poco usual y más raras veces equilibrada) y sin ser menos su rotulación y caligrafía tan personales y únicas (otro detalle que solemos dar por gratuito).

Sala pertenece también a esa generación de historietistas formados en los ochentas y con una luz propia a partir de los noventas que forjaron una manera de aproximarse al medio y al oficio cuando apenas se constituía y empezaba a hacerse la idea del historietista como autor por fuera de la industria en Norteamérica, legado directo y valioso para buena parte de lo que en estos tiempos se da por sentado. Menos conocido que varios de sus contemporáneos y amigos como Daniel Clowes, Los Hernández y otros de la escudería Fantagraphics y Drawn & Quarterly, quizás sea el momento de descubrirle y apreciarle mejor, de descubrir a un autor muy completo que nunca se tomó muy en serio en vida y se sorprendía al recibir aprecio de sus seguidores sin dejar de ser un tipo amable y receptivo, alguien que a través de sus historias macabras y alocadas no dejaba de transmitir una humanidad entrañable.

*De la nota de Michael Dean para The Comics Journal, mayo de 2020.

 

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Revista Blast es un medio digital que trabaja en la divulgación y crítica del cómic en Latinoamérica. Nuestro trabajo es promover y explorar las formas narrativas del noveno arte.

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