Siguiendo la línea de la colección PNK infantil, que la integran libros como Tumaco (2014) y Cómbita (2019) de Óscar Pantoja & Jim Pluk, la editorial colombiana Rey Naranjo Editores continúa expandiendo sus trabajos en narrativa gráfica con libros sencillos que capturan situaciones, dificultades y elementos esenciales de territorios apartados y marginados, tanto en la república como en la ciudad capital. Esta vez, su apuesta es Cazucá (2020), un cómic silente en el que participan el escritor Oscar Pantoja y la dibujante argentina Flor Capella.
Tomando con detalle y cuidado las posibilidades narrativas de los cómics sin texto, en Cazucá se va delineado no una historia sino una manera de afrontar las dificultades y las desigualdades, a veces borradas y olvidadas pero siempre presentes en Colombia, todo esto, a través del viaje de una niña que debe ir a recoger el agua que reparte un camión cisterna, y llevarla, en dos galones grandes a su casa, en una viaje donde debe subir y subir pendientes, y enfrentar las dificultades de acceso a un servicio que no tiene. Esto es entonces lo que se narra, lo que para unos es una operación básica, para la niña y para muchas niñas, es su historia diaria.
Sin ánimo de revestir con los colores cálidos o vivos las dificultades, Cazucá es una narración que invita a pensar, en la que la representación no es un disfraz mágico a pesar de la miseria. Teniendo en cuenta que este cómic está diseñado para lectores en formación, todo lo que presenta es una invitación a completar y terminar de narrar lo que está representado, sugiriendo la posibilidad de dar voz a los personajes e inventar narraciones para todo lo que leemos. Con la supresión de los textos y los diálogos, en muchas de las viñetas hay gestos y señales de lo que pasa, de este modo, vemos la negativa que se le hace a la niña cuando está tomando un poco de agua, así sea, la que se escurre por la manguera rota, el cuidado con los trapos usados para que el agua no se salga y se pierda en la subida, las manos lastimadas de la niña por la presión del plástico de las canecas, el agua que se riega, las colaboraciones entre amigos para subir y aprovechar un momento en el descanso y jugar, el agua que se carga que es el agua que sirve para hidratarse y seguir, el agua que sirve para darle vida a una planta en la cima de la montaña.
Leo y escribo sobre este libro al tiempo que una noticia sobre la explosión de un camión cisterna en la vía de Ciénaga a Barranquilla, en el sector La Tasajera (Magdalena), y la noticia aparece mientras los comentarios casuales explotan como babas en las redes sociales para enjuiciar las acciones de los cuerpos que se incineraron en la tragedia. Porque según dicen, ¿quién los mandó a meterse dónde no debían? y otra lista de comentarios que no repetiré. Y sigo leyendo y algunas de las imágenes del lugar, de lo que es el lugar, son similares a las representadas en Cazucá. Además de la tragedia, y los espacios similares, resuenan la forma de los galones y el camión cisterna supliendo y dando algo que sirve para unos así otros tengamos cosas de sobra. Y entonces vuelvo a la lectura de Cazucá y leo que, a pesar de que el viaje de la niña no es trágico, sí desprende muchas fisuras; las del abandono y la desigualdad, una niña debe ir por agua porque no la tiene y exponer su cuerpo en ese viaje. No hay agua, no circula como servicio básico y público, y no llega al lugar donde ella vive con su familia. Y entonces, cada vez que un lector pase su mirada por las viñetas y las páginas de este libro llenos de silencios, estará acompañando el viaje de una niña que baja y sube por agua en los Altos de Cazucá, un límite fronterizo entre Soacha y Bogotá, otro de los territorios abandonados por el Estado y no solo leerá una historia sino que será testigo de lo que significa para unos vivir en una república llena de desigualdades. Unas que con la pandemia se están ampliando mucho más en América Latina.
Cazucá
Guion: Óscar Pantoja
Dibujo: Flor Capella
40 páginas
2020