En su libro Reinventing Comics, Scott McCloud trae a colación dos anécdotas de Will Eisner: la primera sucedió en 1940, en una entrevista que Eisner concedió al Baltimore Sun en la que afirmaba que los cómics eran una manifestación artística y literaria legítima, esto provocó una burla colectiva entre los redactores del diario pues consideraban tal afirmación un chiste del dibujante. Veinte años después, cuenta McCloud, las cosas seguían más o menos iguales cuando Eisner asistió a una reunión de la Sociedad Nacional de Dibujantes en Nueva York. Allí Will Eisner vio al legendario dibujante Rube Goldberg en una esquina y decidió acercársele, la conversación derivó hacía la opinión que tenía Eisner acerca del cómic como una manifestación artística. Cuando hubo escuchado suficiente Goldberg golpeó el suelo con su bastón y dijo: “¡No digas paparruchas, chico! ¡No somos artistas! ¡Somos artistas de vodevil! ¡No lo olvides nunca!” Esta era una opinión generalizada en aquella época y quizás hoy suene algo extraño eso de ver un dibujante de cómics como “artista de vodevil” pero para los años en que Goldberg se iniciaba como dibujante, a finales del siglo XIX y principios del XX, los cómics –o más exactamente los funnies, como eran conocidas esas historietas estrictamente de carácter cómico– eran vistos como un espectáculo de feria, más aún cuando los mismos dibujantes participaban en charlas dibujadas en los teatros de vodevil de Nueva York. También era común encontrar que las opiniones de reconocidos dibujantes de cómics, con obras claramente de carácter artístico, negaban la existencia de la historieta como arte, como lo hacían George Herriman (creador de Krazy Kat) y Milton Caniff (Terry and the Pirates). En una ambiente como éste sólo un hombre se mantuvo y logró cambiar en algo los conceptos de un “arte bastardo” o un “arte de vodevil” a una manifestación artística como tal, ese hombre fue el mismísimo Will Eisner.
Charles Forbell,»Naughty Pete», Nueva York Herald, , 16 de noviembre de 1913.
A Eisner se le conoce sobre todo por su obra The Spirit, un cómic creado en 1940 en los albores del comic book y de la industrialización de la historieta. The Spirit cuenta la historia de un detective que, después de su aparente muerte, se refugia en un cementerio para tomar una nueva identidad como un superhéroe en contra del crimen en Central City. Pero lo que distinguía el cómic más famoso de Eisner del montón era, además de las evidentes cualidades del dibujante como ilustrador, el inusual montaje que Eisner aplicaba a sus planchas en donde las viñetas jugaban, con su tamaño y forma, un papel importante en la narración, además de que la historia tenía una acercamiento a la realidad que ningún otro cómic de la época (como Superman, Batman o El Capitán América) era capaz de reflejar. En términos más claros The Spirit no era exactamente un superhéroe, no volaba ni tenía poderes o trucos extraordinarios, era simplemente un policía enmascarado que se valía de la argucia de que sus enemigos creían que estaba muerto para poder actuar de manera sigilosa y efectiva.
The Spirit (Collection of 10 vintage newspaper comic books): Mutual Benefit Society]
The Spirit llegó a circular por más de una veintena de periódicos, en el período en que Eisner lo dibujó, en la secciones dominicales, en planchas a todo color, hasta llegar a su fin en 1952. De ahí Will Eisner continúo su trabajo como ilustrador para proyectos educativos y gubernamentales hasta 1978, cuando presentó su primera novela gráfica Contrato con Dios. Ese término de “novela gráfica” fue acuñado por Eisner quien trataba desde hacía mucho tiempo de darle un sello de más altura al cómic; a la novela gráfica se le llama así no sólo por su formato, pues es un cómic que sobrepasa el numero de páginas de una revista o comic book, sino sobre todo por su contenido más comprometido, por tratarse de una obra de autor desligada de los condicionamientos de la industria del cómic, por ser una obra madura y, por lo general, para adultos –desafortunadamente ahora cualquier historieta mediocre de más de cien páginas es llamada novela gráfica–. Eisner continúo con su empeño de ampliar los limites de la historieta con una serie de relatos y novelas gráficas como El soñador (1986), una historieta de corte autobiográfico en donde el autor describe sus primeros años como dibujante de cómics; El Corazón de la tormenta (1991), autobiografía de Eisner desde su nacimiento hasta sus primeros años de juventud, La avenida Dropsie (1995), Una cuestión de familia (1998) y El último día en Vietnam (2000).
Pero antes de Contrato con Dios la semilla de Eisner ya había germinado, su consideración acerca del cómic como arte había calado en las nuevas generaciones de dibujantes, los que empezaron haciendo cómic underground en los sesentas pasaron a crear, en los setentas y ochentas, obras de mucha madurez y en los noventas y en la actualidad influencian a otros que han contribuido también a ensanchar las fronteras de la narración en la historieta. Dibujantes como Art Spiegelman, creador de la vanguardista revista RAW y de la novela gráfica Maus, los hermanos chicanos Jaime y Beto Hernández, Daniel Clowes, Charles Burns, Chris Ware, Jason Lutes, Chester Brown, Joe Sacco, David B, Adrian Tomine, entre muchos otros son hijos de Will Eisner. Fue el dibujante de The Spirit quien les abrió el camino, una brecha por la que ha pasado lo mejor de las creaciones en cómic. Por eso quien niegue la historieta como arte es porque nunca en su vida se ha topado con un cómic de Eisner o uno de sus hijos, y si al leerlos sigue en su obstinado empeño de continuar negándole el carácter artístico que el cómic desde hace mucho tiempo se merece, entonces este quien escribe se retira de la discusión porque será el mismo Will Eisner quien le jale la patas desde el éter, como un espíritu y a medianoche ya que, desafortunadamente, el maestro murió el 10 de enero de 2005 a los 87 años de edad.