Trazos lúbricos de Bastien Vivès

En septiembre de 2018, varias librerías de París retiraron de sus vitrinas el álbum de cómic Petit Paul, del historietista francés Bastien Vivès. El libro había sido publicado en la nueva colección Porn’Pop para adultos de la editorial Glénat, dirigida por la exestrella porno Céline Tran, más conocida como Katsuni. En un albúm de más de 176 páginas, Vivès narra las aventuras de un niño de diez años con un pene enorme que lo usa “sin querer” para darles placer a las mujeres de su entorno rural. El escándalo generado por este libro, tan inmoral como alegre, tan crudo como caliente, supuso que la obra de Vivès fuera señalada de promover la pedofilia, el incesto y la violación.

 

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Las insinuaciones pornográficas o eróticas (dependiendo de la perspectiva desde donde se mire) de Vivès no son nuevas. A pesar de moverse con soltura por distintos registros, lo que hace con Petit Paul o con La blusa, aquella transformación de Séverine, una joven inmadura que pasa a ser una mujer plenamente consciente de sí misma, es proseguir en el uso de esa línea indefinida que antes utilizó en Una hermana, editado por Diábolo Ediciones, un libro que le sirvió para penetrar sin distancia en los deseos de una adolescente (Hélène) y un niño (Antoine) que se encuentran en una estancia de verano. Allí, ambos abusan de la ausente mirada correctiva de los adultos para deslizarse por juegos inocentes, mientras de forma clandestina se hunden en una relación llevada por el contacto físico y la experimentación sexual.

Una hermana es un libro que esconde en sus pliegues lúbricos algo más allá de la historia de un niño de trece años que descubre la sexualidad: la historia que cuenta Vivès no solo es el clásico  camino silencioso entre la pérdida de la inocencia y una transición a veces imperceptible de la infancia hacia otro lugar. Acudiendo a su reconocida economía de trazos y las secuencias ágiles, Vivès hace de Una hermana un fragmento del verano, que avanza sobre todo por el argumento y salta sin mayor estridencia ante la mirada voyerista del lector. No hay en lo que se cuenta en las imágenes mayor sorpresa. Los encuentros y las primeras probaturas son dibujadas con tal sutileza que solo deja la puerta abierta a la expresión de las mutaciones que sufren los personajes a medida que son consumidos por los ritos de iniciación.

Viñetas de Una hermana, de Bastien Vivès.

Podríamos comparar Una hermana con lo hecho por Jillian y Mariko Tamaki en Aquel verano, sobre todo por los claros puntos en común y las transformaciones silenciosas que dejan los alrededores de una casa de verano, sumadas al trauma de una pérdida, las insinuaciones sexuales y otros acontecimientos que suceden mientras pasan las tardes. Pero lo de Vivès toma otro curso a medida que delinea con humedad el desencuentro entre adultos ocupados, niños sin mucha atención y adolescentes ansiosos. Lo suyo, como se evidencia en sus últimos trabajos, son narraciones que, en medio de las viñetas, destilan retratos que exceden las apariencias físicas y el énfasis evidente en las expresiones de sus personajes. Por eso lo que pasa no es excesivo. Donde unos se podrían extender, Vivès susurra, evitando el acaparamiento y la grandilocuencia. Las frases medidas, las conversaciones ajustadas a las edades de los personajes y la fragilidad de sus estados han sido instaladas con armonía, para hacer del libro una pequeña historia sobre la belleza de la vida.

El Bastien Vivès de Una hermana, lúbrico, líquido, es el Vivès que había trazado sus insinuaciones sexuales entre (adolescentes y adultos) en trabajos en solitario como El gusto del cloro y Polina. Sin embargo, aquí lo lleva a otra superficie y con un leve desvío (niños y adolescentes), ajustando la precisión que demuestra en la página para hacer que los puentes entre Antoine y Hélène, y la distancia aparente entre sus formas de hablar y pensar, dejen por instantes de ser abismos y encuentren en la sexualidad y el deseo puntos sugerentes en los que cada uno es guía para el otro. Así se va creando un lenguaje común, una sintaxis de silencios y expresiones, que hace de este libro un lenguaje que como el del cómic apela a otros sentidos del lector, para que repare en aquello que se le escapa de la mirada por tenerlo tan cerca.

 

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Una hermana
Bastien Vivès

Diábolo Ediciones
215 Páginas
2017

Mario Cárdenas
Mario Cárdenas
Estudió literatura en la Universidad del Quindío. Ha escrito en diferentes medios sobre cómic y literatura. En sus ratos libres se dedica a tomarle fotos a "Caldera" su Bull terrier.
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