Existe un lapso, por el que hemos pasado todos, en el que el universo de la infancia empieza a ceder ante lo afanes e intereses de la adultez. Ese periodo puede durar mucho tiempo o, en otras ocasiones, basta para que un solo acontecimiento corte de una vez el hilo que nos ata a la tierna infancia y a su cobijo de inocencia. En esa tortuosa etapa de la adolescencia, en donde el mundo infantil se aleja a pasos agigantados-y, quizás, con nuestra complacencia-, en donde el ambiente empieza a ser más tortuoso, mental y físicamente, en un lapso que más parece ser una dolorosa metamorfosis que el sólo crecer, es que Craig Thompson ha desarrollado su novela gráfica Blankets (Astiberri Ediciones, Bilbao, 2004).
Lo que Thompson hace con Blankets es crear un relato íntimo, que inicia con su infancia y la relación con su hermano menor, con quien duerme en la misma cama, mientras viven en casa de sus padres, una familia humilde que vive en una población rural de Wisconsin. Pero cuando empieza a crecer, la distancia con su hermano y sus padres se hace más evidente. Así que los juegos al aire libre, las aventuras acompañados de la imaginación infantil, las múltiples experiencias en la escuela, van quedando atrás para darle la bienvenida a una especie de existencialismo, el “no quiero crecer”, el cuerpo que cambia y se transforma en unos brazos y piernas difíciles de mover, de controlar y, para colmo, llega el primer amor.
Raina entra a la vida de Thompson para romper las antiguas bases de la infancia, esa pequeña seguridad de la vida, de la inmovilidad del tiempo, de lo inobjetables que son las creencias religiosas dictadas a través de los padres, de lo inmutable que es el cuerpo y las pasiones que de él puedan surgir. Ahora todo se transforma, y en la pequeña temporada que Craig Thompson pasará en casa de los padres de Raina, durante un atroz invierno, todo en lo que creía, en lo que apenas se podía asir en su etapa adolescente se va desmoronando poco a poco. Entonces asistimos a una serie de conversaciones íntimas entre Craig y Raina durante esa larga temporada invernal. La obra permite adentrarnos en los corazones de dos adolescentes que buscan el momento preciso para dar la caricia exacta, la que logre apaciguar y no sobresaltar a su pareja. En medio de esos encuentros las pasiones parecen desbordarse mientras ambos se miran durante largos ratos o atisban una nerviosa sonrisa. Como es casi obvio nada se consuma, todo queda en miradas y conversiones, algunas caricias inocentes, un beso furtivo y en muchos deseos inconclusos. Somos espectadores de la dificultad de Craig para entablar una relación amorosa con Raina, del peso cristiano, sumado a una timidez y temor adolescente que impiden un acercamiento físico con su primer amor.
Craig Thompson es un joven dibujante (Michigan, 1975) que inició su carrera en grande con su primera novela gráfica Goodbye, Chunky Rice (1999), pero Blankets le dio un salto definitivo y un reconocimiento en los grandes círculos de la historieta mundial. Estas obras son autobiográficas y, a juzgar por lo que dice el mismo Thompson, parece que veremos más de su vida en viñetas, como lo ha hecho en su nueva obra Cuadernos de Viaje (Astiberri Ediciones, Bilbao, 2006). El dibujo de Thompson, sobre todo en Blankets refuerza el carácter íntimo del relato, el mismo Thompson afirma:
[…] intento conseguir algo así como imágenes escritas y palabras dibujadas, que ambas se complementen. Por eso los textos están escritos a mano, para que tengan esa cualidad íntima de las cartas. También los dibujos son en blanco y negro para que sea en realidad mi mano sobre el papel, sin distracciones como el color o algún tipo de efecto informático. Creo que así es más puro: sólo blanco y negro, tinta y papel. En estos tiempos en los que la gente ya no escribe sino que envía e-mail creo que es importante mantener esa sensación de algo hecho a mano (entrevista completa en: www.tebeosfera.com).
Una obra como Blankets recuerda otras historietas, como los relatos autobiográficos de Will Eisner, sobre todo en el peso de la culpa religiosa que cargan los personajes en ambas obras, o el mundo post adolescente de Enid y Rebecca, en el cómic de Daniel Clowes Ghost World (ya sin la carga judeo-cristiana). Pero también nos hace dar la vuelta y mirar en el cine referentes del mundo adolescente, como las obras que John Hughes hizo en la década de los ochenta, sobre todo en dos películas iconos de los adolescentes de esa generación: Sixteen Candles (1984) y The Breakfast Club (1985).
La mantas (blankets) son el objeto que une el paso de Thompson desde la infancia hasta su primera adultez: como la manta con la que juegan él y su hermano, en su etapa de niños; la manta que Raina teje para él y la manta con la que ambos, en pleno romance adolescente, se cubren para estar más juntos, en invierno. Cuando la relación con Raina finalmente termina, diluyéndose en el tiempo, Thompson ha crecido, y con él todo lo que lo rodeaba. Su hermano seguirá siendo menor que él pero ya es un muchacho grande, la relación especial entre ambos se ha perdido, la magia del mundo infantil ha desaparecido, parece que se avecinan tiempos mediocres y aburridos: la adultez.